Los planos submarinos son de una delicada belleza, en la inmensidad azul del océano una mujer desciende grácilmente acariciando una cuerda vertical mientras se escucha el placentero sonido de burbujas. La soga le sirve de guía para descender hasta las oscuras y silenciosas profundidades en las que se pierde la visión de la cámara. Arriba, en la superficie, le esperan un grupo de buceadores, equipos de rescate y sanitarios que se van poniendo nerviosos según pasan los segundos. El objetivo de la nadadora, a la que llevan más de un minuto sin ver, es descender lo más profundo posible, y lo hace sin botella ni ningún otro apoyo de oxígeno, solo apnea.
Los buenos documentales tienen la capacidad de retener al espectador en temas que, en principio, no les interesa en absoluto. Netflix ya lo consiguió con el éxito mundial, Oscar incluido, de Lo que el pulpo me enseñó, en el que un documentalista submarino establecía una 'amistad' con un pulpo en las aguas de Sudáfrica. No parece que el buceo a pulmón, o apnea, sean un tema de interés generalizado, pero La inspiración más profunda dirigida por Laura McGann consigue mantener la expectación en la carrera de la italiana Alessia Zecchini por conseguir un récord mundial.
Zecchini y Keenan
El documental arranca con una angustiosa escena de la joven italiana siendo arrastrada hasta la superficie después de perder el conocimiento unos metros antes. Con los ojos en blanco, sus compañeros le tienen que hacer el boca a boca dentro del propio agua, hasta que despierta entre los gritos que repiten su nombre. Zecchini va quemando etapas a ritmo acelerado: campeona de Italia, récord de descenso, ristra de medallas de oro… hasta llegar a la cumbre de este deporte. La ambición de la submarinista le lleva a tomar riesgos extraordinariamente peligrosos y para batir un nueva marca mundial comienza a entrenar con Stephen Keenan un buceador de seguridad con el comienza un relación amorosa.
Los delicados planos del perfil de estas modernas sirenas, la plasticidad en sus serpenteantes movimientos, pueden llegar a ser incluso relajantes, si no fuera porque el televidente sabe que cada segundo de estas plácidas escenas suponen menos aire en los personajes que están viendo en pantalla. Los pulmones se vacían y cada metro de inmersión comprime los pulmones de los nadadores hasta dejarlos del tamaño de un puño.
Probablemente, en la mente de la mayoría del público, totalmente alejado de estas competiciones, aparecerá la recurrente pregunta que muchos sentimos ante los deportes de riesgo: ¿Qué necesidad?, ¿dónde está la gracia de descender, descender y descender simplemente por establecer una nueva marca? La respuesta a la incomprensión de todos estos retos la dio hace más de un siglo George Mallory cuando le preguntaron por qué iba a tratar de escalar el Everest: “Porque está ahí”.
El montañero británico desapareció en una expedición de 1924 cuando trataba de convertirse en el primer hombre en escalar la montaña más alta del mundo y todavía no se ha encontrado su cadáver. Tampoco se ha hecho con algunos de los campeones mundiales de apnea que un día simplemente fueron tragados por el mar. Descendieron a las profundidades y nunca más volvieron a la superficie.
El espectador de La inspiración más profunda también es consciente de que está ante un drama real, intuye que algunos de los protagonistas del documental va a perecer y parte de la magia de la cinta consiste en un cuidado montaje y guion que llega a los últimos minutos sin revelar la tragedia.