Cultura

'Dune' se libera de su condena con una superproducción lenta, valiente y preciosista

En 1984, David Lynch llevó al cine la novela de ciencia ficción que Frank Herbert publicó veinte años antes con la que, a grandes rasgos, el autor imaginó una vida

En 1984, David Lynch llevó al cine la novela de ciencia ficción que Frank Herbert publicó veinte años antes con la que, a grandes rasgos, el autor imaginó una vida galáctica a más de 10.000 años en el futuro, en un sistema feudal en el que una especia con poderes premonitorios es clave para el control del imperio. Dune, título de la novela -una de las más vendidas en su género hasta el momento-, fue un fracaso en su llegada a la gran pantalla, aunque más tarde se convirtió en una cinta de culto. Tampoco llegó a buen puerto el ambicioso proyecto de Alejandro Jodorowsky, que buscó la participación de Orson Welles y Dalí, con música de Pink Floyd, y que, tras años de preparativos, nunca se materializó.

Ahora, el cineasta canadiense Denis Villeneuve convierte la producción abigarrada y con un toque estrambótico de Lynch en un "blockbuster" -con todas sus letras- aunque, eso sí, depurado, con tempo lento, minimalista y al mismo tiempo grandioso, con gestos sutiles y conversaciones pausadas, de inspiración wrightiana en sus espacios, con megaestructuras y contundente en su sonido. Todo aquello de lo que huye habitualmente una película destinada a reventar la taquilla desaparece casi por completo en esta ocasión y, sin embargo, está llamada a ser la estrella de los cines este otoño.

El exceso puede considerarse una virtud o un defecto. Para muchos, la propuesta de Villeneuve, que llega este viernes a los cines españoles es virtuosa porque capta la atención sin los trucos ni los efectos de los que presume cualquier superproducción, con una gama cromática reducida al extremo y una duración -155 minutos- y un ritmo que buscan hipnotizar y que, sin embargo, corren el riesgo de aburrir y resultar densos y tediosos, tal y como critican otros. En lo que sí coinciden todos, también esta redactora de Vozpópuli, es en la valentía del cineasta canadiense para romper la maldición en torno a esta historia y demostrar que no era tan difícil.

Sin duda, uno de los puntos fuertes de la nueva producción de Dune es el reparto. Timothée Chalamet es el flamante protagonista, que recoge el testigo de Kyle MacLachlan en el papel de Paul Atreides, hijo del Duque Leto (Oscar Isaac, que suma una actuación brillante) y la dama Jessica (Rebecca Ferguson), de la Casa de los Atreides, que llega al planeta Arrakis para asumir la explotación de la valiosa especia. Allí habitan los Fremen, lugareños entre los que se encuentran los personajes interpretados por Zendaya y por el español Javier Bardem. A todos ellos se suman Stellan Skarsgard, Charlotte Rampling o Jason Momoa.

'Dune': silencio ensordecedor

Dune, monumental, hostil y enigmática, huye de la inmediatez de los planos fugaces y los diálogos cortos. Villeneuve se toma su tiempo, es reflexivo y se regodea en los paisajes y en las ensoñaciones, una tranquilidad atípica que, precisamente, fue lo que dividió a la crítica en su prémiere mundial, que tuvo lugar en la reciente edición del Festival de Venecia, donde se presentó fuera de concurso. No obstante, no faltan las escenas de acción y la épica desbordante, aunque siempre a un ritmo pausado y en pequeñas dosis.

Para entender la sobriedad de su apuesta, ante la que la gran mayoría de la prensa especializada ha caído rendida, merece la pena recordar la trayectoria cinematográfica del director canadiense. Entre los títulos de Villeneuve (Quebec, 1967) destacan la estremecedora adaptación de la obra teatral Incendies (2010), la cinta de ciencia ficción La llegada (2016) o Blade Runner 2049 (2017), la continuación de la aclamada película de Ridley Scott. La poética y el ritmo sosegado son constantes en casi todas sus cintas, por lo que es imposible imaginar otra adaptación posible de la novela de Herbert.

Como guinda del pastel, la sobriedad de la apuesta de Villeneuve en Dune queda enfatizada por la banda sonora de Hans Zimmer, con mazazos graves y atronadores, voces enigmáticas, muros de sonido electrónico y teclados lisérgicos. Su objetivo, según ha señalado en varias entrevistas, siempre ha sido hacer justicia a la novela que tanto admira. Colosal y arriesgada, la adaptación que Villeneuve hace de Dune puede no ser memorable, pero no tiene desperdicio.

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