Cultura

José Antonio Primo de Rivera, el mayor mito franquista después de Franco

Este lunes, los restos del líder de Falange serán exhumados del Valle de los Caídos

  • Cuadro de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange.

Trató de importar el fascismo en España, pero no logró formar el gran partido de masas que llenó Europa de camisas negras y pardas. Fundó un partido que resultó irrelevante en el juego parlamentario. Combatió activamente la democracia republicana con actos violentos que buscaban destruir el sistema parlamentario. Fue fusilado por el bando republicano en la cárcel de Alicante durante los primeros meses de guerra y su muerte fue ocultada por Franco durante dos años. Hijo de un dictador y mártir propicio para el siguiente, José Antonio, se convirtió en el mayor mito del Franquismo, después de Franco.

En los reductos de la España franquista que continúan vendiendo merchandising con simbología de la dictadura destacan dos rostros por encima de cualquier otro. José Antonio y Franco presiden el calendario, la lotería o la etiqueta de vino barato de turno. Si en el año 1935 le hubieran dicho a los entonces militares y diputados que su simbología iba a sobrevivir fusionada durante decenios en la ensalada ideológica que representó el Franquismo, ninguno lo hubieran creído. Camisas azules, con santos y vírgenes, boinas rojas, yugos, flechas, símbolos militares, aguiluchos, un abogado y político comparado con el Cid Campeador, monárquicos, republicanos, anticonservadurismo y tradicionalismo...

Uno de los mayores expertos en el estudio del fascismo y de la figura de José Antonio, Stanley G. Payne lo describió como “el santo patrón secular del régimen franquista”. Tal secularización y apropiación de la figura joseantoniana comenzó en los primeros meses de la Guerra Civil.

Muerte ocultada

Su muerte se ocultó dentro del bando sublevado hasta el 18 de julio de 1938, a pesar de que las noticias de su fusilamiento llegaron enseguida a la jefatura golpista tan pronto como los medios republicanos replicaron que la sentencia contra el líder de Falange había sido cumplida. El hecho de que no fuera comunicada de manera oficial ni se celebran funerales alimentó la sospecha del destino de José Antonio y aparecieron rumores como los que hablaban de un simulacro de fusilamiento y de su retención en la prisión para posteriormente liberarlo y crear disputas dentro del bando nacional. Las especulaciones más macabras aseguraban que había sido castrado y enviado a Rusia.

La baraka de Franco seguía funcionando en su camino al ultraliderazgo personal y en este caso, la desaparición del líder de Falange facilitó la unificación y apropiación franquista del partido fascista español que terminó siendo fusionado con los carlistas. El resultado sería la incorporación del apellido tradicionalista, en referencia a los carlistas, al nombre de la formación falangista (Falange Española Tradicionalista y de las JONS).

Durante la Segunda República, las relaciones entre Franco y José Antonio no habían sido nada amistosas, pero Franco honró y mitificó al falangista para ganarse la simpatía de los falangistas, que si bien en democracia habían sido totalmente insignificantes en el juego parlamentario, en las calles y posteriormente en combate habían ganado mucho peso. El yugo y las flechas servirían para cimentar el nuevo Estado franquista y la primera gran manifestación popular sería el duelo del antiguo líder. 

"Primer mártir de la Cruzada Nacional"

Esta conmemoración establecía los papeles que durante décadas seguiría difundiendo la propaganda  franquista: José Antonio el mártir de la nueva España pura que nacía tras la guerra y Franco como líder indiscutible de la nueva nación. Como señala el especialista en la historia del falangismo Joan Maria Thomàs en José Antonio. Realidad y mito, hasta entonces solo existía el “protomártir de la Cruzada nacional”, el diputado derechista José Calvo Sotelo asesinado el 13 de julio de 1936.

No fue hasta el 18 de julio de 1938, en el segundo aniversario del “alzamiento” cuando se comunicó oficialmente la muerte de Primo de Rivera. En un discurso de RNE, Franco ya le asignó el ‘título’ de “mártir glorioso de nuestra Cruzada” y fue el arranque de un programa propagandístico en el que el falangista siempre estuvo ¡presente!. Desde las lápidas en las iglesias encabezando la lista de los caídos “por Dios y por la patria” y que todavía se conservan en muchos pueblos, a institucionalizar el día de su fusilamiento como un día de luto. En los casos más extremos, el carácter mesiánico con el que le encumbraron llegaba al punto de compararlo con Jesucristo, muertos ambos con 33 años.

Los dos entierros de José Antonio

Con la guerra ganada, y el cuerpo recuperado, se realizó la imponente marcha del cuerpo desde Alicante a El Escorial, llevado a hombros durante varios días. Tal mitificación no era igual vista por los camisas azules que por la Iglesia, carlistas, monárquicos, o Ejército, muy irritados estos últimos por la grandiosidad de la marcha joseantoniana comparada con los funerales de militares como Sanjurjo o Mola. Pero además de la profunda simbología fascista, el acto tuvo elementos castrenses y religiosos y culminó el 29 de noviembre de 1939 en el monasterio de El Escorial donde aguardaban los prebostes del nuevo régimen.

Pasaron 20 años, la política internacional y las luchas internas restaron importancia al fascismo/falangismo en beneficio del ultracatolicismo, pero José Antonio siguió siendo un mito con el que Franco inauguró el Valle de los Caídos, construido en parte por mano de obra esclava de presos políticos.

16 años más tarde llegaba el cuerpo del dictador para completar el suelo del altar. Las dos figuras del Franquismo se convirtieron en un atractivo turístico a las afueras de Madrid, al que cada 20-N acudían, cada vez con menos intensidad, cada vez más viejas, camisas azules. Las gafas de aviador, el yugo y las flechas, las boinas rojas, los brazos en alto, las banderas del águila o de la Cruz de Borgoña fueron siendo vistas por la sociedad española más como un elemento friki de casposos trasnochados y jóvenes con el cerebro rapado que de un riesgo real para una democracia consolidada. 

Este lunes, el altar de la basílica, el sanctasanctórum de la mitología franquista, terminará de ser vaciado por un gobierno socialista con ministros comunistas. Los restos de miles de muertos que nunca quisieron participar de la megalomanía franquista seguirán esperando dentro del templo.

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