"La muerte es una sirena andaluza con la cola forrada de hormigón". Pocos narradores podrían sobrevivir a ese arranque y mantenerlo durante casi 300 páginas. Pero Leandro Pérez (Burgos, 1972) lo consigue. Y si lo hace es porque logra sujetarse, apretar con otra vuelta de tuerca, mejor dicho, de Torca. Sí, Torca. Porque Leandro Pérez retoma a su ex soldado y mercenario, Juan Torca, no para desentrañar una trama de corrupción en la Liga de Fútbol o para descubrir un complot contra Florentino Pérez, como ya lo hizo en su primera entrega. Si Juan Torca regresa es por otra razón. Acaso porque este hombre apaleado y escarmentado está atornillado en la mente de quien lo creó. Por eso Pérez le dedica otra novela. Se trata de La sirena de Gibraltar (Planeta), un thriller que confirma a quien lee que se encuentra ante una serie, la de un personaje áspero y contradictorio. Un héroe estropeado que nada contracorriente dando coletazos de concreto para resistirse a su propio hundimiento.
La sirena de Gibraltar es la segunda entrega de una saga que comenzó con Las cuatro torres (2011) y de la que Leandro Pérez espera completar siete libros
Concebida como la segunda entrega de una saga que comenzó con Las cuatro torres (2011) y de la que Leandro Pérez espera completar siete libros, La sirena de Gibraltar arranca en el verano de 2013. El asesinato de una joven cuyo cuerpo es hallado en el río Manzanares atrapado en un bloque de cemento será el hilo del que tirará Leandro Pérez para avanzar en una búsqueda tan detectivesca como literaria. En estas páginas se anegan las arenas del peñón; la tierra sucia de quienes desean vengarse; el destino de tres hermanas; citas de Love of the Lesbian; partidas de Poker; un cierto aroma al Vázquez Montalbán de Los mares del sur pero también la certeza del que ya sabe a qué suena su voz. “Tanto si aprietas los puños como si los aflojas, el agua se te escapa de las manos”, escribe Leandro Pérez sin arrugarse el traje. Así confecciona una historia sin sobrantes, hecha de pura acción y una prosa eficaz, con momentos de singular belleza.
En esta segunda novela, Juan Torca ya tiene en común con Pepe Carvalho mucho más que las ganas de serlo
En esta segunda novela, Juan Torca ya tiene en común con Pepe Carvalho mucho más que las ganas de serlo. Ya no necesita parecerse a él para formar parte una estirpe o un árbol genealógico. En La sirena de Gibraltar, han transcurrido dos años desde que Juan Torca, viudo y asediado por los recuerdos borrosos de sus años de mercenario, ha llegado a Madrid. La ciudad ya no le resulta extraña, no del todo, pero sigue atrincherado en sí mismo: un cincuentón que raspa el asfalto de la Gran Vía con sus zapatillas de correr, alguien que todavía prefiere las temporadas de Los Soprano a los partidos de fútbol y que pondrá en marcha la acción novelesca cuando se niegue a asesinar a dos prostitutas. Porque el pasado toca a su puerta. Y aunque decide dejarlo pasar , una primera muerte -de la que él no es responsable- precipitará una investigación en la que lo ayudarán sus compadres –ex compañeros militares reconvertidos en detectives privados- y con la que Torca busca un solo objetivo: impartir justicia al mismo tiempo que ejecutar una venganza. Lo hará empujado por un sentimiento más potente que su propia demolición.
El libro está contado a dos voces: la del narrador que presenta y acompaña a Torca y la de Maddie Cruz, una joven que podría terminar en el fondo del mar con las piernas atrapadas por un bloque de hormigón. La sirena de Gibraltar es una historia masculina –a veces demasiado- en la que ya no brilla la corrupción política o la pudrición que obra el dinero en el corazón de los hombres y las mujeres, sino una más profunda: la que tiñe el alma de sus protagonistas. Así confecciona Leandro Pérez este thriller, con la urgencia de quienes insisten, de quienes no entienden la vida sin ponerla por escrito. Por eso, al momento de esta conversación, Leandro Pérez no muerde el anzuelo, tampoco cae en la provocación de quien intenta sacarlo de quicio reprochándole el haberse apuntado a una moda literaria. “Si la novela negra está de moda o no, me da igual. Yo escribo”. Y sí, Leandro Pérez escribe. Sin arrugarse el traje.
-El ex militar y mercenario Juan Torca ya no persigue a Florentino Pérez ni a un topo en el Real Madrid, como en su primera novela. Vemos a un hombre más apaleado expuesto a una pira de sentimientos.
-Cuando Juan Torca llega a Madrid en 2011, que es el tiempo en el que ocurre Las cuatro torres, él es un náufrago. Aquí, como la novela ya no se trata de un caso largo sino que ocurre exactamente en siete días, se nota mucho más ese apaleamiento, porque a Torca le ocurren muchas cosas.
"Todo es igual y a la vez distinto en esta novela. Se mantiene Juan Torca y la gente que está alrededor de él, pero transcurre con otra dinámica"
-La metáfora del agua está muy presente. Y a su manera, Torca es alguien que intenta ir contra la corriente. Se resiste a todo: a matar, a que los crímenes queden impunes, a su pasado.
-Torca es un corredor en varios sentidos. Podría vivir en la calle La Puebla en Burgos, casado y haciendo una vida de casino y café, pero en realidad es incapaz. Hay un cliché del género negro: ese Humphrey Bogharth de turno a quien una mujer fatal le encarga un crimen. En este caso, juego a retorcer ese cliché. Cuando llega esta mujer fatal a encargarle un asesinato a Torca él lo rechaza y al negarse a cometer ese asesinato comienza todo.
- Si en la primera novela vimos fútbol, corrupción, políticos… en ésta vemos las grandes pasiones: la venganza, la ira.
-Todo es igual y a la vez distinto en esta novela. Se mantiene Juan Torca y la gente que está alrededor de él, pero transcurre con otra dinámica. Ya no es un caso largo, en Las cuatro torres todo ocurría en el tiempo de una temporada de liga. La sirena de Gibraltar trata de un episodio concreto. Es una novela independiente, no una segunda parte. Aunque el lector encontrará guiños. Eso hace que la actualidad pura y dura no tenga el peso del primer libro.
"Es una novela independiente, no una segunda parte. Aunque el lector encontrará guiños"
-¿Cuál es el sentimiento fuerza? ¿La venganza? ¿La necesidad de proteger? ¿La vulnerabilidad?
-Hay dos fuerzas contrapuestas. Una es la venganza, no sólo la de Juan Torca, sino de otro personaje que pone en marcha todo lo que ocurre. Y la otra es, en efecto, la necesidad de proteger. Aquí, a diferencia de Las cuatro torres, hay algo que compromete a Torca. Desde el minuto en que su hijo lo ve en la escena de un asesinato, se ve obligado al protegerlo, de la misma forma en que sentirá lo mismo al conocer a la sirena.
-¿Es ésta una historia de amor o de redención?
-Podría existir tal cosa como una historia de amor. Pero todo va tan rápido que apenas da tiempo para que ocurra el flechazo.
-Tan rápido que ni le da tiempo a ver las temporadas de Los Soprano.
-Sí. No le da tiempo. En algún momento se sienta a ver series, casi como un guiño.
"Juan Torca podría ser un asesino, pero también un detective. Podría ser muchas cosas"
-En La sirena de Gibraltar cuenta más de Juan Torca, el lector podrá saber más de él. Sin embargo, ¿quién es este hombre? ¿un mercenario, un héroe, un asesino?
-La serie de Torca, que tengo la sana intención de cerrar en siete novelas, procura avanzar y retroceder. Quiero contar cosas de él y para conseguirlo voy dando pinceladas, pero nunca hay un retrato completo en una sola novela. Él podría ser un asesino, pero también un detective. Podría ser muchas cosas. Es alguien sin oficio pero con beneficio. Él lo dice, que tiene mucho dinero que le permite vivir, y sin embargo se mete en líos.
- Torca ha cambiado y su forma de escribir también. Hay más intención literaria, que ya existía pero con menos efectividad.
-Eso ya es una opinión suya. Lo que sí puedo decir es que he disfrutado más escribiéndola, aunque sí me ha tomado más trabajo esa sensación de síntesis. Aspiro, siempre a escribir mejor, claro, pero no me toca a mí comparar. En esta entrega voy más seguro que en Las cuatro torres, que comencé a escribir sin saber si la iba a publicar o incluso a acabar. Siempre he dicho, sin ningún tipo de complejos, yo era un escritor de primeros capítulos: 30 primeras páginas que me encantaban y acababan en un cajón. Una vez publicada la primera novela, sé adónde quiero llegar y de qué forma.
-¿Por qué estos héroes estropeados, solitarios, marginales de la novela negra son tan atractivos, incluso hoy?
-Es una pregunta que igual podría responder un escritor pero también un psicoanalista o un sociólogo. Por qué a tantos creadores les interesa este tipo de personajes. Quizá en las grandes ciudades estamos más solos de lo que parece y cuando pensamos en contar historias relacionadas con nuestro mundo, pensamos en seres así.
-Esta es una novela masculina. Y mucho
-No sé si la novela suena masculina, sólo he procurado que esté bien escrita.
"No sé si la novela suena masculina, sólo he procurado que esté bien escrita"
-¿Por qué las mujeres tienen un papel pasivo?
-Y creo que la voz de Maddie Cruz, de la sirena que escribe su diario, tiene peso con respecto a Juan Torca. Pero el caso es ése: ha muerto una mujer. Unas nadadoras que cruzan el estrecho están amenazadas. La voz de Maddie debe atenerse a eso.
-Al lector le queda la sensación de que las mujeres en su novela están relegadas a ser víctimas de alguien de rescatar.
-Hay algo que aparece en la novela y que puede servir para explicar. Cuando la gente habla de alguien que cruza el estrecho de Gibraltar o que rompe el récord al cruzarlo a nado, se piensa en un hombre. Y resulta que no: la primera persona que cruzó el estrecho nadando fue una mujer, la misma que cruzó a nado entre Gran Bretaña y Francia. Justamente por eso todo me encajaba para que la víctima fuese una mujer. Esas eran las piezas de este tablero.
"La novela negra era masculina. Eso está cambiando. Dolores Redondo, Alicia Giménez Bartlett"
- La novela negra es masculina…
-Lo era. Eso está cambiando. Dolores Redondo, Alicia Giménez Bartlett. O también, por ejemplo: Bevilacqua y Chamorro, los dos guardias civiles que protagonizan la serie de Lorenzo Silva. Chamorro es mucho más atractiva como personaje que Bevilacqua.
-Permítame chincharlo un poco, ¿su novela es o no cipotuda?
-(Risas) No sé si mi estilo es o no cipotudo, hace poco el periodista Antonio Lucas dijo que era cimarrón.
"Da igual las etiquetas. Admiras a escritores y de alguno se te pega algo. No soy de los que quiere matar al padre"
-A usted se le presentó como el ahijado literario de Arturo Pérez-Reverte, aunque en esta novela ya no lo hace jugar ajedrez en Sarajevo. ¿Qué otros padres literarios tiene?
-El hecho de que el primer libro se publicara con una faja de Arturo Pérez-Reverte fue un gran honor. Lo dije entonces y puedo decirlo hoy: a mí no me importa decir ‘soy Pérez-revertiano’, podría serlo, pero también me confieso ‘montalviano’. Y aunque no tenga ecos directos, me ocurre lo mismo con Miguel Delibes o James Ellroy. Da igual las etiquetas. Admiras a escritores y de alguno se te pega algo. No soy de los que quiere matar al padre. Y yo, entre mis padres, podría citar a Javier Marías pero también a abuelos como Camilo José Cela. Ahora, de ahí a decir que yo sigo una tradición, creo que no. Eso sería muy osado.
-Siempre le pedimos a un autor que tenga un propósito. ¿Existe algún propósito suyo con Juan Torca?
-Mi principal propósito es divertirme escribiendo, porque no me imagino sin poder escribir. Podemos meterlo luego en una caja con algunas aspiraciones, pero yo no juego a la idea de que reivindique algo. Torca es el producto del no poder vivir sin escribir.
-¿Hasta cuándo aguantará la racha de la novela negra? ¿Seguirá de moda?
-No lo sé. Lo que sí sé es que los escritores seguirán pariendo historias: negras, rosas grises, haya los lectores que haya. La poesía no tiene esa visibilidad mediática, pero existen hoy miles de poetas que escriben. Si la novela negra está de moda o no, me da igual. Yo escribo.