En el penúltimo número de la revista británica Mojo, entrevistan a la superventas Linda Ronsdtat, de quien se calcula que su voz aparece en 120 álbumes y que ha despachado más de cien millones de copias a lo largo de su carrera.
Por desgracia, Rondstat perdió la voz hace unos años y ya no puede actuar, así que la periodista le pregunta -de manera un poco morbosa- qué tipo de música interpretaría si se produjese un milagro y recuperase sus facultades. “Sobre todo, escogería canciones tradicionales mexicanas, sencillamente porque es música muy buena. Ahora mismo estoy tratando de conseguir la doble nacionalidad”, contesta.
No es una sorpresa para nadie, ya que su disco Canciones de mi padre (1987) logró ser el álbum en castellano más vendido de la historia de la industria musical de Estados Unidos. Esta anécdota ilustra perfectamente la fascinación que produce el repertorio popular de México a casi cualquiera que le preste atención.
Quien quiera engancharse de verdad, puede probar con uno de los mejores álbumes publicados este año: Un canto por México volumen 1, de Natalia Lafourcade. Se trata del feliz encuentro entre la artista de Veracruz y Los Cojolites, fundadores y custodios del Centro de Documentación del Son Jarocho en Jáltipan. El son jarocho forma parte de la música del Caribe colonial y combina poesía cantada y danza zapateada.
Este encuentro de elementos populares mexicanos y música barroca sirve a Lafourcade para dar nueva vida a composiciones de Agustín Lara, José Alfredo Jiménez y Juan Gabriel, entre otros autores clásicos. Desde “Cucurrucucú paloma” hasta “Serenata Huasteca”, pasando por “Ya no vivo por vivir”, consigue bordar un disco pleno, elegante y a ratos bullanguero. Una delicia.
Otro disco que nos recuerda el voltaje de las canciones del país es El Cigala canta a México, donde el cantaor del Rastro madrileño es arropado por el Mariachi Vargas de Tecalitlán. Mandan los boleros y rancheras de autores tan ilustres como Vicente Fernández, Wello Rivas, Chavela Vargas, Javier Solís y Agustín Lara.
Aunque hoy sea complicado encender la radio y encontrar estas joyas, escuchando su versión de “Besáme mucho” (Consuelo Vázquez) se entiende por qué esta pieza es una de las más versionadas en la historia de la música popular. La aportación del Cigala, ademas de una voz inconfundible, es añadirle la potencia del guagancó y el músculo de la Cali Salsa Big Band. También interpreta “Somos novios”, la canción que Elvis Presley 'robó' a Armando Manzanero, que terminaron dirimiendo sus diferencias en los tribunales. La música de México siempre ha tratado de tú a la estadounidense.
Fábrica de leyendas
Realmente es triste la desconexión de España con la música popular de este país con quien compartimos idioma. Aquí se identifica a Juan Gabriel con el protagonista de una estrepitosa caída desde el escenario, a Luis Miguel con icono hortera y a Vicente Fernández con el señor que dijo una frase desagradable y retuiteable sobre los homsexuales.
En realidad, estamos hablando de gigantes musicales, ya que Luis Miguel no tiene nada que envidiar a Frank Sinatra y ha llevado el repertorio del país a lo más alto, por ejemplo en el reciente ¡México por siempre! (2017), motivo de su última y notable girador nuestro país. Vicente Fernández, así como su hijo Alejandro, son gigantes de la música ranchera y mariachi, con repertorios espléndidos que saben interpretar. Por cierto, a final de año está previsto que Alejandro gire por nuestro país para presentar su potente último álbum, Hecho en México (2020).
De Juan Gabriel basta decir que es una de las personas más queridas en la historia del país, hasta el punto de que medio millón de personas pasaron a despedirle por su capilla ardiente en Bellas Artes, por no hablar de que el director de la televisión de la universidad de México tuvo que dimitir por unos comentarios clasistas hacia el cantante. Tenemos mucho que aprender del amor de los mexicanos hacia su música popular. No seamos tan tristes como para que Sabina nos tenga que descubrir a Chavela Vargas y Netflix a Luis Miguel.