Cultura

Ignacio Morgado: "Estamos lejísimos de desarrollar una máquina con el grado de complejidad de nuestro cerebro"

El neurocientífico ha publicado 'El cerebro y la mente humana. Cómo son y cómo funcionan' en el que explica al gran público los mecanismos del cerebro y de la mente

Usted está pudiendo leer este texto y comprender cada una de estas palabras gracias al artilugio más complejo creado por la evolución humana. Sus ojos están recibiendo golpes de luz que, por años de aprendizaje, milenios de cultura humana y millones de años de evolución animal, su cerebro descifra como letras con un significado que forman palabras que representan conceptos, algunos de ellos abstractos. Lo hace al mismo tiempo que inconscientemente desliza su dedo por la pantalla para que este párrafo suba o baje. Es posible que incluso esté pedaleando en una bicicleta estática o paseando, y de nuevo, todo ello, lo puede hacer gracias a este portento evolutivo llamado cerebro.

Este mismo artilugio que guardamos entre las orejas también es el responsable de que tengamos sueños rarísimos, o que con un golpe de aroma de la panadería del pueblo nos teletransportamos por un instante a la infancia. El catedrático emérito de Psicobiología en el Instituto de Neurociencias y en la Universidad Autónoma de Barcelona Ignacio Morgado ha publicado El cerebro y la mente humana. Cómo son y cómo funcionan (Ariel) en el que explica al gran público y de una manera extremadamente sencilla y amena los mecanismos del cerebro y de la mente que hacen posible la inteligencia y el comportamiento humano. 

En una entrevista con Vozpópuli, el científico responde a algunas de estas preguntas y desmiente mitos sobre el cerebro y su funcionamiento.

PREGUNTA: ¿Por qué recordamos a la perfección la letra y melodía de una canción que llevamos 20 años sin escuchar y no pasa esto con cualquier otro texto? 

RESPUESTA:. El mecanismo principal que tiene el cerebro humano y probablemente el de los animales también para recordar o para olvidar son las emociones. Todo aquello que nos emociona es lo que más se recuerda, porque lo que nos emociona es lo que ha sido de alguna manera importante para nosotros. Nada que no fuera relevante para nosotros, para cualquier persona, le emocionaría. Es un mecanismo que tiene el cerebro que recordando lo que te emocionó, en realidad lo que está recordando indirectamente es lo que fue importante para ti. Si recordáramos todo lo que el cerebro es capaz de recordar, se llenaría nuestra mente de información irrelevante e interferente. ¿Y cómo lo hace el cerebro eso? Cuando nos emocionamos se liberan hormonas como por ejemplo la adrenalina, que es clave para que recordemos lo que nos ha emocionado. 

P. ¿Sabemos si recordamos más emociones positivas que negativas? 

R. No, yo creo que no. Lo que más recordamos obviamente es lo que tiene fuerte impacto emocional, tanto si es positivo como si es negativo. Otra cosa que tú quieras evocar más las emociones positivas que las negativas, eso tiene sentido. Hay un libro muy bonito, The Factory of Nostalgia, cuya tesis principal es que cuando nos hacemos mayores, a los 60, 70 años, y miras para atrás, de la época de tu vida que más recuerdos tienes, es esa que va entre los 18 y los 28 años. Porque en esa época de tu vida es cuando pasaron por primera vez cosas que te impactaron enormemente. Las primeras novias, las primeras relaciones, el primer trabajo…

El mecanismo principal que tiene el cerebro humano para recordar o para olvidar son las emociones

P. ¿Qué hace exactamente nuestro cerebro cuando tratamos de recordar algo? Porque yo me lo imagino como si estuviera abriendo archivadores como un loco…

R. Hay cosas que se recuerdan automáticamente: 7x3 = 21. Tú eso no lo sabías cuando naciste, pero hiciste una memoria de hábito que no se olvida nunca. Pero cuando tú recuerdas una experiencia pasada, complicada, la reconstruyes y probablemente lo que recuerdas ya lo has cambiado en función de tus nuevos sentimientos, de tus nuevos conocimientos, etc. Entonces, ¿cómo lo intentamos? Una fórmula consiste en cómo estrujarte el cerebro, esperar que te venga caído del cielo. ¿Quién era? ¿Cómo se llama? ¿Cómo se llama?... Pero quien ya sabe algo sobre cómo funciona la memoria, lo que hace es una de dos cosas: o intenta ligar lo que intenta recordar a cosas próximas, por ejemplo, si no te acuerdas el nombre de esa actriz, intenta recordar el contenido de esa película, otros actores que hubiese en esa película… Pero hay una otra manera muy especial y es que las memorias, la educación de las memorias, el recordar, depende mucho del sitio donde estás en ese momento y de cómo está tu cuerpo en ese momento. Si tú, por ejemplo, eres un estudiante y te empollas un examen harto de cafeína, y después vas al examen y el día del examen no llevas la cafeína en tu cuerpo, al no llevar la cafeína en tu cuerpo tu cerebro está en una situación muy diferente y te quedas en blanco. Es decir, la mejor manera de recordar es que tu cuerpo esté cuando intenta recordar en el mismo estado fisiológico que estaba cuando aprendiste.

Y la otra cosa es la situación externa, es decir, el lugar te está dando asociaciones. Las personas te dan asociaciones, los lugares te dan asociaciones, los eventos deportivos, futbolísticos, artísticos, canciones, música te dan recuerdos especiales. Tú oyes una determinada canción y te acuerdas de aquella novia que tuviste o de aquel viaje donde por primera vez oíste esa canción. La clave del recuerdo es asociar, asociar, asociar. 

P. Relacionado con esto que me ha dicho de la cafeína, en el libro comenta que el olfato es uno de los sentidos más primitivos, ¿por qué es también uno de los más evocadores de recuerdos?

R. Pues precisamente por eso, por ser muy primitivo. El cerebro cuando creó el sentido del olfato, que es probablemente junto al tacto, uno de los primeros sentidos que evolucionaron, los olores le indicaban a los primitivos animales marinos todo lo importante para su vida. Por el olfato sabía si aquello era alimento, si aquello era veneno, si aquello era un predador que venía a comerte, etcétera, Entonces, como había que recordar muchas cosas por el olfato, porque cada tipo de olor estaba ligado a una situación diferente, el cerebro tuvo que desarrollar una parte, la corteza cerebral, donde hubiera miles de neuronas que almacenaran la relación entre cada olor y lo que estaba asociado a ese olor. Y eso es lo que hizo que creciera originalmente la corteza cerebral. Es decir, que el olfato en los primeros tiempos de la evolución estuvo muy relacionado con la supervivencia, con elementos muy básicos para la supervivencia, como la comida, el agua, la temperatura, el olor a un predador, el olor a sexo… Y al estar tan ligado a eso, el cerebro ha amarrado mucho todo lo que está ligado a cada tipo de olor. 

La palabra asociación es la palabra clave en la memoria y precisamente cuando nos hacemos mayores o cuando tenemos una enfermedad como Alzheimer, es la capacidad de asociación entre las neuronas una de las cosas que se pierde. Por eso olvidamos y por eso todas las asociaciones que hemos construido a lo largo de decenas de años en nuestra vida se rompen. 

P. ¿Qué son los sueños y qué sentido evolutivo tienen? 

R. El contenido de los sueños nos cuesta mucho darle un sentido. Yo creo que nadie, salvo los fantasiosos interpretadores históricos de los sueños, nadie le ha dado nunca un sentido. Lo que sí es cierto es que durante el sueño tenemos tendencia a repetir un poco como a mayor velocidad de reproducción, como cuando en el móvil pones un audio a más velocidad. Durante los sueños se pueden repetir experiencias de la vida, experiencias cerebrales, actividad que ha habido en el cerebro a mayor velocidad y la repetición de esa experiencia hace que las memorias se graben, se fijen. De hecho, las memorias se forman todas durante el sueño. Si no durmiéramos, probablemente la mayor parte de las cosas que aprendemos durante el día se nos olvidarían enseguida, no se aguantarían. Entonces lo que ocurre es que durante el sueño la parte frontal del cerebro, la que dirige nuestros pensamientos y nuestros razonamientos, está desactivada. Y entonces es como si durante el sueño el cerebro fuera una orquesta donde los músicos, las neuronas, siguen tocando, pero sin partitura y sin director. Entonces surgen pensamientos raros, sin mucho sentido. Muchas veces tienden a reproducir partes de lo que has vivido durante el día, porque se reactivan las mismas neuronas que estuvieran implicadas en ello.

Una explicación científica sobre el contenido de los sueños no la tenemos. De hecho, la única explicación que pudiéramos tener es que son, digamos, actividades cerebrales que se producen sin dirección y por eso son mezclas aleatorias de ideas, pensamientos y conocimientos que sí que tienen sentido, pero a nivel individual, no mezclados con otros. 

P. En el libro, niega que las mujeres sean más inteligentes que los hombres o viceversa

R. Sí. Lo que digo es que no se ha hecho ningún estudio. No se ha hecho ningún estudio general de inteligencia analítica, que es la que más valora la gente, la de las matemáticas, la del lenguaje, la de la percepción del espacio… que haya demostrado que las mujeres en general, consideradas globalmente, son más inteligentes que los hombres o menos, ni los blancos más inteligentes que los negros, etc. Si es cierto que a nivel individual puede haber una mujer más inteligente que otra, una mujer más inteligente que un hombre, un hombre más inteligente que una mujer, etc. Pero yo tendría que hacer una advertencia todavía provisional, y es la siguiente: hoy día ya hemos descartado que la inteligencia sea una única capacidad global y genérica. Hoy día ya todo el mundo reconoce, desde los artículos de los psicólogos españoles antiguos hasta la moderna psicometría, que hay muchas clases de inteligencia. 

Hoy día lo que se ha intentado es medir la inteligencia emocional. Se han desarrollado cuestionarios para medir la inteligencia emocional de las personas, que de momento es un cuestionario que hay que validarlo mucho y hay que darle muchas vueltas y ver hasta qué punto lo que sale de él vale. Pero han hecho una versión española unos colegas míos de la Universidad de Málaga, entre ellos, Pablo Fernández Berrocal y Natalio Estremera. Una de las cosas que sale es que las mujeres puntúan más y mejor en todos los ítems de inteligencia emocional que los hombres. O sea que yo tendría que tragarme un poco mis palabras si hablamos de inteligencia emocional. Pero también suelo decir en mis conferencias, que todavía eso no está suficientemente probado.

P. Quizás relacionado con esto, otro de los asuntos que menciona en el libro es que las mujeres, las hembras en general, tienen más sistemas biológicos para activar lo que conocemos como instinto maternal. 

R. Eso sí, es que el instinto maternal tiene un condicionante genético extraordinario, sin lugar a dudas. Durante el embarazo de una mujer cambia su cerebro y la conducta maternal viene ya impresa en los genes de una forma brutal. Los animales inferiores, nuestros perros, gatos, conejos, etcétera, cuando vemos cómo se comportan con sus crías, solemos atribuirles sentimientos como los nuestros. ‘Mira el gatito, cuida de sus cachorros porque los quiere’. Mentira. No los cuida porque los quiere, porque no tiene capacidad de querer como una persona. Lo que sí tiene son unos genes que le promueven unas hormonas que inducen conductas de cuidado, de cría y de atención. Cuando esas hormonas son anuladas en experimentos de laboratorio, los progenitores abandonan a sus crías, incluso se las comen. Entonces esos genes se han transferido a la especie humana. La hembra humana, la mujer, tiene también esos genes que promueven el cuidado intensivo, el amor, la atención profunda a sus bebés, a su recién nacido. Pero en el caso de la hembra humana, como tenemos una corteza cerebral muy superior a la de cualquier mamífero inferior a nosotros, ahí interviene también la razón. Y la hembra humana cuida de sus bebés no solo porque instintivamente está como empujada a ello, sino también porque racionalmente sabe que tiene en sus manos un bebé, que es su hijo, que tiene que cuidarlo, que si no lo cuida se muere, que es lo que tiene que hacer toda madre. Es decir, ese componente racional es el añadido de la especie humana a los genes que en especies inferiores a la humana instigan a la conducta maternal. 

P. Puesto que insiste en el libro en que la mayor parte de la inteligencia no es heredada, sino que es ambiental, cultural… ¿Cómo influyen aspectos como el nivel de renta?

R. Influye mucho. Hay muchos estudios sobre la genética de la inteligencia. Los mejores son los que se han hecho con gemelos. Si dos gemelos tienen los mismos genes, la inteligencia de uno tendría que ser parecida a la del otro y así es, verdaderamente. Y cuando no son gemelos ya no coinciden tanto sus inteligencias. Cuando son adoptados ya no coinciden nada, etc. O sea, que hay un componente genético que en el mejor de los casos se calcula que podría llegar al 40%. O sea, el 60% de la inteligencia analítica que tenemos no viene no de los genes, sino del mundo en el que has vivido, de las relaciones que has tenido, de los profesores que has tenido, de las cosas que has aprendido, de quién te ha enseñado y quién no te ha enseñado, de si has estado, digamos, ambientalmente maltratado por polución, por estrés, etc. Y en ese caso, la renta es muy importante, porque se supone que las personas que tienen renta más alta, toda esa parte que condiciona el 60% de la inteligencia, les ha favorecido. 

P. ¿Nacemos o nos hacemos heteros u homosexuales? 

R. Nacemos y esa es la razón por la que todos los malos psicólogos que han intentado cambiar la orientación sexual de una persona han fracasado. Todos han fracasado. Nacemos con una orientación sexual determinada. 

Se ha comprobado, lo dijeron unos científicos italianos, que la mayoría de los homosexuales cuando miras a sus ancestros abuelas o sus ancestros mujeres, abuelas, tatarabuelas y tal, todas han sido mujeres con más fecundidad que los heterosexuales. Es decir, que los genes que promueven a la homosexualidad se han ligado de alguna forma en el pasado a la fecundidad y como la evolución tiende a promover la fecundidad, por eso han evolucionado también pegados a la fecundidad los genes de la homosexualidad. Esa explicación, que no deja de ser teórica, es para explicar por qué ha evolucionado una conducta como la homosexual que no está relacionada con la procreación. Se entiende que exista la heterosexualidad porque una de las tendencias de la evolución es la reproducción ¿Por qué sigue habiendo y no han desaparecido los homosexuales en la historia evolutiva? Pues porque sus genes se subieron a un carro muy poderoso que es el de la fecundidad. 

P. ¿Cuáles son las peores consecuencias para la mente de habernos vuelto personas sedentarias en las últimas décadas? 

R. Ser sedentario significa no moverse y moverse es una de las mejores actividades que podemos tener los humanos para mantener las neuronas y todo el resto del cuerpo en forma. Las neuronas consumen mucha energía. Las neuronas consumen el 20% de toda la energía que ingresamos por la alimentación en el cuerpo. Cuando nos volvemos sedentarios no generamos nuevas actividades que puedan generar más energía. Y entonces lo que hacemos también es que la que ingresamos la vamos acumulando, no la gastamos. Cuando se producen depósitos de grasa en nuestro cuerpo que pueden dar lugar, en primer lugar, a una mala circulación de la sangre. La mala circulación de la sangre hace que lleguen al cerebro menos cantidad de glucosa, menos oxígeno, menos de todo lo que necesita para funcionar bien. Cuando las neuronas no reciben todo el aporte que necesitan, se debilitan todos los procesos mentales y cognitivos. 

Si las tuberías por las que llega esa sangre al cerebro se obstruyen con grasa que se acumula porque no te mueves, lo que ocurre es que a tu cerebro y al resto del cuerpo, en vez de estar poniéndole gasolina súper, le estás poniendo gasolina normal. 

P. En las últimas décadas puede que hayamos inventado los mayores artilugios con capacidad de engancharnos, el móvil y las redes sociales. ¿Cómo está afectando esto al cerebro? 

R. Acabo de hacer una revisión de un artículo de la Universidad de Mánchester que trata de hasta qué punto las redes sociales son un problema grave para el desarrollo mental y la salud mental de los jóvenes. Y el artículo viene a decir que las redes sociales son el menor problema que tienen los adolescentes para tener una buena salud. O sea que estamos en contra de lo que yo mismo tengo escrito y todos nosotros, que estamos dándole demasiada importancia al malestar que pueden generar en las redes sociales a los adolescentes. Han hecho un trabajo con una muestra muy grande y dice que en esta época hay cosas como la atención que les prestan los padres, como el tipo de profesores que tienen, como el tipo de enseñanza que están recibiendo… que pueden ser mucho más importantes que el que estén o no en las redes, para condicionar su salud. 

Yo, de las redes sociales, diría que siempre es importante y que obviamente ya mirándolo desde la otra perspectiva, desde la clásica, todo lo que sea pasarnos horas y horas en las redes sociales es limitar nuestra comparecencia en las redes no virtuales, sino reales. 

P. ¿Cree que veremos, a través de la inteligencia artificial o alguna máquina capaz de superar la complejidad del cerebro humano? 

R. De momento no, pero te voy a decir una cosa muy curiosa. Uno de los temas de cabecera que más trabajo es el tema de cómo el cerebro crea la conciencia, la subjetividad, la imaginación. Es decir, cómo la materia se convierte en imaginación, cómo la materia objetiva se convierte en imaginación subjetiva, cómo la carne se convierte en pensamiento. La teoría que más sigo, porque una respuesta a esa pregunta no existe, es la de un grupo de investigadores de Estados Unidos que dicen que la conciencia, la capacidad de imaginar, de pensar, viene de serie en el cerebro. Según esta teoría, no es que nazcamos con un cerebro y entonces tenemos que interactuar con los padres, con los educadores y tal para que se cree la conciencia, estos investigadores sostienen que la conciencia viene de serie. Que el cerebro tiene tal complejidad que esa complejidad automáticamente genera la conciencia sin que tengas que meterle ningún ‘programa añadido, ninguna app’. Fíjate que esta teoría que yo la comparto, dice que un cerebro con 85 mil millones de neuronas como tiene el nuestro y 10 elevado a 14 conexiones entre ellas, eso son más que estrellas en el universo, un cerebro de esa complejidad automáticamente al formarse como tal genera conciencia. Eso significa, volviendo a tu pregunta, que si nosotros los humanos fuéramos capaces de crear una máquina con ese nivel de complejidad, esa máquina automáticamente sería consciente, tendría conciencia. Otra cosa es que tuviera capacidad de mostrarla.

Nosotros la conciencia la expresamos con nuestro comportamiento. Yo puedo pensar que tú eres un ser consciente con el que estoy hablando porque te comportas como yo espero que se comporte un ser consciente. Pero tú podías ser un robot, un robot tan bien diseñado y tan bien organizado que me preguntaras y respondieras a mis preguntas como lo hace un ser consciente. 

Pero estamos, en mi modesta opinión, lejísimos de desarrollar por nosotros una máquina con el grado de complejidad que tiene el cerebro. Una complejidad que procede de los 500 millones de historia evolutiva, millones de años de historia evolutiva que tiene el cerebro. O sea, este cerebro con capacidad consciente ha tardado 500 millones de años en formarse. Esos son años…

P. Siguiendo esa línea, ¿puede que nuestro cerebro esté limitado para conocerse plenamente, conocerse a sí mismo? 

R. Yo estoy absolutamente convencido de que eso es cierto. Es decir, de que nuestro cerebro no puede entenderlo todo. Eso es una opinión muy personal, algunos científicos, colegas me dicen que eso es rendirse, que lo que no sabemos ahora lo podemos saber algún día, pero yo creo que no. 

Nuestro cerebro actual no tiene capacidad para entender cómo la materia objetiva se convierte en imaginación subjetiva, cómo la materia se convierte en imaginación. Y tú ahora me dirás, ¿y algún día se podrá saber eso? Y yo te diré, sí. Puede que dentro de 10 millones de años, este cerebro que tenemos hoy habrá evolucionado lo suficiente como para entender qué es la imaginación, dentro de 10 millones de años, de 5, de 15. Pero ¿qué pasará? Que entonces ese cerebro que ya sabrá qué es la imaginación, tendrá otros nuevos problemas que ahora ni siquiera nos los podemos plantear, que no será capaz de resolver.

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