La serie Frasier es, por unanimidad, una de las mejores comedias que se han escrito en la historia de la televisión. Nació como un relato independiente de la icónica Cheers y logró para muchos superar el listón que había marcado aquella comedia ambientada en un bar de Boston. Con un total de 11 temporadas y 34 premios Emmy, la serie de enredos protagonizada por un psiquiatra y locutor de radio que se muda a Seattle para empezar una nueva vida terminó en 2004 y ahora, casi 20 años después, regresa -esta vez al mundo de las plataformas- para dar continuidad desde el presente a las andanzas de aquel tipo tan snob como entrañable.
SkyShowtime incorporó a su catálogo el pasado mes de mayo todas las temporadas de Frasier y a partir de esta semana acoge la nueva tanda de episodios (uno nuevo a la semana), en los que, si uno ha permanecido al margen de las novedades sobre la serie, pronto se dará cuenta de algo. Esta ficción se estrena con un vacío más grande que la noticia de su regreso, porque excepto Frasier Crane, no están aquí los personajes secundarios que fueron tan responsables de su éxito como él mismo.
Ni Martin Crane, el padre de Fraser, un policía retirado que veía la vida con una mirada distinta a la de su hijo; ni Niles Crane, su neurótico hermano, un psiquiatra con quien compartía su visión elitista del mundo; ni tampoco Daphne, la asistente británica, tan distinguida como mundana, que aportaba cordura y también ironía en esta historia. Ninguno de ellos acompaña a Frasier en sus enredos y claro, con este punto de partida, el regreso de esta serie cuenta con una desventaja terrible. Sin embargo, cualquier fan de esta ficción -y son muchos los fieles- estará dispuesto a dar una oportunidad.
Los nuevos episodios de Frasier cumplen con el mínimo que se le pide a una comedia: hacer reír. A partir de ahí, las comparaciones son odiosas, pero los guionistas de la trama han sabido jugar con una dosis justa de nostalgia y también con nuevos personajes para llenar el vacío que dejan los ausentes, que, no obstante, no desaparecen del todo.
En esta nueva aventura, Frasier aparece en escena en el primer capítulo en un aeropuerto cargando unas maletas y acompañado de su sobrino, David (Anders Keith), el hijo de Niles. Acaban de aterrizar en Boston y a su llegada les espera Alan, un excompañero de estudios de Frasier convertido en profesor de universidad en Harvard, donde está invitado a ofrecer una charla y donde le espera un futuro profesional que no estaba entre sus planes.
Su hijo Freddy, aquel niño algo regordete y un poco apesadumbrado que vivía con resignación el fuego cruzado de sus padres, es ahora un bombero treintañero que ha elegido un destino muy diferente al de su padre o su tío
También en Boston vive su hijo Freddy, aquel niño algo regordete y un poco apesadumbrado que vivía con resignación el fuego cruzado de sus padres y que en el presente de esta nueva tanda de capítulos es un bombero treintañero que ha elegido un destino muy diferente al de su padre o su tío, a quien interpreta Jack Cutmore-Scott. De hecho, su estilo de vida y su filosofía guarda más coincidencias con el que su ya difunto abuelo, al que dio vida John Mahoney, fallecido en 2018.
En su modesto apartamento, Freddy recibe la visita sorpresa de su padre, un reencuentro inesperado para él y también poco deseado. Así, el espectador irá descubriendo en un primer capítulo lleno de secretos y misterios que se desvelan a medias, compañías que no han sido invitadas e incluso un bebé, qué ha ocurrido en los veinte años que han pasado desde que aquel adulto era un niño. Y, de nuevo, aunque en otro sentido, el centro de la trama vuelve a ser el mismo: la relación entre un padre y un hijo que buscan un punto de encuentro para quererse, entenderse y aceptarse sin condiciones.
Frasier, un snob con los pies en la tierra
Sin hacer ningún destripe de los detalles que se desvelan en los primeros capítulos, como si se tratara de un "déjà vu", Frasier vuelve a tropezar con los mismos obstáculos que su educación y su estilo de vida elitista y snob le han preparado en su trayectoria. Sin embargo, él ya no es el mismo y parece dispuesto a aceptar que la vida que ha elegido su hijo se encuentra en las antípodas de lo que siempre soñó para él: una buena universidad, el ambiente más selecto y un trabajo en la élite de la ciudad.
A pesar de la obligada tarea de conectar con personajes nuevos en una serie y una trama que son de sobra familiares, el espectador pronto se sentirá cómodo gracias, entre otros, al personaje de David (al que da vida Anders Keith) en quien verá reencarnado al ilustrísimo Niles Crane, para muchos el verdadero tesoro de Fraser.
David Hyde Pierde, actor que interpretaba a Niles, rehusó volver a participar en la serie porque, según explicó Kelsey Grammer, no estaba interesado en regresar a aquel papel. Sin embargo, su hijo en la ficción, David, es el fiel heredero de su padre, con una vis cómica capaz de llenar el espacio como lo hizo Niles, repetir sus torpezas, su humor del absurdo, con algunos guiños a las manías de aquel personaje tan icónico, como esa obsesión por hidratarse los ojos con gotas.
Si bien Niles era imprescindible, no lo era menos Martin Crane (Cohn Mahoney), a quien la serie rinde homenaje tanto en las conversaciones de sus protagonistas como al final del primer capítulo con una escena antigua, en la que aparece sentado en su sillón verde roído al que tanto odiaba Frasier. Y aunque la nueva etapa puede no resultar tan inolvidable como las 11 temporadas de culto, pero es sin duda una digna secuela, divertida y entrañable, que para esta redactora de Vozpópuli merece una oportunidad.