No le preocupa a Ángel Gabilondo (Donosti, 1949) coincidir en las estanterías con el nuevo libro de su hermano, el periodista Iñaki Gabilondo. “Son libros muy distintos”, dice con esa calma de sacerdocio que enjuaga sus palabras. Puede que sea, quizá, un resabio del seminario que abandonó para dedicarse a la filosofía y la escritura. Coincidencias al margen, el ex ministro de Educación, ex Rector de la Universidad Autónoma y catedrático Ángel Gabilondo aparca por un momento el ensayo y se acerca a las pocas palabras. Lo hace en Por si acaso. Máximas y mínimas (Destino, 2014), un volumen que reúne una larga colección de aforismos.
Hay quienes sostienen que se trata de un libro empalagoso. Acaso demasiado sentimental. Sin embargo, algo en sus páginas revelan a un hombre solo y exhausto, alguien que se vale de las pocas palabras para fotografiar el mundo. "Lo que más me gusta del mar es la orilla", escribe en floja metralleta que, aun así, agujerea, increpa.
Resulta imposible leer este libro sin rastrear en sus palabras una recriminación velada, una crítica discreta. No es Gabilondo un hombre de desfachateces. No hay panfleto ni consigna en Por si acaso, dice. Pero ya tan sólo ere aire de advertencia , de previsión, que encierra su título, da qué pensar. Sobre esas pocas palabras ha conversado Gabilondo con Vozpópuli. Entre máximas y mínimas, ha encontrado resquicios para hablar de la España de hoy, de los desaciertos de la Ley de Educación, del menosprecio por la cultura y acaso sobre un último y más concreto asunto: su posible postulación como candidato a la Alcaldía de Madrid por el Partido Socialista.
-Este libro se desmarca de su propia obra. El aforismo es a su manera, literatura a quemarropa. ¿Qué le llevó a tomar la decisión de escribirlo?
-Este es un libro con mucha intensidad escrito en muy poco tiempo. Lo hice a petición de Espasa. La directora editorial me llamó y me comentó que había encontrado en mí algo de aforismo. Me reí un poco al escucharlo. Pero me dije ‘Voy a probar’. Y así fue. Escribí 1.200 frases. A la editorial le gustó y decidió publicarlo. No deja de ser una decisión convocada por otros.
"Yo no hago consignas, titulares, recetas ni consejos. Soy partidario de leer intensamente y despacio".
-Será oportuno publicar un libro de aforismos en un momento en que se lee poco, suponemos.
-Se lee de manera diferente. Lo explico en el prólogo del libro. Vivimos en una época de gorjeo, de trino, que es en realidad el significado de la palabra Twitter. Y de eso se trata este libro. Decir en pocas palabras algo con alguna intensidad y que además acompañe al que está escuchando para que siga su propio pensamiento. Yo no hago consignas, titulares, recetas ni consejos. Soy partidario de leer intensamente y despacio, paladeando las palabras. Y hay algo de eso en este libro.
-El subtítulo Máximas y Mínimas le quita al libro alguna pretenciosidad. Sin embargo, el aforismo siempre tiene ese espíritu de frase dicha desde un púlpito.
-Por eso en el prólogo insisto en que no llego a hacer aforismo. Los aforismos responden a épocas o a personas de mucho más nivel. Nietzsche o Heráclito hacían aforismos. Yo no llego a tanto. El aforismo tiene una voluntad doctrinal, de incidir en la vida de otro. En todo caso, habré hecho máximas y ni siquiera, por eso digo también mínimas.
"Nuestro día está lleno de lugares comunes. Somos mucho más convencionales de lo que pensamos, aunque a veces nos ponemos estupendos"
-Aunque el libro tiene mucho lirismo, también es cierto que interpela al lector. “Si te parece, vamos a darnos un respiro en los tópicos”, escribe.
-A veces necesitamos unos tópicos para encontrar terrenos comunes. Nuestro día está lleno de lugares comunes. Somos mucho más convencionales de lo que pensamos, aunque a veces nos ponemos estupendos, pero suele ser sólo un rato al día.
- Al atravesar el libro, el lector tiene la sensación de leer a un hombre exhausto y que se siente solo.
-Puede ser. La soledad me parece fundamental y hay que asumirla. Nadie vivirá nuestra palabra ni morirá nuestra muerte. Pero en el libro también hay una búsqueda del otro. Eso que parece cansancio es más bien un fastidio, una incomodidad. Nietzsche dice que el fastidio es un estado de ánimo que obedece a unas causas eliminadas las cuales no desaparece el fastidio. Hay que asumir que hay una parte de uno mismo que nunca se acaba de saciar y gracias a eso convivimos. Me gusta esa insatisfacción. No quiero estar acabado, ni completo.
"La cultura y la educación son fundamentales para combatir esa gran soledad que es la pobreza".
- La semana pasada las cifras de la EPA arrojaron un crecimiento en los parados de larga duración. ¿No es esa la más pesada de las soledades?
-La pobreza es la gran soledad. Hay tipos, pero desde luego la mayor soledad es la pobreza. Estar indefenso, aislado, no ver horizontes. Cuando digo que hay que asumir la soledad no significa que hay que asumir la pobreza. Hay que luchar contra ella. Para eso está la cultura y la educación para combatir esa gran soledad que es la pobreza.
- “A veces uno tarda años en despertarse”. ¿Cómo se puede leer España en la clave de estas palabras?
-Para Heráclito, vivimos siempre adormecidos. Despertarse, reactivarse, alumbrarse uno a sí mismo lleva a veces toda una vida. Incluso hasta morimos sin despertar. También es cierto que ocurre un resurgir de ese letargo. Me dan miedo los defensores de esos grandes amaneceres y despertares, pero sí es cierto que a veces necesitamos liberarnos del adormecimiento en el que estamos, en el que damos por supuesto cuando nos resignamos. La mesura no está exenta de pasión. No es medianía ni mediocridad. La palabra ajustada tiene un sentido de justicia. Tenemos que conjugar eso: mesura y pasión.
"Me dan miedo los defensores de esos grandes amaneceres y despertares"
-¿Me está diciendo que la España de hoy necesita mesura?
-Sí. Necesita buscar la palabra en su justa medida. A veces nos ponemos muy grandilocuentes.
-¿Sólo mesura necesita un país con seis millones de parados?
-La mesura no implica falta de compromiso ni de sentido crítico. A veces ocurre al revés, los extremismos discursivos son una manera de paralizar la acción. Allí es donde tenemos que estar a la altura de nuestras propias palabras.
"Las palabras hacen mucho. Las palabras aman, las palabras matan, muchas veces tenemos dolores de palabra"
-palabras dichas en un momento y un lugar pueden causar grandes revuelos. La palabra independencia en Cataluña, sin ir más lejos.
-Las palabras hacen mucho. Las palabras aman, las palabras matan, muchas veces tenemos dolores de palabra, no dormimos por una palabra que nos falta. Hay que tener cuidado con las palabras, porque sí hacen cosas. Benigno o maligno en el médico; inocente o culpable, en el juzgado…
-Ahora que salen a la luz correos de políticos y banqueros, hemos visto no sólo lo mal que hablan las élites políticas, también lo mal que escriben.
-El descuido de la palabra es el descuido de uno mismo y del otro. A diferencia de los animales, nosotros somos seres de palabra. No es lo mismo que la voz, que sólo sirve para expresar el gusto o el disgusto. En el sentido de la palabra está el sentido de la justicia. Una palabra desajustada introduce injusticia en el mundo.
"En el sentido de la palabra está el sentido de la justicia. Una palabra desajustada introduce injusticia en el mundo".
-¿Qué opina del hecho de que la Nueva Ley de Educación prácticamente deje de lado la ética como parte del programa de estudios?
-Un gran error. La ética está relacionada con el pensamiento, con la historia de ese pensamiento. Cuando hablamos de realidad y verdad tenemos que saber de dónde salen esos conceptos. Es un verdadero problema el que se ignore eso. Porque en la medida que lo ignoremos seguiremos siendo convencionales, estaremos lejos del pensamiento transformador, el que pone en cuestión los valores dominantes. Parece que a ese tipo de pensamiento se le tiene temor.
-¿Qué España crecería con esta Ley de Educación aprobada por los populares?
-No quiero hacer juicios ni pronunciamientos explícitos. Pero tengo un modelo que he defendido. Creo en un modelo de equidad, de igualdad de oportunidades. Todo proceso de calidad tiene que ir vinculado a la equidad. La calidad sin equidad es elitismo. Lo que creo es que tenemos que evitar ir hacia modelos restrictivos, elitistas, de darwinismo social que permite que unos, según sus condiciones, tengan unas u otras oportunidades. Que cada uno con sus méritos pueda ir más lejos me parece muy bien pero en la igualdad de oportunidades. La educación para la ciudadanía es fundamental. Por ejemplo, el debate sobre la religión, si se abre, habría que abrirlo con todas las consecuencias y abrirlo con todas las consecuencias no es poner una asignatura obligatoria. Creo que hace falta un pacto por la educación y no tanto activismo legislativo. Si no hacemos eso, el futuro de la educación y de sus leyes es corto.
"Creo que hace falta un pacto por la educación y no tanto activismo legislativo. Si no hacemos eso, el futuro de la educación y de sus leyes es corto".
-Pero si usted mismo afirma que nos cuesta encontrarnos en el lugar las palabras, ¿cómo ponerse de acuerdo en pactos más complejos de convivencia?
-Hay que ponerse a ello; de verdad. Sin prejuicios. Sin abandonar convicciones o ideologías, se puede llegar a muchísimos acuerdos. Lo sé porque lo he vivido. No sólo creo que sea el buen camino, es el único camino para la educación: una cuerdo social y político, y ene se orden.
-En el libro Cita a Nietzsche, quien decía que el aforismo es un baño de agua fría. Pensando en la poca vocación de entendimiento, parece que necesitaríamos más bien un manguerazo.
-Si pasamos por la vida sin hacer de cada momento una gran ocasión de aprender y crecer, supone estar dormidos. Lo que hacemos tiene efectos y consecuencias. Y hay que asumir la responsabilidad de esas consecuencias. Enfrentarse con personas que nos hacen crecer es difícil. La gente que no apuesta, que no crece, que impiden crecer… pues hay que salir corriendo de ellos.
"El hecho de que una cola de tres vueltas a un museo no quiere decir que haya mejorado mucho la cultura".
- Nuccio Ordine en La utilidad de lo inútil plantea esa idea dominante de la cultura como algo prescindible. Parece ser que esa es la idea que tiene el Gobierno de Cultura.
-Hay una cierta idea de que la cultura es una actividad de tiempo libre, relacionada con el entretenimiento. La cultura verdadera es el cuidado y el cultivo de uno mismo. Descuidar eso nos lleva a la sensación de que todo eso que se llama ciencias sociales, ciencias humanas, cultura es una inutilidad. Este libro reivindica esos espacios, no como márgenes sino como espacios constitutivos. Hay un malentendido entre utilidad y rentabilidad inmediata. El hecho de que una cola de tres vueltas a un museo no quiere decir que haya mejorado mucho la cultura. Estoy a favor de la promoción de la cultura, claro, pero corremos el riesgo de creernos que la cultura es puro espectáculo.
-Ya lo demostró el Ministro Montoro, la confusión entre entretenimiento y cultura.
- Hay personas a las que les delatan las palabras. Porque en las palabras es posible ver el alma, los sentimientos. Las palabras nos desnudan.
"Hay personas a las que les delatan las palabras", dice Gabilondo sobre algunas palabras de Cristóbal Montoro.
- En su libro Los bárbaros de la virtud, Luis Gonzalo Díez rescata una idea de Larra que decía que en el cementerio liberal, ya sólo nos quedaban los gusanos de la corrupción. En una España como la actual, llena de casos de corrupción e imputaciones, esa idea resulta lacerante.
-Pero también es cierto que en esta España hay cosas buenas. Siempre hemos sido muy cenizos analizándonos a nosotros mismos. Para que algo crezca, algo debe pudrirse. Evidentemente, no puede existir la más mínima tolerancia a cualquier atisbo de corrupción. No hay corrupciones grandes ni pequeñas, toda corrupción es inaceptable. Pero hay que reconocer, también, que en España hay también gente preparada, llena de vida y ganas. Sólo necesitan espacios para hacerse ver y oír.
-Parece que la calle es el único espacio posible para eso.
-Esa calle también es un síntoma de primavera. Hay que hacerlo bien, claro. Las cosas acaban bien o mal dependiendo de lo que hagamos. Kant se pregunta, ¿el ser humano siempre evoluciona hacia lo mejor? Y se responde: ‘depende de lo que hagamos’.
-¿Se ve usted nuevamente ejerciendo un cargo público?
-Ni me veo ni me dejo de ver en nada. Son otros los que me han visto a mí. No recuerdo haber dicho ‘quiero ser rector’. Fueron otros los que me dijeron, queremos que lo seas. No creo en una vocación entendida como un movimiento que sale de uno mismo hacia afuera, sino como una llamada. Que otros de fuera te llaman. Eso sí: en mi quehacer siempre está ligado al compromiso público, una muestra de ello es la universidad, ¿no existe mayor compromiso público que ese? Dónde vaya a desarrollar yo ese compromiso, también depende de lo que otros puedan pensar que estoy llamado a hacer o dejar de hacer. Por ahora estoy en la universidad.
"Yo no soy del Partido Socialista y por tanto no reúno los requisitos que el Partido requiere. Esto no quiere decir que no haya oído yo algo de esto"
-¿Qué podemos deducir de quienes dicen que usted suena como el candidato del Partido Socialista para el Ayuntamiento de Madrid?
-Hay unos procedimientos, unos candidatos y unos modos de elección de cada partido. Los candidatos se presentan a través de partidos políticos y yo no tengo carné de ninguno. He estado en un Gobierno, me siento orgulloso de eso. La independencia no es indiferencia. Sé cuáles son mis opciones. Yo no soy del partido socialista ni de ningún partido y hasta donde sé, para ser candidato tienes que formar parte de él. Si no se cumple esa condición, uno no se puede presentar.
-Que asumimos es su caso
-Yo no soy del Partido Socialista y por tanto no reúno los requisitos que el Partido requiere. Esto no quiere decir que no haya oído yo algo de esto, o que no exista gente que me lo diga, o personas o grupos que muevan esto en una dirección o en otra. Pero cada partido tiene sus mecanismos para elegir a sus candidatos. Y ese no es el caso. Más adelante no sabemos. Pero hoy por hoy no soy candidato.