Fernando Savater no rehúye la actualidad. No lo ha hecho antes, menos ahora. Hace unas semanas, el filósofo y escritor vasco escribió una columna donde, con motivo de las elecciones madrileñas, criticó al Partido Socialista de Pedro Sánchez por su vinculación con "fuerzas políticas separatistas, herederas del terrorismo y de muy poco talante democrático". Humanista a contrarreloj –se reparte entre las columnas de prensa, el ensayo y la docencia-, Fernando Savater está lejos de cultivar posiciones extremas y ha procurado en varias ocasiones acompañar proyectos políticos de centro. Fue fundador del partido UPyD y en momentos de polarización apoyó a un partido como Ciudadanos, del que hoy analiza sus principales errores.
En un momento en que la palabra libertad se llena y se vacía de contenido según convenga y los mecanismos democráticos sufren de una embestida de decretos y decisiones unilaterales, Fernando Savater señala cuáles son los elementos de mayor gravedad que amenazan al Estado español en pandemia. Vinculado siempre a la vida pública, el filósofo, escritor, periodista, profesor universitario y demás frentes intelectuales, Savater tiene una obra de más de 40 libros. Conocido por sus duras críticas contra el nacionalismo vasco y su compromiso con determinadas causas públicas -el Foro de Ermua, por ejemplo- la escritura de Savater significó un punto de inflexión tanto en los lectores inexpertos como veteranos; Ética para Amador y Política para Amador dan fe de ello.
P. Cuando se levantó el estado de alarma la libertad pasó de lema de campaña a lema de ‘juerguistas’. ¿Se puede ser libre sin cumplir obligaciones?
R. No hay libertad sin responsabilidad. Son la cara y la cruz de una misma moneda. Hablamos de libertad cuando vamos a actuar y de responsabilidad cuando hemos actuado. La libertad crea problemas: al actuar contraes responsabilidades y por eso la gente prefiere que le den órdenes, así se quita la responsabilidad del medio. Cuando se pide libertad hay que tener claro que también se pide responsabilidad. Así hay que pensárselo.
P. ¿Cómo hemos pasado del alguacilismo del primer confinamiento a expresiones de catarsis como las de hace 15 días?
R. La explicación es muy sencilla: porque estamos hartos. Al principio el confinamiento era una novedad, algo distinto, una vida insólita. Pero llevamos ya mucho con la vida insólita, sin viajar, sin reunirnos. Los viejos, como yo, no hacemos una vida muy distinta a la del confinamiento, pero los jóvenes sí. Si tuviera veinte años habría querido salir. Comprendo que estén hartos y uno puede estarlo, pero el virus sigue ahí. No es psicológico. Es un dato real. Si no estás vacunado y haces una vida libre eso tendrá consecuencias en los hospitales.
P. El estado de alarma ha desaparecido y la norma común se atomizó. ¿Y entonces?
R. La idea perfecta ya la plantearon algunos países nórdicos: explicar a la gente los peligros que supone salir. Eso es lo que hay que hacer, pero la mayoría de la gente no sabe qué hacer si no le dan órdenes. Si no está prohibido, no lo cumplo. El problema de la libertad es que comporta responsabilidad. Eso implica hasta qué punto la gente ha nacido para ser esclava. Hay muchos que más o menos tenemos la pretensión de que podemos mandarnos a nosotros mismos, pero la mayoría, por lo que se ve, necesita un guardia. Se quejan de las autoridades, pero sin las autoridades no saben vivir. El sueño anarquista que algunos hemos tenido alguna vez es no recibir ordenes, porque puedo asumirlas yo mismo.
Una cosa es evitar contagios y otra suspender la democracia. El Gobierno ha abusado de sus poderes y ha actuado con una mezcla de capricho e ineficacia
P. Eso tampoco exime a los gobiernos gobernar. ¿Quién dispone qué cosa y cómo? ¿El parlamento autonómico, el Ministerio de Sanidad, los jueces?
R. España tiene una administración muy descentralizada. Evidentemente, el Gobierno del Estado tiene que marcar una pauta general y que cada comunidad autónoma tenga ciertas libertades de aplicación, porque cada una es distinta. El problema es la mala coordinación. El Estado dio primero unas normas muy tajantes según las cuales todos debían hacer lo mismo y luego dejó toda la responsabilidad en las comunidades. Hace falta una legislación. Se están mutilando las libertades de la gente: moverse, viajar... Eso necesita algún respaldo legal, que es lo que ahora falta, pero el Gobierno está a otras cosas y dice que cada cual se las arregle como pueda.
P. ¿Es posible hablar del deterioro de las instituciones, incluso de una pérdida de calidad democrática?
R. Cuando se declaró el estado de alarma, todos creíamos que esto sería cosa de 15 días, pero de pronto fueron seis meses… y seis meses con reuniones parlamentarias suspendidas. Evidentemente no es una situación normal, pero incluso en tiempos de guerra un país debe reunir a su parlamento. Una cosa es evitar contagios y otra suspender la democracia. El Gobierno ha abusado de sus poderes y ha actuado con una mezcla de capricho e ineficacia. No hay nada peor para ciudadanos que ven dar órdenes al tun-tun. Dijeron que no habría contagios, que las mascarillas no servían para nada… ¿Cómo pretenden que les crean?
P. A falta de Parlamento, ¿buenos son los jueces?
R. Los jueces solo pueden aplicar leyes. Si no hay leyes sobre la pandemia, la determinación sobre cuándo hay que cerrar bares son disposiciones, no leyes. La ley dice que podemos deambular por el país libremente. Está contemplado, pero no en una pandemia. No se le puede pedir a los jueces que inventen una legalidad. El gobierno pide que los jueces sean creativos y se inventen una legalidad.
P. Sobre las elecciones, ¿quién fue derrotado primero en las elecciones de Madrid: el Ángel Gabilondo candidato o el Ángel Gabilondo filósofo?
R. El derrotado en las elecciones de Madrid fue el PSOE. Ángel Gabilondo fue el que dio la cara. Creo que Gabilondo es una persona muy honrada, pero no es un líder de masas. Le hicieron cargar con el paquete de llevar como aliado a una organización tan impresentable como Podemos. De esa manera le hicieron cargar con todas las responsabilidades del Gobierno. Muchos han votado al PP porque no le gustan los socialistas que se apoyan en separatistas y Bildu. Gabilondo no ha podido con eso.
Todos los estados democráticos son liberales en las ideas y socialdemócratas en la redistribución económica
P. Si a Leguina lo expedientan y a Trapiello lo acusan de revisionista, ¿qué le pueden reprochar a usted por haber apoyado a Ayuso? ¿Por pensar distinto?
R. Me lo reprochan todo, estoy acostumbrado. Siempre ha habido gobiernos que han intentado favorecer a los suyos y hostigar a los que no lo son. A partir de la moción de censura se ha creado un Gobierno minoritario. El PSOE nunca ha tenido tan pocos parlamentarios como ahora y, sin embargo, le parecen más peligrosos al país: separatistas, comunistas, grupos que vienen del terrorismo. Este es un Gobierno que se apoya en esos mimbres y tiene posiciones radicales en lo referente a memoria histórica o un código penal basado en el género. Considera que los hombres, a priori, tienen más culpabilidad que una mujer. Eso ha creado una desafección. El Gobierno tiene mucha gente desafecta, entre la que me encuentro, y esto irá aumentando.
P. ¿Es exagerado entender el linchamiento como fenómeno de este tiempo?
R. Eso ya es un problema de las redes sociales. Reconozco que frente al linchamiento en las redes hay una solución muy fácil: no utilizarlas. En todas partes hay chalados y maleducados…
P. El asunto es que ese espíritu se ha trasladado a medios convencionales, la televisión o la prensa.
R. Eso es más grave: que los malos modos se contagien a plataformas informativas más serias. Que los debates se conviertan en insultos o amenazas. Un debate puede ser muy radical sin necesidad de pasar a la ofensa o a la amenaza. El hecho de que se vean amenazas o grupos de personas que atacan a otras en la calle para mostrar su descontento con una sentencia judicial. Inconformes con las decisiones que se tomen siempre habrá y eso hay que discutirlo en parámetros democráticos, pero no que cada vez que una sentencia no guste salgan a la calle a quemar muebles
P. UPyD y Ciudadanos desaparecieron por razones distintas, sin embargo… confirma que el centro tiene poca viabilidad, al menos en España. ¿Qué piensa?
R. En una democracia actual el liberalismo y la socialdemocracia tienen que ir juntos. No hay por qué elegir uno u otro. Todos los estados democráticos son liberales en las ideas y socialdemócratas en la redistribución económica. Un partido que asume esa situación, en España, defiende la unidad del país, de género y que sepa aunar el liberalismo y socialdemocracia es necesario. Eso fue lo que quisimos hacer en UPyD y luego lo intentó Ciudadanos.
Pudimos habernos equivocado, pero está el problema de errores políticos. En UPyD fuimos los primeros que denunciamos casos de corrupción como el de Rodrigo Rato. El poco dinero que tenía UPyD se invirtió en demandas. A pesar de no tener apoyo mediático, logramos representación, pero no hubo forma de mantenerlo. En el caso de Ciudadanos, creo que el apoyo que han prestado al PSOE le ha causado daño. La gente votaba a Ciudadanos para que no blanqueara al PSOE. A pesar de que hayan desaparecido tanto UPyD como Ciudadanos, creo que un partido de esas características es necesario y hay que intentar recuperarlo.
P. Se cumplen diez años del 15-M, ¿qué balance puede hacerse?
R. Tuvo un aspecto simpático o a mí me lo pareció: ver a la gente reunida para hablar de cosas diferentes al fútbol. Hablaban de cuestiones económicas, políticas y sociales. No quiere decir que tuviesen la solución o no muchas más de las que tienen los políticos, pero que discutiesen esas cosas para darse cuenta de la complejidad de los problemas generaba una consideración de que la política no es cosa de unos cuantos. Pero, claro, el hecho de que se metieran 12 milenaristas en esa discusión, con eso de no nos representan… ¿Qué pasa, que si no le dan la razón no los representas? Ahí estuvo el peligro, una cosa era que la gente se sentara a debatir y otra adoctrinar con un conjunto de ideas, que lamentablemente fue lo que salió adelante y ha monopolizado el impacto del 15-M fue quienes crearon un escuadrón. Elementos como Podemos vienen de ahí, pero creo que entre sus elementos positivos estuvo ese: la reunión para discutir la complejidad de los problemas.