La Navidad es, cada vez más, otra cosa. Es la fiesta o equinoccio de invierno. Donde la “magia de la navidad” nos invade como una sensación de ilusión, donde los cuentos clásicos se funden con la fantasía invernal, dando paso a un estampa de casas de Laponia, con duendes, renos y cómo no, Papá Noel.
Cuando la esencia es otra. Para empezar, el origen del gordo bonachón de barba tupida, que trae regalos de manera mágica, es Santa Claus. Apelativo de San Nikolaus, en Alemán. Que es San Nicolás de Bari (lugar donde está enterrado en Italia) o de Myra (lugar donde vivió), como se le quiera apellidar. Que adquirió popularidad por ser generoso con su dinero y con sus bienes, en la península de la Anatolia (actual Turquía) y que falleció un 6 de diciembre del 343 con fama de santidad, que llegó a toda Europa. Y que luego la confirmó con una larga lista de milagros de todo tipo.
Vidriera con la imagen de San Nicolás.
Eso que llamamos santidad es, ni más ni menos, ser un fan o seguidor, con una vida coherente, del verdadero originador de la Navidad: Jesucristo, el Hijo de Dios. Que nació en Belén, cerca de Jerusalén, en la Tierra prometida: Canaán. Porque sus padres tenían que apuntarse en el censo, que César Augusto mandó llevar a cabo, en el lugar donde surgió su dinastía, es decir la del rey David; descendiente del patriarca Abraham, en este desconocido pueblo. Allí, en un establo, vino al mundo porque no había sitio en la posada. Junto a algunos animales, cómo una mula y un buey. Los pastores del lugar fueron a adorarle, porque un ángel les dijo que era el Mesías. Aquel que venía a librarnos del pecado original, que cometieron Adán y Eva, mediante su muerte y resurrección, pero también mediante un mensaje de amor que es el Evangelio y gracias a su ayuda continua, que nos asiste con los siete sacramentos. Unos magos de oriente llegaron hasta allí, gracias a una profecía que anunciaba su nacimiento y a una estrella del firmamento que les guió.
La Navidad es recordar y vivir ese hecho cada año, en la fecha que por una larga tradición se concretó el 25 de diciembre. Mediante múltiples maneras, que nos ayudan a tener presente este hecho trascendental que cambió el rumbo de la historia, nos acercamos a ésta. La más habitual es el Belén o también llamado pesebre. El primero fue viviente. Lo organizó San Francisco de Asís en la Navidad de 1223 en Greccio (Italia). Por lo que este año celebramos 800 años de este aniversario.
El mundo no necesita más Papás Noel, necesita cada vez más la Navidad, para volver a la esencia de nuestra cultura, de nuestra sociedad y de la humanidad.