Uno de los conceptos que más espacio acapara en las informaciones que se publican sobre nuevos estilos de vida de los millenials y los centennials tiene que ver con las nuevas tipologías de relaciones sentimentales, que se engloban en una idea cada vez más común: el amor líquido. Con esta expresión, el filósofo Zygmunt Bauman se refirió en su ensayo homónimo, entre otros asuntos, a la fragilidad de los vínculos entre las personas y a la incapacidad de establecer relaciones duraderas.
Cuando estudiaba Comunicación Audiovisual, la ahora cineasta Marta Romero empezó a grabar a sus abuelos, Paco y Trini, en sus momentos cotidianos y en sus ratos más íntimos. Durante 12 años, capturó con su cámara parte de su convivencia y de su historia de amor con el único fin de salvarla del olvido y, de alguna forma, sin entrar en debates morales, retrató también el ejemplo de una forma de relación que parece perder adeptos en la actualidad, rendidos a los parámetros que definió Bauman. Ahora, este documental se estrena en los cines bajo el título Toda una vida.
Lo cierto es que el verdadero motivo que llevó a Romero a documentar la historia de amor de sus abuelos fue el alzheimer que diagnosticaron a su abuela, tal y como cuenta a Vozpópuli. Entonces, ella estudiaba en Barcelona, pero se trasladaba a menudo a Benicarló (Castellón) para visitar a su familia y avanzar en el proyecto audiovisual que poco a poco dejó de tomar una forma amateur y cuyo resultado tuvo su estreno mundial en el D'A Film Festival de Barcelona y su estreno internacional en el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (Colombia).
"El punto de partida es el diagnóstico de alzheimer de mi abuela, más como una nieta que quiere recoger su memoria, no olvidar sus últimas palabras. Lo primero que documenté fue como escribía un diario cotidiano. Fue algo muy constante y cada vez que les visitaba grababa todo, no tanto por la ambición, a veces pienso que era una forma de sublimar el dolor", cuenta la cineasta.
A pesar de la enfermedad, en Toda una vida, su directora defiende una historia feliz, el recorrido largo y profundo de Paco y Trini. "A medida que estaba haciendo el documental, sobre todo durante el montaje, me di cuenta de que no estaba haciendo una historia de lo que se pierde y se va, sino de lo que se queda. No es una historia de alzheimer, sino de amor. Me maravilla cómo cuando mi abuela ya es una persona totalmente dependiente él la cuida hasta el final. Sé que no es la única forma de cuidar, pero me impresiona. Por otro lado, mi abuela estuvo bien acompañada hasta el final y no toda la gente mayor está así, hay gente que está sola. Todos tenemos que morir al final, pero es mejor hacerlo acompañados", destaca Romero.
No sé si ahora somos capaces de aguantar y acompañar a alguien durante más de 63 años, y quizás ni queremos. No tengo ninguna conclusión al respecto, solo me da que pensar, para debatir y poder conversar", señala la directora
De nuevo el amor líquido, las comparaciones entre otras generaciones y la actual y la eterna pregunta, esa que nunca envejece: cómo querer, como quiere uno que le quieran, cómo entender una historia de seis décadas de amor, cuidados y fidelidad. A la directora de este documental le interesaba documentar lo que cuentan los refranes, lo que se pierde con el deterioro de la memoria y que dice tanto de "este amor que se está perdiendo".
"Me gusta documentarlo porque lo he tenido muy cerca. No sé si ahora somos capaces de aguantar y acompañar a alguien durante más de 63 años, y quizás ni queremos. No tengo ninguna conclusión al respecto, solo me da que pensar, para debatir y poder conversar", afirma la directora sobre lo que estas historias pueden aportar a la mirada sobre la profundidad o la intensidad de las relaciones, la pérdida de la comunidad y el individualismo voraz.
Toda una vida: artefacto contra el olvido
En Toda una vida hay una paradoja: es un documental sobre la memoria, es en parte un artefacto para mantener los recuerdos, pero el alzheimer, gran protagonista, es un villano que intenta diluir los recuerdos. "Al principio documenté una pérdida de la memoria y, de forma paralela, mi prima pequeña iba creciendo y madurando. Mientras la primera desaprendía, la segunda aprendía, y en un momento se cruzaron y pintaron juntas", recuerda sobre algunos de los momentos del rodaje que después, en el montaje, no pudieron aparecer.
A pesar de situarse en universos tan alejados, a nivel narrativo y conceptual, Toda una vida parece evocar un espíritu similar al de la laureda Aftersun, en la manera en la que la mirada audiovisual puede redescubrir a unos abuelos y su historia de amor, que desde la perspectiva de una nieta puede pasar a un último plano. Según cuenta Romero, pasó muchas horas viéndolos y acompañándolos, al margen de que su abuela fue casi "como una madre". "Me he preguntado mucho acerca del amor y de cómo quiero que me quieran, pero no tanto del amor romántico", señala.