Comenzó a escribir este libro cuando salió del diario El País –y no de la mejor manera, valga decir-. Le tocó entonces reinventarse. Conseguirlo pasaba por poner en palabras una vida larga –ya tiene 70-, tan llena de plenitud como de dificultades. Eso es lo que hace la periodista Maruja Torres en Diez veces siete, una chica de barrio nunca se rinde (Planeta), un libro que hace las veces de autobiografía novelada y que comienza en mayo de 2013, el día en que la periodista “fue invitada” a dejar el periódico en el que trabajó durante 30 años.
Diez veces siete es mucho más que el repaso profesional de una de las periodistas más importantes de su generación, es también la narración más sincera y descarnada de una vida larga de lucha; la historia de la niña enfermiza y desobediente que nació en el barrio chino barcelonés, la que se sobrepuso al abandono y los malos tratos de un padre alcohólico y aprendió en los cines y las calles todo aquello que no veía en casa.
"Empecé a escribir este libro cuando acababa de irme del periódico. Sabía que tenía que reinventarme -de ahí el título-. Tenía una cosa muy clara: este libro no tenía ningún sentido si en él no me desnudaba”, dice, entre sonoras carcajadas que da gusto escuchar.
Escrito con un lenguaje directo y cercano, Maruja Torres ordena un desamor, el que le produjo salir del diario al que dedicó tres décadas de su vida. Y así lo escribe: “En eso se ha convertido mi adiós a El País, en turbina de arranque para este recorrido realizado una página tras otra, un párrafo siguiendo a otro, una línea entrometiéndose, cambiando el significado de la siguiente: perpleja a ratos, a ratos cabreándome, a menudo llorando, haciendo que me preguntara si valía le pena seguir, tocar nervio. Y siempre respondiéndome: sí”.
Premio Planeta, Premio Nadal, Medalla de Oro a las Bellas Artes por su contribución a la cultura, Maruja Torres comenzó en sus primeros años a trabajar en Garbo y después en Fotogramas, donde escribía de cine, su gran pasión, compartida con su gran amigo Terenci Moix. Una España remota, en la que Maruja Torres se abrió paso con obstinación, queda retrata también en los desengaños sentimentales y los desiertos personales –su aborto, la enfermedad de su madre- que se intercalan con sus años como corresponsal y su crecimiento como periodista.
Por El País, afirma, no siente más que indiferencia. No se reconoce en ese periodismo travestido en negocio. El adiós sin embargo, sirvió de punto de partida para este recorrido que ha escrito como quien desea vaciarse. De ahí que el resultado sea un libro tan auténtico como íntimo y en cuya magnífica portada aperece la veterana periodista leyendo en un sofá rodeada de tiburones. Y quizá ese ha sido su mayor acierto a lo largo de su vida: no sangrar, no alborotar al depredador con el aroma de la debilidad. Ella dice que es, a su manera, una forma de integridad. "Ahora ya me puedo morir tranquila, cuento lo que quería, está bien escrito y me respeto por haberlo escrito, porque también podía haberme puesto a llorar en un rincón, pero no lo he hecho", escribe la periodista.