Cuando zarpó el Stanbrook, el último barco de fugitivos republicanos, en los muelles de Alicante comenzaron a oírse disparos. No eran salvas de despedida, era gente que se suicidaba al perder la esperanza de escapar.
El final de las guerras civiles siempre supone un éxodo de parte de los vencidos, porque a diferencia de una guerra entre estados, la consecuencia de una guerra civil es que el bando perdedor queda bajo el gobierno del enemigo. Una imagen icónica del siglo XX es la evacuación desde la azotea de la embajada americana en Saigón, al final de la Guerra de Vietnam en 1975. Los fugitivos atestan una escalera de mano por la que intentan alcanzar un solitario helicóptero posado en el techo. La decadencia del Imperio estadounidense está resumida en esa fotografía.
También hay una fotografía de la tragedia de Alicante, en la que se ve el Stanbrook atestado de fugitivos. "El final de la guerra nos pilló en Alicante. Era el último puerto en manos de la República, el único sitio por donde se podía huir todavía, pero cuando llegamos nosotros todos los barcos se habían ido ya. No quedaba más que un buque cisterna pequeño, el Stanbrook. Era un barco inglés que no iba a zarpar, pero mi marido y otros hombres forzaron al capitán a que lo hiciera. Nos metimos más de 2.600 personas, la cubierta estaba atestada, no cabía un alfiler, y salimos la noche del 28 de marzo de 1939; ese día había caído Madrid. No sé cómo no se hundió, pero tuvimos suerte. Detrás, en el puerto, quedaron 12.000 personas esperando unos barcos que nunca llegaron".
Saigón y la huida de la gente de los botes
Este relato en primera persona me lo hizo hace años una de las figuras que se amontonaron en la cubierta del barco, María Muñoz de Zafra, viuda del dirigente de UGT Mateo Egea. El matrimonio había acudido a Alicante junto a 15.000 personas más, porque el Comité Internacional de Ayuda a la República Española anunció el flete de varios barcos para evacuar a los fugitivos republicanos desde Alicante.
Dos millones de vietnamitas abandonaron su país tras el fin de la guerra, y 800.000 de ellos se convirtieron en 'boat people', es decir 'gente de los botes'
Los buques eran de la naviera France Navigation -sorprendentemente propiedad del Partido Comunista Francés- pero nunca llegaron a su destino porque la Marina de Guerra nacional les bloqueó el paso. De modo que tras la partida del Stanbrook en la noche del 28 de marzo, quedaron 12.000 personas apiñadas en los muelles, esperando un milagro durante 48 horas. El milagro no llegó, quienes llegaron a última hora del día 30, fueron las tropas italianas de la División Littorio, y al día siguiente, 31 de marzo, más tropas españolas, que encaminaron a los 12.000 republicanos a los campos de concentración y las cárceles del bando nacional.
En el Palacio de la Isla de Burgos, cedido al Generalísimo por los condes de Muguiro, Franco recibió la noticia en la cama, donde estaba con gripe –su única "baja por enfermedad" de toda la guerra–. Le sentó tan bien que se levantó y redactó el famoso parte: "En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas Nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado".
La huida desesperada por mar de los republicanos del Stanbrook la encontramos multiplicada por mil al final de la Guerra de Vietnam. Está claro que los helicópteros americanos como el de la fotografía podían evacuar a una ínfima minoría de los que querían huir del Vietnam comunista. Dos millones de vietnamitas abandonaron su país tras el fin de la guerra, y 800.000 de ellos se convirtieron en 'boat people', es decir “la gente de los botes”.Se trataba de grupos que abandonaban Vietnam en pequeños barcos pesqueros, atestándolos hasta el punto que muchos zozobraron. Eran como las pateras o los cayucos, pero en una escala inmensamente mayor.
A los peligros del mar y a la desesperación de ser rechazados muchas veces cuando alcanzaban una costa extranjera, se unía una amenaza que no existe en el Mediterráneo o el Atlántico: la piratería. Aunque parezca absurdo, aquellos pobres fugitivos resultaban una presa atractiva para los piratas malayos, que robaban, violaban y asesinaban impunemente a los 'boat people'.