El cineasta francés François Ozon ha demostrado sus dotes para transitar por terrenos ambiguos, tanto en la temática como en el género, con el fin de desconcertar al espectador e introducirlo en las zonas más oscuras e inexploradas del alma humana, tal y como ha hecho en su nueva película, Cuando cae el otoño, un drama de suspense que llega este viernes a los cines después de haber competido por la Concha de Oro en la pasada edición del Festival de San Sebastián.
El prolífico cineasta -ha estrenado una película por año en el último lustro- combina la comedia ligera y la tragedia en una película en la que nada parece ser lo que realmente es, y en la que un bucólico enclave de la Borgoña sirve como escenario para una historia con arranque amable. Michelle (Hélène Vincent), una mujer jubilada que pasa los días en compañía de su mejor amiga, recibe en día en su casa a su hija y a su nieto. Una intoxicación alimentaria trastoca los planes y sirve de detonante en la relación entre una madre y una hija rencorosa.
Ozon explora con esta cinta de intriga la relación con la familia biológica y el nexo con la familia elegida, así como los lazos tóxicos que las unen. "Hay personas gays con hijos y no pasa nada, se va aceptando más. Hay gente que vive sin tener relaciones sexuales, pero que se aman profundamente. Pienso que los lazos que tú creas y escoges son más importantes que los lazos impuestos. Por fin salimos de siglos de un largo patriarcado y de la opresión de la religión, sea cual sea, católica, protestante, musulmana o judía. No hay que olvidar que hay una resistencia, que vemos un resurgimiento de la derecha y de ideas basadas en la familia tradicional", ha señalado el director a Vozpópuli con motivo de su visita a Madrid para presentar el filme.
Uno de los temas clave en esta película es cómo aborda la historia de dos trabajadoras sexuales que lidian con el peso sobre sus hijos. Ozon explica que su objetivo desde el principio fue "mostrar una historia de sororidad entre dos mujeres que han tenido un pasado, que se jubilan y deciden mudarse al campo, vivir en ósmosis con la naturaleza". Ambas tienen "unas relaciones muy complicadas con sus hijos", para lo que el cineasta se documentó. "Hablé con hijos e hijas de trabajadores sexuales, leí muchos testimonios y vi que había más o menos dos tipos, con matices: uno, el que rechazaba o negaba lo que había hecho su madre, y otro, el que acepta lo que hizo, el que la considera una víctima a la que hay que ayudar. Es lo que yo quería mostrar en este aspecto", explica.
Para Ozon, esta puede parecer una historia de una familia, pero no es una familia normal, no hay lazos de sangre, sino que ha sido escogida por uno mismo. Efectivamente, en apariencia "es muy clásica", ya que cuenta "la vida de dos mujeres, mayores, una cosa muy tranquila, están jubiladas, con un ritmo muy de campo". "Hay mucho fuera de campo, no se cuenta todo, crees entender, pero en el fondo no has entendido nada, es un poco como la vida. No sé si tiene género". responde el realizador galo.
Fuera de plano
Precisamente, lo que se queda fuera del encuadre del plano es lo que más parece importar a un cineasta que no parece contar lo que realmente está pasando, o lo que uno intuye que sucede. En este sentido, explica que como director parte de la base de considerar al espectador alguien "inteligente" que "puede hacerse su película, literalmente, y añadir elementos". "Yo no tengo todas las respuestas, sé unas cuantas cosas, pero no lo sé todo. El espectador debe ser interactivo, trabajar y aportar respuestas él mismo. A algunos esto les sienta fatal, no les gusta nada, y se preguntan por qué no muestro lo que ocurre en la terraza. Otros, en cambio, están encantados, prefieren imaginar lo que ha podido ser", argumenta.
Sobre la elección de la protagonista y de su mejor amiga, llama la atención que está protagonizada por dos mujeres mayores que representan a una parte muy importante de la población, especialmente en Europa, y que, sin embargo, no encarnan personajes muy estereotipados, sino mujeres difíciles de clasificar o encasillar. Ozon cuenta que Cuando cae el otoño ha funcionado muy bien con gente mayor y que, precisamente, las personas mayores se han sentido "encantadas" justamente porque se mostraba mujeres fuera del papel normal de persona mayor. "Mis dos protagonistas tienen vidas complejas, un pasado, no son las perfectas abuelitas, ni mucho menos. Nada es blanco y negro. Son mujeres vitales, con deseos, con ganas de hacer cosas y ambiguas también. Es esto lo que la gente quiere ver, salir de lo habitual", opina.
En este sentido, y preguntado por la sensación de haber nadado a contracorriente en la industria cinematográfica con una historia atípica respecto a los papeles protagonistas, el director recuerda que cuando rodó hace 20 años Bajo la arena, protagonizada por Charlotte Rampling, fue "súmamente difícil de financiar", porque todo el mundo le decía que "era imposible, absurdo, que ella ya no estaba de moda, que era una mujer mayor y que iba a aburrir a cualquiera, que nadie lo iba a querer ver". "Lo conseguí y fue un éxito total. Lo curioso es que Rampling en la época tenía 50 años, ni uno más, los acababa de cumplir y era vieja. Ahora, 20 años después, no tuve problema en financiar una película protagonizada por una mujer de 74 y otra de 81. Es una buena señal, algo ha progresado", concluye