Cultura

¿Por qué un antiislamista iba a atacar un mercadillo navideño en Alemania?

El perfil de Taleb Jawad al-Abdulmohsen es el de un saudí que ha abandonado la religión musulmana para abrazar el ateísmo, convirtiéndose en un radical crítico

  • Fotograma del momento de la detención del atacante de Magdeburgo.

Como ya es habitual ante cada suceso político, todos los bandos de la "batalla cultural" se apresuran a arrojarse los muertos a la cabeza para demostrar cuánta razón tenían los suyos y lo malos que son los de la trinchera de enfrente. La izquierda afirma que es un ultraderechista vinculado con el partido alemán AfD. A esto responden otros que el terrorista había afirmado ser de izquierdas. La derecha radical afirma que el terrorista es un islamista, pese a todas las evidencias de que es un ateo contrario al islam. Algunos en la derecha reconocen que no era de religión islámica, pero lo importante es que era un árabe saudí, es decir, un extranjero, por lo que todo seguiría siendo culpa de la progresía "refugiados-bienvenidos". Para esa progresía, lo único importante es que era un hombre heterosexual, por lo tanto las culpas van para el cis-hetero-patriarcado. Incluso entre la comunidad musulmana se le acusa entre los suníes de ser un radical chií, y entre los chiíes de ser un agente suní.

Pero ¿cuál es la verdad? La primera verdad es que las motivaciones ideológicas del terrorista seguramente sean menos decisivas que su mala salud mental, consumo de drogas y falta de integración social (factores clásicos de la violencia, a menudo despreciados en beneficio de más atractivas interpretaciones políticas, como hace el feminismo con su relato sobre la "violencia de género"). Pero quien realmente quiera penetrar en las ideas del terrorista tiene sencillo hacerlo, pues era una figura pública cuyas entrevistas y redes sociales pueden consultarse. O podían, antes de que en las últimas horas su cuenta en Twitter/X desapareciese por obra y gracia de Elon Musk y luego volviese a aparecer con cientos de publicaciones borradas.

El perfil de Taleb Jawad al-Abdulmohsen es el de un saudí que ha abandonado la religión musulmana para abrazar el ateísmo, convirtiéndose en un radical crítico del islam (como es habitual entre los ateos salidos de todas las religiones, que se convierten en fanáticos predicadores de carácter anti-religioso). La crítica que le hace al islam es la típica: su historia de violencia, la intolerancia de su libro sagrado, la tiranía del monoteísmo, los defectos de su profeta o el control sobre la mujer. Es decir, los mismos aspectos que un ateo criticaría del cristianismo, si en Occidente hubiese quedado algo de la Cristiandad. Y si no ha quedado (casi) nada es porque el cristianismo, a diferencia del islam, es tolerante con la duda religiosa e incluso con la pérdida de fe: el propio Cristo en la cruz se pregunta si el Padre le ha abandonado. Esto no ocurre en la tradición islámica, donde un ateo es visto como la peor alimaña, merecedor de los peores castigos.

El mercado navideño de Magdeburgo, escenario del atentado

El mercado navideño de Magdeburgo, escenario del atentado

Parece ser que Taleb era uno de esos pocos musulmanes que se atreven a ser ateos, por lo que huyó de Arabia a nuestro continente, donde encontró sectores tanto europeos como estadounidenses que le trataron como un héroe. Estos "casos aislados" (ex-musulmanes -como el mítico Salman Rushdie-, pero también disidentes chinos, liberales rusos anti-Putin o ex-comunistas reconvertidos al "mundo libre") son favorecidos en Occidente como mascotas que nos permiten reafirmar nuestros peores sesgos sobre el islam, China, Rusia, el comunismo o cualquiera de los enemigos mitológicos del momento.

Taleb encajó así en un ecosistema político euro-americano que viene creciendo desde tiempos del 11S y las "guerras contra el terrorismo". Estos entornos afirman que la verdadera esencia del islam no es la de la mayoría de millones de musulmanes moderados y pacíficos, sino las interpretaciones más extremistas y desviadas del Islam (aparecidas en los pasados siglos de la mano del colonialismo británico y francés) realizadas por sus figuras más radicales (como Osama bin Laden, ex-colaborador de la CIA). La lógica de esta "derecha woke" es semejante a cuando la "izquierda woke" afirma que la minoría de violadores son los verdaderos "hijos sanos del patriarcado", o los contados esclavistas de la Historia "la esencia del hombre blanco". 

Perfil ateo-islamófobo-sionista

A ello se le añade la teoría de "Eurabia", según la cual el principal peligro para Europa sería "la islamización". Como si la gran amenaza para nuestras mujeres fuese ponerse un pañuelo en el pelo y no el OnlyFans. Como si el problema fuese que algunos no coman jamón en vez de la omnipresente anti-civilización del bacon-cheese-burger. Como si las iglesias fuesen a ser sustituidas por minaretes, en lugar de por Starbucks. El problema de la inmigración sería la religión islámica en particular, no las dificultades de la integración en general. No habría ningún problema con las sectas evangélicas venidas de Sudamérica, los extremistas hindúes en Gran Bretaña ni los chamanistas del África negra en Francia. Así, se tira por tierra cualquier crítica razonable a los excesos de la inmigración (desde la competencia laboral desleal hasta los problemas del desarraigo) para plantear una simplona "guerra de civilizaciones", parodia "de moros y cristianos" que acaba llevando a un callejón sin salida a tantos cristianos, conservadores y patriotas.

La consecuencia de este magma ideológico fue en 2011 el brutal tiroteo perpretrado por el noruego Anders Breivik, en cuyo manifiesto se hacía eco de todas estas ideas. En esta línea de acción parece inscribirse Taleb. Pero entonces, ¿por qué un anti-islamista iba a realizar su atentado contra un mercadillo navideño, en lugar de -por ejemplo- contra una mezquita? En primer lugar, porque el objetivo de Taleb no eran los musulmanes en sí. La obsesión de Taleb (y de buena parte del mundillo islamófobo) es que son los occidentales -los alemanes en este caso, tanto los políticos como la policía como el propio pueblo- los que están promoviendo su propia islamización. Es una teoría de la conspiración que no parece alocada, viendo nuestras pésimas políticas migratorias, nuestras nulas políticas de integración o nuestro reciente aplauso a los islamistas radicales en Siria. También tenía Taleb un profundo rencor contra los alemanes, que -creía él- no hacen lo suficiente por apoyar a los ateos y otros disidentes de Arabia Saudí. También tiene algo de razón aquí: Occidente solo se atreve con los países de los que no puede sacar más, nunca levanta la voz contra los países de los que depende económica o estratégicamente. Hablamos contra Irán pero callamos sistemáticamente los crímenes de Arabia Saudí; hablamos contra las guerras de Rusia pero callamos sobre las de Turquía. La consecuencia de estos planteamientos es que, para Taleb, son los alemanes los que tienen que pagar.

El terrorismo yihadista golpea sobre todo a la población musulmana en Oriente Medio

Otro factor es que muchos terroristas se dirigen sistemáticamente contra aquellos más cercanos a ellos. Por ejemplo, el terrorismo yihadista golpea sobre todo a la población musulmana en Oriente Medio. El ISIS atacaba a otros musulmanes mientras que nunca atacó Israel. Lo que más rabia da al integrista son los "moderados" que le rodean. Le resulta insoportable que no vean los peligros que él ve claramente. Siente que su primera prioridad es castigarlos a ellos. Es el mismo fenómeno que el terrorismo de la ETA cebándose con los vascos que no pagaban extorsiones. O el nacional-socialismo alemán tomando por primera víctima a los "moderados" nacional-socialistas austriacos. O la infinidad de acciones violentas entre guerrillas revolucionarias, facciones trotskistas y demás grupúsculos de izquierda. O el citado Breivik: tan preocupado por el fin de los "cristianos blancos" que tiroteó exclusivamente a "cristianos blancos", para castigarles por su falta de auto-preservación. En ocasiones también juega un papel la voluntad de que tu atentado "obligue a despertar" a los tuyos, les saque de su letargo, reactive una "nueva cruzada" o "guerra racial".

Hay un tercer factor: la naturaleza atea de Taleb. Las pasadas décadas de terrorismo islamista parecen habernos hecho olvidar el historial ultra-violento del ateísmo, que históricamente se ha cebado de forma particular contra el cristianismo, desde la revolución francesa hasta la mexicana, pasando por varias revoluciones comunistas. En las corrientes del "nuevo ateísmo" euro-americano en las que se movía Taleb es muy habitual que la islamofobia acompañe a una profunda cristianofobia. Curiosamente, muchos de estos "nuevos ateos" (desde el estadounidense Sam Harris hasta el británico Pat Condell) dan muestra de ser favorables a la religión judía, o al menos al estado de Israel. Suelen respetar la religión judía "por no ser proselitista" (sin mencionar que es supremacista) y por haber sufrido persecución (sin mencionar que la minoría religiosa más perseguida actualmente en el mundo es la cristiana). Suelen apoyar a Israel imaginándolo como un dique del laicismo contra el integrismo musulmán. La realidad es que Israel es un estado levantado sobre fundamentos religiosos judíos, sostenido desde el exterior por el fundamentalismo evangélico estadounidense, y promotor (directo o indirecto) del radicalismo islámico en la región.

Taleb tiene ese perfil ateo-islamófobo-sionista. Sus redes sociales son una abierta declaración de apoyo a Netanyahu, clamando incluso por un "Gran Israel" que absorba Palestina, el Líbano y Siria. Países en que recientemente Israel ha hecho cosas más graves que atacar un mercadillo cristiano. Concretamente: bombardear iglesias en Palestina, golpear barrios cristianos en Líbano y destruir una cruz en Siria. Esta devoción de Taleb por lo judío y lo israelí (que no son la misma cosa) puede ser otro motivo de su cristianofobia. Hace pocos meses compartía Taleb en Twitter/X el mensaje de un rabino israelí, al que daba su aprobación: que la Virgen María era una prostituta que concibió a Jesús mediante una infidelidad. La mayor parte de estas polémicas publicaciones desaparecieron misteriosamente cuando Elon Musk cerró y reabrió su cuenta. Musk, también un declarado sionista, lleva un año censurando contenidos pro-palestinos con la misma soltura con que censuraba el anterior CEO Jack Dorsey. Parece ser que la "cultura de la cancelación" de izquierdas no queda tan lejos de la de derechas. Y parece ser que el terrorismo islamista tampoco queda tan lejos del terrorismo islamófobo.

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