Mario Vargas Llosa se documenta para mentir mejor. Lo ha dicho y escrito varias veces: mintiendo se expresa una curiosa verdad, pero esa es sólo una parte de la historia. El pacto de la ficción requiere e implica bastante más que la disposición a la fabulación, en la literatura y fuera de ella. Y quienes participan de la 'cosa pública' lo saben muy bien.
Estamos en temporada de uvas y elecciones. A poco que sople el viento caerán unas cuantas parras y con ellas las más variadas fabulaciones. Al día siguiente del debate en el que Pedro Sánchez se empleó a fondo en la categoría Dibujo libre, se publicó la Encuesta de Población Activa, según la cual casi 98.000 personas habían perdido su trabajo, cien mil más en relación con el mes anterior. El peor dato desde 2012.
El secretario de organización del PSOE y ministro de Fomento, en ese orden, salió a apagar el fuego de la EPA. ¡No era el paro lo que subía, sino a la gente que se apuntaba! Que la economía nacional inspira confianza y las personas entran en la lista de empleo, ¡porque encontrarán uno mejor! Ya podrán leerse La Ilíada y La Odisea juntas, mientras es ocurre.
¡No era el paro lo que subía, sino a la gente que se apuntaba!, soltó Ábalos
Mintiendo se revelan curiosas verdades. Y parece que, en tiempos de propaganda, cualquier cosa resulta buena, por mal escrita que parezca. Seguro que al ministro José Luis Ábalos le gusta la poesía, porque la ficción, lo que se dice ficción, se le da fatal. La verdad se le escurre, jabonosa, entre las manos.
No se puede tomar por tonto a un lector, porque eso supone romper el pacto de ficción que el escritor y él han sellado. Que Emma Bovary resucitara en la penúltima línea o que el capitán Ahab diera media vuelta y amarrara el Pequod a una charca, sería, además de inverosímil, técnicamente torticero.
Contar un cuento sin destreza o pergeñar una mentira a brochazos es reprochable a cualquier escritor. Cuando lo hace quien tiene un cargo de responsabilidad pública, como es el caso del socialista, pasa a convertirse en un problema moral. Y este Gobierno ya acumula varios, se cae a trozos, como un mal libro. En fin, que el señor Ábalos no es un novelista, ¡es un novelero!