Pregunta incómoda y recurrente en el último lustro: "¿Cómo puedo gestionar la genuina felicidad que me ha provocado Bill Cosby durante años con lo que ahora sé sobre su monstruosa conducta personal?". Pueden cambiar a Cosby por cualquier otra celebridad de su elección. Esto es lo que se planteba Pepe Colubi en 2016, cuando escribió para Cinemanía un artículo con el que le daba vueltas a una “extraña sensación” que parecía disociarse en “dos ilógicas emociones paralelas de rechazo y admiración”. Hasta ese momento, cuando Colubi terminó de escribir las citadas líneas, más de cincuenta mujeres habían acusado formalmente de abusos sexuales a Bill Cosby, declarado culpable y sentenciado en 2018 por abusar de Andrea Constand, exjugadora de baloncesto, a la que drogó y agredió sexualmente en 2004.
Pepe, en realidad, nunca fue un gran seguidor de The Cosby Show. Cuenta que no le interesaba su “edulcorada visión” y que su influencia en la cultura de “integración afroamericana” le era algo lejana. Pero fue gracias a los monólogos de Cosby en los setenta cuando comenzó a comprender el impacto que tuvo en los cómicos de stand up en los ochenta. “Nunca he sido muy fan de esa sitcom, me parecía especialmente azucarada y muy efectiva a la hora de establecer la idiosincrasia blanca como patrón de familia normativa, solida y sin fisuras”, explica Colubi a Vozpópuli.
Entiende que quien reivindique The Cosby Show ahora mismo lo hará desde la nostalgia de haber disfrutado sus premisas antes de que se supiera todo lo que se sabe sobre las agresiones sexuales de Cosby. “La empatía, bondad, comprensión, amor y afecto del doctor Cliff Huxtable eran pilares del show, y ahora sabemos que el actor que lo interpretaba no sólo carecía de esas cualidades, sino que abundaba en una perversión agresiva, alevosa y recurrente. Incluso puedes ver ahora en YouTube parte de un monólogo que hizo sobre el afrodisíaco spanish fly, y resulta más que incómodo, porque adelanta, de manera humorística, el que luego sería su modus operandi para violar”.
En este punto, la pregunta es obvia: ¿alguien que aprecie la obra de una persona que ha sido juzgada hoy convertiría al espectador en criminal en potencia? Pepe Colubi cree que no, sobre todo cuando se ha conocido antes la obra que los hechos delictivos: “Si primero has disfrutado la obra, desarrollas con ese trabajo un vínculo afectivo que no discurre por los mismos caudales de rechazo que te provoca saber que esa persona, en realidad, era deleznable”. No obstante, matiza que otra cosa es admirar, por ejemplo, los cuadros que pintó John Wayne Gacy en la prisión: “Ahí supongo que entran en juego el morbo y la perturbación del ser humano que se siente atraído por una figura tan repulsiva”.
Leer Bukowski a los 11 años
Por su parte, la escritora Luna Miguel piensa en Charles Bukowski, uno de los autores por los que lee y escribe. “Fue el primero que leí de adolescente y el que me hizo pensar a los 11 años que la literatura molaba. Y sin embargo, tenemos hasta vídeos suyos pegándole patadas a una de sus esposas. Creo que es absolutamente sano que sepamos cómo son nuestros héroes y qué errores han cometido”, rememora por teléfono. “Muchas veces pensamos –prosigue Luna– que porque son nuestros padres literarios, musicales o cinematográficos o lo que sea, tenemos que perdonarles todo. Y digo ‘perdonarles todo’ en el sentido de odiar todo lo que han hecho”.
Así ha sido siempre, desde Ovidio, al que echan de su ciudad por hablar de sexo", dice Luna Miguel sobre la responsabilidad del artista
Este razonamiento lo sustenta citando la idea de la también escritora Cristina Morales: “Ella dice que una de las cosas más impresionantes que están pasando ahora es que muchas mujeres, artistas o no artistas, podemos permitirnos un doble gozo”. Esto es: primer gozo: poder denunciar como abusador a artistas que, normalmente, ni siquiera se podría decir o creer que habían cometido abusos, ciertos errores o equis barbaridades en sus vidas. El segundo gozo consiste en no dejar de leer, mirar, escuchar… las obras de estos autores, “porque de lo contrario no vamos a aprender nada, ni siquiera de esas personas que han sido fundamentales para nuestra cultura y su desarrollo”.
Por lo tanto, ¿se puede separar al autor de la obra? Habla Pepe Colubi en primer lugar: “Nos gustaría que la creación artística surgiera de una especie de lugar aislado que no se contamine con la vida personal del artista, pero al mismo tiempo existe esa idea tan instaurada de que si una obra provoca buenos sentimientos (alegría, risa, belleza, contemplación, serenidad), todas esas cualidades están profundamente enraizadas con la personalidad del autor, y esa visión periférica me parece que parte de la romantización del hecho artístico. ¿Por qué no compararlo con otros trabajos? No sabemos si el panadero que hornea el delicioso pan que desayunamos es racista, homófobo o machista”.
Luna Miguel se mantiene en la misma línea, precisamente –incide– porque uno como autor es responsable también de lo que dice y hace hasta las últimas consecuencias. “Así ha sido siempre, desde Ovidio, al que echan de su ciudad por hablar de sexo, hasta cualquier época de nuestra historia como seres humanos”, añade .
Momento Michael Jackson
Un caso paradigmático según Pepe: Michael Jackson. Pregunta si se pueden bailar sus canciones o pinchar su música en una fiesta. “Si has sido una persona influida en los setenta, ochenta y noventas por su música es fácil tender a seguir disfrutando esas obras, pero, a poca ética que manejes, sabes que sus actos personales no tienen defensa, justificación o manera de ser ignorados”.
Y apunta, además, que bailar Michael Jackson apela a tu "yo” de otra época, anterior a conocer la “profunda podredumbre” que habitaba su alma. “Por eso queremos mantener en burbujas separadas a la persona y a su música, como que caminen por líneas paralelas: a veces, según el día, siento que convergen, otras, soy capaz de separarlas”. La respuesta no es tajante ni robusta, “por eso a veces creo que no debo pinchar Jackson, pero meto el Off the wall en la maleta por si acaso. Estoy hecho un lío”.
Tras el #MeeToo, todo esto se ha podido poner sobre la mesa , de mejores y peores maneras", destaca Luna Miguel
En aquella nota para Cinemanía, Pepe Colubi citaba a Bill Cosby en uno de sus monólogos, éste en concreto sobre el uso de las exclamaciones que hacía su padre: “De los 7 a los 15 años creí que mi nombre era ¡Jesucristo!". Mientras no reparara en la ‘retorcida naturaleza del autor’, Pepe seguiría riéndose con esos textos, pero sin llegar a entender el mecanismo que permitía que una sola mente ‘albergara los extremos más insospechados’ de humor y horror. ‘Es como si, de repente, descubriéramos que la Capilla Sixtina hubiera sido pintada por Hitler’, concluía.
Dylan nunca estuvo aquí
A eso de la una de la madrugada (hora española) saltaba la noticia: Bob Dylan ha sido acusado de abuso sexual. La supuesta víctima, de 68 años de edad, residente en Greenwich (Connecticut) e identificada como J.C., acusaba al músico de darle drogas y alcohol “con amenazas de violencia física” como parte de un plan “para asaltar y abusar sexualmente de ella” cuando tenía 12 años, según la documentación presentada en el Tribunal Supremo de Manhattan. En dicha demanda se recoge que en un periodo de seis semanas (entre abril y mayo de 1965) Bob Dylan “se hizo amigo y estableció una conexión emocional con la denunciante”, siendo frecuentes los encuentros entre ambos en el apartamento de Dylan en el Chelsea Hotel.
Sin embargo, las fechas no cuadran. El abogado de Dylan declaraba en Page Six que las acusaciones, de 56 años de antigüedad, “no son verdaderas y serán defendidas vehementemente”. La denuncia, según el letrado, hablaba por si sola. Bastaba con revisar las fechas de las actuaciones de Dylan y sus correspondientes viajes. J.C. situaba lo ocurrido entre abril y mayo del 65, seis semanas, pero en aquella época el tour estaba recorriendo la Costa Oeste y Reino Unido.
Hay en Twitter a quien le parecía “delirante” tener que responder a acusaciones de algo que ocurrió hace 56 años. Luna Miguel, desde su cuenta, respondía: “Casi tan delirante como pasar media vida aguantando en secreto el dolor, la vergüenza o el miedo de un abuso sexual. Ojalá tuviéramos más mecanismos en nuestros presentes para que estas cosas no tuvieran que resolverse (mal) en nuestros futuros”.
J.C., según su testimonio, había sufrido “depresión y ansiedad permanentes” que no le habían dejado realizar actividades normales. ¿Deberían o no prescribir esta serie de delitos? Luna Miguel, cuando se le hace esta pregunta, confiesa que no sabe qué responder: “No he estudiado Derecho, no tengo ni idea de cómo funcionan estas cosas. Me gustaría saber más, porque esto nos afecta a todos y a todas en cierto modo”.
Mi autor favorito, Knut Hamsun, era nazi y me parece bien que fuera castigado por el estado de Noruega", dice Soto Ivars, que añade que le sigue recomendando
Lo que sí sabe, como persona que ha vivido abusos sexuales en la adolescencia y que se ha dado cuenta, ha reflexionado y ha hablado sobre ello muchos años después, a los 30, reconoce cuál es el proceso de “vergüenza” por el que pasa la víctima, de minimizar la experiencia o incluso de borrar lo vivido. “Por pura vergüenza y porque no sabes a quién comunicarlo, con quién hablarlo y cómo resolverlo cuando eres adolescente; no tienes ni idea de muchas de esas cosas. Creo que eso ha cambiado, ahora tenemos muchos mecanismos, y el hecho de que esto se hable en redes sociales y que hayamos pasado la época del #MeToo, donde todo esto se ha podido poner sobre la mesa (de mejores y peores maneras), hace que nos preguntemos, sobre todo la gente muy joven, cómo tener las herramientas para denunciarlo o incluso pedir disculpas”, finaliza.
Las dos justicias
El periodista Juan Soto Ivars, especializado en tabúes sociales y linchamientos digitales, tampoco sabe qué responder a la misma pregunta dirigida a Luna Miguel. Lo que sí tiene claro, y así se lo hace saber a este medio, es que la justicia paralela no es la adecuada. “Si hay un juicio y se le condena, yo no creo que deba prescribir per se. Pero no sé si tiene que prescribir o no y no sé cuántos años. Estos casos a veces tardan mucho en salir, porque la víctima no se siente preparada para declarar”.
Como Pepe Colubi con Michael Jackson, Soto Ivars habla del caso de Plácido Domingo, que había reaparecido en Marbella un par de días antes de haberse hecho esta entrevista. “Sin tribunales no puede haber condena nunca”, sentencia. “Lo que se hace en estos casos, y es muy del #MeToo, es condenar antes de que haya un juicio, y eso a mí me espanta”. Le parece a Juan Soto Ivars que Plácido Domingo es una persona “inocente hasta que se demuestre lo contrario”: “Eso no hay que demostrarlo en la prensa, sino en los tribunales”, recalca el autor de La casa del ahorcado (Debate, 2021). “Hemos naturalizado la justicia paralela. Es absolutamente horrible y muy propio de sociedades protestantes”.
Contra Marilyn Manson hay diversas acusaciones, entre ellas la de maltrato. Pero a Juan Soto Ivars le parece que su música sigue siendo la misma y destaca que sus canciones siempre han sido bastante inmorales. “Por ejemplo, ‘User friendly’ es una canción sobre utilizar sexualmente a tus amigas. A mí ese tema me sigue pareciendo la hostia. ¿Que luego sus actos sean reprobables? En mi caso, mi autor favorito, Knut Hamsun, era nazi. Fue castigado después de la Segunda Guerra Mundial por el estado de Noruega y yo encuentro que es justo que se le castigara por su apoyo a los nazis. Pero leo sus novelas y las recomiendo con total entusiasmo”. El hecho de que sea nazi, repite Soto Ivars, no le impide que pueda recomendar sus obras.
Humor 'cerdaco'
En 2017, cinco mujeres acusaron a Louis C.K. (Louis Székely) de haber tenido comportamientos sexuales inapropiados. El cómico reconoció los hechos: “Estas historias son verdaderas. En ese momento me dije a mí mismo que lo que hice no estuvo bien, aunque nunca le mostré a una mujer mi pene sin preguntar. Aprendí demasiado tarde que cuando tienes poder sobre otra persona, pedirle que mire tu pene no es preguntárselo. Es una situación difícil para ellas. El poder que tenía sobre esas mujeres es que me admiraban, y yo ejercía ese poder de manera irresponsable”. En la actualidad, Louis C.K. vuelve a salir de gira no sin las pertinentes protestas. “Para mí es inocente. Es una persona acusada. ¿Quién ha condenado a esta persona? La justicia paralela, contra la que no te puedes defender”, interviene de nuevo Soto Ivars.
¿Está marcado Louis C.K. de por vida? “Sin duda”, afirma Pepe Colubi. “Louis C.K. parecía el mejor humorista sobre escatología sexual que teníamos, y resulta que era el tonto cerdaco que se masturba en público. A todos nos pilló por sorpresa”. El asunto de Louis C.K. conduce a otro debate: la posibilidad de arrepentimiento y reinserción. Colubi cree que la penitencia por su abuso de poder ha quedado más que demostrada. Al actor se le cancelaron series, especiales y giras, él reconoció los hechos y ha tenido que rehacerse desde cero. “He visto el monólogo que ha colgado recientemente en su web y me creo su arrepentimiento y vía crucis. El tema ahora es quién o cómo se decide si ha sido suficientemente castigado, o si todavía no merecemos disfrutar con los momentos realmente brillantes de pura comedia negra incontestable que destila en el último monólogo que ha subido”.
Bob Dylan ha negado las acusaciones que pesan sobre él y Louis C.K. firmó su regreso el 13 y el 14 de agosto en el Hulu Theatre del Madison Square Garden con la palabra “Sorry” (“Perdón”) iluminando el telón. ¿Por qué unas cosas ofenden y otras no? “En muchas ocasiones se magnifica el ombliguismo de la ofensa: cien personas se ríen pero una se queja en voz alta y el altavoz de las redes hace el resto”, replica Pepe Colubi, que remata su discurso: “No hay mayor desprecio que ignorar un chiste malo, dejarlo perdido en la inmensidad de internet hasta que se desintegre en el olvido como polvo cósmico. Todo lo demás en efecto Streisand”.
Litros de alcohol y larga vida al rock and roll
Última situación: despacho de un editor eligiendo propuestas para su revista. ¿Ramoncín? “No. Me gusta, pero se ha ganado muchos enemigos”. Si hay un nombre en España que no deje indiferente ese es el de Ramoncín. No le viene de nuevas.
Es suficiente con echar la vista atrás y retrotraerse hasta el mítico concierto de 1978 en El Parque de Atracciones de Madrid, e incluso si se prefiere a la actuación en el programa 2 x 2 de Televisión Española, emitido el 16 de noviembre de 1978. “Del 78 hasta ahora hay que entender que al que le gustas, le gustas, y al que no le gustas, no le vas a gustar", subraya Ramón J. Márquez.
El auditorio del recinto madrileño estaba hasta la bandera, no iba a tardar el público en desbordarse. En los extractos en vídeo que se conservan de aquel show se ve sin esfuerzo la lluvia de tomates, objetos varios y huevos que le caen no ya a Ramoncín, sino a todo el escenario. Aquello le perseguiría algún tiempo (hay todo un rosario de anécdotas sobre este concierto en el documental Una vida en el filo).
En diciembre de 2012, el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz citaba a declarar como imputado a Ramoncín (en calidad de directivo) por la causa que investigaba las irregularidades en la SGAE (Sociedad General de Autores) y SDAE (Sociedad Digital de Autores de España). El fiscal Anticorrupción pedía para Ramón cuatro años y diez meses de prisión por el cobro de 57.402 euros a través de unas supuestas facturas falsas. Se le atribuyeron los delitos de apropiación indebida y/o administración desleal y falsedad documental. Su imagen como defensor de la lucha contra la piratería no hizo sino sumar más hachas para hacer leña de aquel árbol caído.
“Yo sufrí un fusilamiento virtual. Cinco mil hijos de la grandísima puta se juntaron a una hora determinada de la mañana para acabar con la vida civil de este señor. Acusado, señalamiento de juicio, y absuelto. Eso hizo mucho daño”. El 12 de enero de 2016, Ramoncín era absuelto por la Sección Segunda de lo Penal de la Audiencia Nacional. No se olvida de los que dejaron de escuchar sus discos y luego fueron a rezarle. Pero ¿Y Los Canarios?
Eduardo Bautista (expresidente de SGAE) fue detenido el 1 de julio de 2011 por la Guardia Civil por un presunto desvío de fondos. Recaían sobre él penas que iban desde los dos a los 12 años y medio de cárcel por los delitos de apropiación indebida, administración desleal, falsedad de documento y asociación ilícita. El 17 de marzo de 2017, Teddy quedaba absuelto. Ramoncín ahora se pregunta si la gente va a rechazar a Los Canarios por lo que le pasó a Teddy Bautista: “Imagino que en ese momento mucha gente dejó de escuchar a Los Canarios. Ahora, imagino también, que se habrán dado cuenta de su error y se habrán puesto el disco”.
Ramoncín advierte que hay que tener mucho cuidado con qué se acusa y se señala. “A Bob Dylan es difícil hacerle daño ya, pero lo que le están diciendo es muy feo y muy dañino. Si Dylan hubiera tenido 30 años y esto hubiera ocurrido el año pasado, él ahora estaría muerto. En el tiempo que se demuestra que es verdad o no, estás jodido igual. Ese es el problema”. Incide en que la gente debe de entender que la injuria, la calumnia, la difamación, las amenazas, los insultos graves son un delito.
Vox, Sherpa y los migrantes
Menciona Ramoncín a Sherpa (José Luis Campuzano, bajista de Barón Rojo). “Él ha salido y ha dicho lo que piensa. Y habrá gente que dirá que ya no escuchará a Barón Rojo. ¡Pero es que Barón Rojo son cuatro! A mí me seguirá gustando un disco de Barón Rojo, porque al fin y al cabo son cuatro. También habrá gente que dejará de ir a ver a Sherpa en directo”.
Recientemente, Sherpa mostró su apoyo a Vox en Twitter y su rechazo a los “comunistas de salón”. Ya en una entrevista con ABC en 2020 se declaraba “el facha número uno del rock español” y que había una campaña en contra suya. “Me insultan a lo bestia, me llaman de todo, y muchos dicen que van a quemar discos de Barón Rojo”, expresaba con contundencia.
Esto no era tampoco nuevo en Sherpa, pero no había sido hasta hace unos meses, ya en 2021, cuando se posicionó más claramente en sus redes sociales. La plataforma Rock Contra el Fascismo solicitó la cancelación del concierto que Obús y Los Barones habían programado para el 30 de octubre en La Riviera, como así fue. La banda de Fortu hizo público un comunicado para explicar los motivos de la decisión: “Presumimos de la libertad que representa y nos da el rock, pero también y sobre todo del respeto. Nos da igual de dónde venga cada personal, cuál sea su raza o su condición sexual. Y por eso no estamos dispuestos a consentir que nuestro concierto se convierta en un mitin político”. Curiosa situación (que un concierto se convierta en un mitin) si se tienen en cuenta las siguientes palabras de Ramoncín: “Es mucho más fácil destruir a un artista que a un político”.
También había un grupo que se llamaba Panzer y Txus di Fellatio (Mägo de Oz) va con una gorra nazi que me chirría cuando la veo...", lamenta Aurora Beltrán
“El talento no tiene que ver con la condición de la persona… por desgracia”. Habla Aurora Beltrán (Tahúres Zurdos), miembro de Rock Contra el Fascismo. No dice nombres, pero nos cuenta que le ha tenido que decir a un músico “muy, muy, pero que muy bueno” de este país que como músico era “la hostia” pero que como persona era “el hijo de puta y el psicópata más grande” que había conocido. Tampoco le gustaría tener prejuicios, pero reconoce que hay muchos motivos para tenerlos. “He coincidido con Sherpa unas cuantas veces en los últimos años haciendo cosas para Rock FM y festivales con sponsors de cerveza. No entrábamos en materias de este tipo”.
Ecos del nazismo
Sí recuerda Aurora que ella, con Itziar, su road manager, se llamaban “chocho” entre ellas. Un día, hablando de sexualidad con Sherpa, este les dijo, según palabras de Aurora Beltrán: “Es que vosotras, las lesbianas…”. La compositora le preguntó a Sherpa por qué creía que ella e Itziar eran lesbianas. “Es que estáis todo el día con el 'chocho' y estando juntas…”, le contestó. “¿Y tú, que siempre vienes con el mismo tío? ¿Acaso tengo que creer que es tu pareja?”, devolvió Aurora. “A mí no me importa. Como si dice que somos tricéfalas sexualmente. Para mí no es peyorativo que me llamen lesbiana. Pero me rechinó, porque lo dijo de aquella manera”.
Le quita importancia Aurora Beltrán, aunque pregunta desde la perspectiva actual: “¿Se le ha boicoteado a Sherpa?” Se responde ella misma: “no". "¿Estás boicoteando a esa persona por contar lo que ella misma ha dicho en sus redes sociales? Yo creo que no. […] El que se está boicoteando en todo caso es él”. No le importaría escuchar a Barón Rojo, pero Aurora Beltrán piensa qué le ha podido pasar a Sherpa, que siempre había tocado para causas 'guapas', si se le ha ido el cerebro por el 'sartenazo' que un facha le haya dado en la cabeza. “Dirás que hay una democracia y que cada uno puede pensar lo que quiera. Efectivamente, que cada uno piense lo que quiera, pero es que yo una mente con tan poca empatía que piensa que hay que enviar aviones para matar a la pobre gente que viene aquí nadando… No puedo. Como que esa democracia, esa libertad… No es la que yo pienso, creo o la que yo creía que era”, concreta.
A estas alturas, Aurora va a lo más reconocible de un grupo: el nombre. Manfred von Richthofen era un piloto militar alemán de la Primera Guerra Mundial al que llamaban el Barón Rojo por su avión encarnado. “Escuchas la letra de la canción Barón Rojo y lo ponen por las nubes. Pero bueno, venga: admitimos pulpo como animal de compañía. También había un grupo que se llamaba Panzer. También va Txus di Fellatio (Mägo de Oz) con una gorra nazi que a mí me chirría cuando la veo. Piensas lo mismo: ‘Va’. Pero llega un momento que dices: ‘¡Qué cojones vale!’".
Si hoy viviera el Barón, podría ser capitán de una nave espacial. Su vehículo sería rojo también, como su avión, una parte de sí mismo como lo es la obra del creador, ser que piensa, opina y cree cosas que no agradarían a todo el mundo o serían delito. En ese frontera, tan visible para unos y tan oculta para otros, se debate una guerra de emociones enfrentadas.