Cultura

'El Barrio': un documental fallido

El superventas andaluz trata de abrirse a sus seguidores pero el resultado no pasa del publirreportaje superficial en ‘Un reino sin corona’, de Movistar +

Atención, pregunta : ¿quién es el artista que más veces ha actuado en el Wizink Center de Madrid? José Luis Figuereo Franco, alías ‘Selu’, popularmente conocido como El Barrio. Se ha subido al escenario de este mítico recinto, quinto del planeta en cuanto a venta de entradas, nada menos que 27 veces. “Decimos que es nuestro artista residente. Vamos a ponerle una cama y un ordenador”, bromea Paz Aparicio, directora del espacio. Para que se hagan una idea de su conexión con esta sala para 18.000 devotos, los siguientes en el palmarés son Fito y Fitipaldis con dieciséis y el incombustible Raphael con quince. Por eso, en principio, parece buena idea hacer un documental con el marco de su sala talismán.

El problema del documental no es el artista escogido, ni el marco desde el que se le retrata, sino la artificialidad y superficialidad del conjunto, que se mueve más cerca del publirreportaje apresurado que del documental revelador. Las conversaciones de camerino son forzadas, las respuestas no pasan de la hoja promocional y las entrevistas con fans arrojan las mismas frases que podría haber sacado un reportero de Telemadrid haciendo una pieza de tres minutos para el telediario de la noche.

El Barrio es un proyecto musical que viene de abajo. Nunca fue apoyado por radiofórmulas ni mucho menos por la crítica musical. La única excepción relevante a este bloqueo mediático fue Canal Sur. En la capital de España, pasó de tocar en un pequeño local de Carabanchel (La Sala) a la ya considerable La Rivera (2.500). Luego saltó al Palacio de Vistalegre (11.000 personas) y en el siguiente paso ya se encontró con su casa en el Wizink, antiguo Palacio de los Deportes rebautizado por el banco que lo patrocina. Los testimonios del documental subrayan dos aspectos importantes: que El Barrio ha mantenido el precio de las entradas en límites razonables y que ha cuidado mucho la escenografía, aunque los fans acudirían igualmente si no lo hiciera. En esos dos sentidos, honra su condición de artista verdaderamente popular.

El Barrio en su salsa

Su meteórico ascenso tiene como secreto la autenticidad que transmite, usando recursos a medio camino entre el canalleo de Joaquín Sabina, el olor a barrio Manolo García, las aspiraciones poéticas de Maná y el hedonismo popular gaditano, ese que se puede sentir pleno con un día de playa, rodeado de los amigos del barrio y de unos filetes empanados en un ‘tupper’. El Barrio es la Andalucía plebeya, que sabe reconocer las cosas buenas de la vida, desde la belleza de un patio interior hasta la guitarra del gran Paco Cepero.

"Selu" siempre ha transmitido cierto aire mesiánico, el de un artista destinado a guiar a su público hacia formas superiores de belleza

El otro gran error del documental es la inconsistencia a la hora de dibujar el perfil del artista. Dos entrevistados le describen con un hombre “completamente normal”, “la antiestrella total”, algo que otros momentos del metraje desmienten. El propio "Selu" presume de tener una percepción especial, de ser dueño de una hipersensibilidad que no posee ninguna otra persona de su círculo. Además la pieza se titula Un reino sin corona, no hace falta ser un hacha para deducir que El Barrio se ve a sí mismo como un rey. "Selu" siempre ha transmitido cierto aire mesiánico, el de un artista destinado a guiar a su público hacia formas superiores de belleza.

Hay una enorme distancia entre esa autopercepción gloriosa, regada por la devoción de sus seguidores -conocidos como los barrieros- y la indiferencia que le ha dedicado siempre el grueso de la industria de la música en España. Esa brecha resulta invisible en el documental, cuando seguramente sea lo más singular del artista gaditano. Tampoco se habla a fondo de su biografía, ni de sus influencias musicales y poéticas, algo que lastra un producto que se queda a medio camino de su potencial.

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