Pocas veces se ha visto a Juan Carlos Monedero tan descolocado en su programa de entrevistas. Enfrente tenía a Ana Iris Simón, autora de uno de los fenómenos editoriales del año, las memorias generacionales de una joven de provincias, tituladas Feria (Círculo de Tiza, 2020). Las preguntas del político de Podemos brotaban llenas de “No pero sí” y de “Sí pero no”, reprochando a la escritora desviarse del discurso oficial de la izquierda española. Por cierto, esta semana Feria alcanzó su octava edición.
Planteamiento típico de Monedero durante la charla (11:27): “Una cosa es reivindicar tu familia y otra cosa es reivindicar el modelo familia que implica eso, porque no es bonito. Que una mujer tenga que criar a los hijos que le mandara el Señor, sacrificando su vida, sin poder pensar una vida alternativa, con el marido exiliado, y encima a lo mejor con la conciencia en el pueblo de que su padre era un criminal por haber defendido la República…”, especula.
Ana Iris Simón ha sido acusada de 'fascista' por una izquierda incómoda con la defensa de los valores familiares
Simón le responde remitiéndose a conversaciones con sus abuelos, diciendo que él no daba biberones porque pasaba quince horas al día arando al sol en el campo y que quizá su abuela escogió más cosas de las que pensamos. Añade que no puede juzgarse a una mujer de entonces desde el paradigma de “la familia nuclear y la thermomix” y que el modelo dominante contemporáneo, el de la serie Sexo en Nueva York, tampoco ha hecho felices a las jóvenes de las nuevas generaciones. "Tengo la sensación de haber cambiado un yugo por otro", señala la autora, que se arrepiente de haber mirado la vida de su abuela con condescendencia.
La verdad no se vota
¿Quién tiene razón en esta polémica? Seguramente no es lo más importante, incluso la autora insiste en que su experiencia no es aplicable a todo el mundo. Lo importante es que el debate se ha abierto y los lectores de Feria -muchos y crecientes- pueden usar lo que se explica en el libro para reflexionar sobre su propios conflictos vitales. El problema que abordamos en este análisis son las reacciones histéricas al texto, por ejemplo acusar a Simón de 'fascista', caso del reciente artículo “Ana Iris Simón, Pablo Und Destruktion y el discreto encanto del falangismo”, firmado por el ensayista Pablo Batalla Cueto.
Monedero no arremetió contra el libro, pero tituló la entrevista con una frase de José Antonio Primo de Rivera
Un parrafito para que se hagan una idea: “Es imposible no acordarse, leyendo Feria, de Falange, del mundo de Falange, de los tropos y fascinaciones de Falange. Si no es un libro falangista, no cabe duda de que es un libro que no desagradaría a un falangista; del que un falangista viera banderas victoriosas y flechas florecidas en sus diatribas antimodernas y su invitación ‘a volver a mirar lo sagrado del mundo: la tradición, la estirpe, el habla, el territorio’”, lamenta Cueto. Suena delirante condenar un libro porque tú te imagines que “no desagradaría a un falangista” (así, por magia mental en la onda del CIS de Tezanos).
A pesar de que Monedero recomienda el libro durante la charla, luego dejó un recado en el título que escogió para el programa: “La verdad no se vota, se razona”. Se trata una alusión a la frase de José Antonio Primo de Rivera (“La verdad no se vota” es una obviedad con la que es casi imposible no estar de acuerdo). Parece que cierta izquierda fuese incapaz de acercarse a Feria sin colgarle un yugo y unas flechas. Como se explica en el libro, Ana Iris Simón es hija de una familia divorciada, decisión que no reprocha en ningún momento del libro. La diatriba anti-Feria de Batalla Cueto se lleva también por delante a Surcos (1951), clásico del cine español, por tener un director (José Antonio Nieves Conde) que fue falangista, además de alumno de Antonio Machado y cercano a Manuel Machado.
Se hace pagar a Ana Iris Simón, manchega y de clase trabajadora, una especie de multa por citar en sus páginas a Ramiro Ledesma Ramos, fundador de Falange, aunque sea una cita de derechas entre otras muchas de izquierda y centrándose en la admiración juvenil que profesba por el espíritu justiciero de Don Quijote. Curiosamente, esa factura política no se ha pasado a la novelista Cristina Morales, ni al político Iñigo Errejón (que cita la frase "Solo los los ricos pueden permitirse no tener patria") ni al grupo de rock Fuerza Nueva, que también usa referencias falangistas. Ya lo explicamos con detalle en Vozpópuli.
Las señoras agraces
No podía faltar la polémica feminista. Quien se acerque a una firma de libros de la autora verá que tiene un montón de lectoras entregadas, muchas con aspecto y maneras de clase trabajadora. Aún así, o precisamente por eso, cierto feminismo la mira con reparo y menosprecio por no repetir en las entrevistas los eslóganes el 8-M. El choque más sonado lo retrató el escritor Alberto Olmos para un artículo de Zenda, titulado Las señoras agraces. Allí explicaba cómo Cristina Fallarás y Silvia Nanclares, entre otras reseñistas 'con perspectiva de género', habían denunciado que Juan Soto Ivars incurría en “VIOLENCIA” (así con mayúsculas) al escribir esto en una de sus columnas: “La tonelada de basura autorreferencial repleta de imperiosas glorificaciones de lo pueblerino y lo auténtico, con loas a las mujeres agropecuarias de la propia familia, hedionda de jactancia y moralina de hípster arrepentido, termina con Feria”, opinaba Soto. Prefería este libro a otros y lo expresaba sin mencionar nombres de las novelas que consideraba inferiores.
Otras feministas como Loola Pérez respondieron en Twitter cosas como esta: “Violencia es que tu maltratador, mientras te llama 'puta' y te acusa en falso de ser infiel, comienza a tirar todo objeto que pilla (figuras, móvil, reloj, etc) contra la cuna donde está durmiendo tu bebé de seis meses, no una ácida crítica literaria. Dejen de banalizar la violencia”, demandaba. ¿Por qué causa Feria tanta irritación y pérdida de papeles? Mi impresión es que la izquierda española cada vez es más consciente de que ha perdido la conexión con las clases rurales, las clases populares y las ciudades medianas de la España interior. Cualquier producto cultural que provenga o conecte con estos sectores tiene todas las papeletas para producirles un ataque de nervios. ¿Hay más posibilidades?