Este año se celebra el centenario del nacimiento de Pier Paolo Pasolini, uno de los pensadores clave para comprender el siglo XX europeo. Su pensamiento se mantuvo siempre cercano al pueblo y por eso generó incomodidad en amplios sectores de la derecha…y también de la izquierda (ya por entonces embarcada en una deriva elitista). Pasolini se opuso al aborto sin abdicar de la militancia marxista, además de entregar al catolicismo la que es considerada -por el propio Vaticano- como la mejor película sobre la vida de Jesús: El evangelio según san Mateo (1964). Radical en el fondo y en las formas, el poeta y director italiano decidió prescindir por completo del guión y de actores profesionales. Rodó directamente a partir del texto bíblico. Por cierto, hay que que decir que en el título original italiano no se utiliza el “san”, subrayando la condición de simple discípulo de Mateo. Vozpópuli recuerda los debates esenciales sobre la película.
Una de las principales publicaciones recientes sobre Pasolini es El último profeta (Tusquets), del crítico cultural Miguel Dalmau, que mereció este año el Premio Comillas. Allí se analiza la génesis de la película, que parte de una invitación del papa Juan XXIII para abrir el diálogo con los artistas no católicos. El director de cine y escritor italiano “se desplazó, seducido, hasta Asís para participar en el encuentro. Corría 1962. Estando solo en su celda, se encontró sobre la mesilla un ejemplar de los evangelios y quedó atrapado por el de Mateo. Hasta entonces Pasolini había conocido la belleza estética y la belleza moral; pero tras la lectura, comprendió que había encontrado ‘la belleza absoluta’ y sintió inmediatamente la necesidad de hacer algo”, explica Dalmau.
El apellido Pasolini suele ir unido a adjetivos como “provocador”, “incómodo” y “heterodoxo”, pero nada estaba más lejos de su enfoque en esta película. El artista aspiraba a que su cinta se viera durante Pascua en todos los cines de Italia y del mundo. Esto escribe en una misiva a la Iglesia: “Desearía que mis exigencias expresivas, mi inspiración poética, no entrase jamás en contradicción con su sensibilidad de creyentes. Porque en tal caso no alcanzaría mi propósito de proponer de nuevo una vida que es modelo -aunque sea inalcanzable- para todos nosotros”. Sus intenciones coincidían con el proyecto del papa Juan XXII de utilizar los medios de comunicación como una ‘biblia de los pobres’, igual que se usaban antiguamente los grandes frescos, las esculturas y otras formas de arte sacro.
Jesucristo: un mensaje actual
¿Cuál es la principal característica de la cinta? José Luis Garci y los contertulios de su programa destacan que intentó rodarla como si fuera un documental, incluso un telediario. Pasolini quería que los espectadores tuvieran la sensación de estar asistiendo a los últimos días de la vida de Jesús. No solo se evitaba a los actores profesionales, sino que la propia madre del director hizo el papel de María, deshecha por el dolor de la crucifixión. Así resumía el trabajo del reparto el cineasta Juan Antonio Porto: “Creo que es una película extraordinariamente difícil de hacer porque cuenta la historia más conocida que hay en nuestro mundo, desde los primitivos italianos hasta el Renacimiento, además de omnipresente en la imaginería popular. Los personajes asustan de tan personas que son: reconocemos a todos porque los hemos visto en nuestro pueblos”, recordaba.
Pasolini veía la obra como "una violenta llamada a la burguesía lanzada estúpidamente hacia un futuro que supone la destrucción del hombre, de los elementos antropológicamente humanos”
“La película es fascinante porque parece un reportaje, por ejemplo la parte de la degollación de los inocentes con esa música amenazadora de Nevsky y Prokófiev”, recuerda Porto. “Está deliberadamente mal rodada, con un amateurismo que parece buscado. La cámara avanza entre las cabezas del sanedrín buscando el mejor emplazamiento, como si fuese un periodista de las noticias. Consigue una verdad y una autenticidad terrible”. Escandalizó sobre todo la primera escena, donde aparece la virgen María embarazada, que interpreta una actriz de solo quince años. No era nada habitual la presencia de mujeres encinta en las películas, a excepción del cine realista ruso. La primera que apareció un aembarazada en Hollywood era reciente, en el Espartaco (1960) de Kubrick. En la hora larga de su tertulia televisiva, Garci ofrece la mejor sinopsis posible: “Se trata del hijo de un carpintero que dice que somos todos iguales y que los que mandan son una raza de víboras”.
Aunque la estrategia sea la del cinema verité, esta película es la obra de un artista. Sus imágenes remiten a Piero de la Francesca, El Greco y Rouault. Pasolini además compra la tesis de Oscar Wilde en De profundis (1905): la de que Jesucristo fue capaz de convertir su propia vida en un poema. En el reparto se incluyen algunos de los mejores intelectuales de la Italia de la época: "Así, Natalia Ginzburg aparece en el papel de María de Betania; Enzo Siciliano en el rol del apóstol Pedro; el gran profeta Alfonso Gatto hace de Andrés; y un joven Giorgio Agamben, uno de los pensadores más destacados de nuestro tiempo, encarna al apóstol Felipe", recuerda Dalmau.
Aplauso católico, rechazo intelectual
La parte más complicada fue encontrar a alguien que hiciese el papel de Cristo. Pasolini pensó primero en el poeta ruso Yevgueni Yevtushenko, un comunista ruso de ojos azules que rechazó la oferta tras un cruce de cartas. El siguiente candidato fue el escritor Luis Goytisolo, que tampoco estaba interesado. La solución llegó por casualidad, cuando un joven antifranquista de clase alta, Enrique Irazoqui, apareció Roma para recaudar fondos contra el dictador español. En principio, se resistió a la oferta de Pasolini, pero le convencieron de que su sueldo de actor sería una cifra respetable que aportar a los militantes contrarios a Franco. Pasolini fue tan feliz con el hallazgo que se puso a celebrarlo por teléfono al grito de “He encontrado a Jesús, está en mi casa”.
Sratre atribuyó el rechazo de la izuqierda a que 'existe el temor de que los temas religiosos favorezcan ideas conservadoras. Estamos acostumbrados a desconfiar de ellos'
La película recibió varios premios, entre ellos el Especial del Jurado de Venecia y uno de La Oficina Católica Internacional del Cine (OCIC). Veinte años después de la muerte de Pasolini (1975), el Vaticano declaró en su periódico oficial L’Osservatore Romano que El Evangelio según San Mateo era “la mejor película sobre Jesús de la historia del cine”. Desde la orilla contraria, la obra encontró resistencia en cierta intelectualidad izquierdista de la época: por ejemplo, el crítico de Le Nouvel Observateur la describió como “algo pequeño y mezquino, un fraude comercial. Al verla, he encontrado en ella la grasa de los hábitos y las miradas oblicuas de los confesores”. El filósofo Jean Paul Sartre -a quien Pasolini admiraba- atribuyó este rechazo a que “en la izquierda racionalista existe el temor de que los temas religiosos favorezcan ideas conservadoras. Estamos acostumbrados a desconfiar de ellos”, explicó el francés.
¿Cuál era la intención del propio Pasolini con esta obra? “El San Mateo debería ser, para mí, una violenta llamada a la burguesía lanzada estúpidamente hacia un futuro que supone la destrucción del hombre, de los elementos antropológicamente humanos”, declaraba en la época.