Los estorninos cantan, y María Adánez recuerda aquel sol de la infancia que anunciaba la cercanía del verano. El alegre sonido de estos pájaros es la magdalena de Proust de una actriz que no ha parado de trabajar desde los 6 años y que, milagrosamente, mantiene la cabeza en su sitio. Todos conocemos cómo suelen acabar los actores que empiezan desde pequeñitos en los escenarios, que viven muy rápido y se topan de golpe y porrazo con el vacío de la existencia. Adánez acaba de estrenar en el Teatro Bellas Artes el clásico contemporáneo '¡Ay, Carmela!', en compañía de Pepón Nieto y bajo la dirección de José Carlos Plaza.
En las profundidades del Bellas Artes, un teatro del que las historias brotan en las catacumbas, donde se respira un aire a clandestinidad, suena estos días la voz de Carmela. La premiada obra de teatro de José Sanchís Sinisterra fue estrenada en 1987 y llevada al cine de la mano de Carlos Saura en 1990, con Carmen Maura y Andrés Pajares en los papeles principales.
Plaza toma como base el libreto original pero lleva a cabo ligeras modificaciones que enriquecen el relato. '¡Ay, Carmela!' cuenta la historia de una pareja de actores de varieté que tienen que deleitar al mismísimo Francisco Franco en plena guerra civil. Carmela, pasional y valiente como el Quijote, habla más de la cuenta y termina siendo fusilada. Paulino (Pepón Nieto), realista y cobarde como Sancho Panza, se queda huérfano en un mundo hostil, un mundo en guerra.
'¡Ay, Carmela!' tiene un mensaje político claro en favor de la memoria histórica. "En cuanto tenemos la panza llena y nos ponemos corbata, nos olvidamos de todo", dice la protagonista en un momento dado. Pero más allá de la lectura política, lo cierto es que la obra aborda materia humana que trasciende el contexto histórico. La muerte de Carmela sume a Paulino en un sentimiento de orfandad que le hace refugiarse en el alcohol. El duelo por la muerte de su compañera de vida es uno de los momentos más conmovedores de la obra.
Mención especial merece también cómo Sanchís aborda el tema de la muerte, de lo que hay después. En su relato, los muertos hacen cola para coger un tren, una cola interminable en la que espera también Lorca. Los muertos no sienten odio, miedo, ni rencor por los que les asesinaron, pero tampoco pueden disfrutar de los bienes terrenales, de la comida, del sexo, de las caricias. Ambos actores están soberbios y hacen un esfuerzo interpretativo sobresaliente. Cerca de dos horas en las que lo dan todo.
María Adánez recibe a Vozpópuli en el backstage del Bellas Artes, en el mismo pasillo donde con seis años empezó en el mundo de la actuación, acompañado entonces de su padre. Hablamos de la obra, del teatro, del reto de mantener una mente sana en el mundo actoral y de un posible reencuentro de la serie 'Aquí no hay quién viva', que cumple 20 años desde su estreno.
Ayer vi en su Instagram un vídeo en el que decía que el canto de los estorninos le retrotraía a su juventud en el instituto, cuando estos pájaros anunciaban que se acercaba el verano. ¿Es María Adánez una persona nostálgica?
No, precisamente ahora no. Sí que, inevitablemente, por sensibilidad, hay sonidos o cosas que te retrotraen a un momento pasado. En este, caso, a uno positivo. Pero actualmente, la verdad, no estoy en un momento nostálgico. Estoy en un momento ‘mindfulness’ total, en vivir el día a día, que es lo que pasa cuando tienes un hijo. Los hijos son un aquí y ahora, ‘be here now’. Y eso es un regalo, porque te hacen vivir el mundo presente a tope.
‘¡Ay, Carmela!’ tiene su punto de nostalgia. Al menos por parte del personaje de Paulino, cuando se reviven los momentos junto a Carmela. Ambos personajes son como Don Quijote y Sancho, una idealista y el otro realista y cobarde. ¿Hacen falta más Carmelas hoy en día?
Yo creo que sí. Lo que me gusta de Carmela es que es un personaje que te recuerda lo importante de la vida, te recuerdan nuestros instintos, que viven tan anestesiados hoy en día debido al exceso de pantallas y redes sociales. Una exposición que obliga al desdoblamiento de uno mismo, a vivir otras realidades. Esta mujer nos recuerda lo importante de las pequeñas cosas de la vida y de nuestros instintos, de comer, bailar, follar, pasarlo bien, escuchar los pájaros, el sol… desde la sencillez. Y eso hoy en día me parece un lujo, porque vivimos muy conectados, con mucha rapidez y ultracontrolados. Es un personaje que dice ‘eh, esto es lo bueno de la vida’.
Leí en una entrevista que decía que Carmela era una mujer menos sofisticada, más sencilla. Esa sencillez me recuerda a las abuelas, que son, probablemente, más auténticas que muchas personas modernas. ¿La sofisticación nos está matando? Ese deseo de destacar, de ser sublimes, únicos…
Y eran mujeres más supervivientes, con una inocencia que ahora se ha perdido porque internet lo ha cambiado todo. Este exceso de información y de ultraconexión con el mundo entero tiene sus cosas buenas, pero también sus cosas horribles. Creo que eran generaciones más puras, dentro de que también tenían sus problemas y sus conflictos, y arrastraban una guerra, algo de lo que afortunadamente hoy nos hemos librado. Pero me parece que sobra información. El ser humano no necesita, ni está preparado, para esta sobreestimulación que tenemos hoy día. Esto genera mucha insatisfacción, no sabemos qué hacer con tanto, tanto es así que se escapa la verdad. Los periodistas vivís una época muy complicada, todo son teorías conspiratorias, nada es verdad, las cosas no son lo que parecen, dicen que no hay covid, otros que sí… Es un mundo muy extraño.
En la obra se reivindica la necesidad de la memoria histórica, ¿debe ser la memoria una revancha?
No, una revancha nunca. Debe ser un derecho. Un país con las heridas superadas y maduradas lo colocan a él, a sus políticos y a su ciudadanía en otro ámbito, en otra situación. Creo que sí es necesario avanzar lamiendo las heridas de ambos bandos de la guerra civil para ser un país mejor.
¿Tiene sentido que tantos años después estemos discutiendo si el Madrid o el Barsa son los equipos del régimen de Franco?
(Risas) La verdad es que yo era del Atleti así que ahí te rompo. Mi padre era del Atleti. Estaba ese anuncio maravilloso que decía: “Papá, ¿por qué somos del Atleti si siempre perdemos?”. Ahí el bipartidismo me lo perdí.
Uno de los aspectos más conmovedores de la obra es cómo se relata lo que hay después de la muerte. Una cola de personas que espera un tren, los muertos que no son capaces de sentir miedo, ni tristeza, pero tampoco disfrutan de los bienes terrenales… ¿Cómo cree María Adánez que será lo que hay después? ¿O qué le gustaría que hubiera?
No tengo ni idea. Ahora estoy ‘acarmelada perdida’, así que me gusta la idea de Sanchís. La obra tiene muchas joyas y una de ellas es esta, la manera tan sencilla y tierna de hablar de la muerte. Ese punto de vista es una de las cosas que más me gusta. Ese momento en el que Paulino me pregunta que por qué estoy en la Tierra todavía y Carmela responde que quizá es porque hay tantos muertos que no cabemos en el cielo y tenemos que esperar a que nos acomoden, como en el teatro, en el cine… Y dice el otro: “Pero anda allá Carmela, ¿qué es la muerte, un almacén de ultramarinos?”.
Otro aspecto que me conmovió es la soledad de Paulino sin Carmela. Esa sensación de desamparo, de niño huérfano… Es algo para lo que nadie está preparado en esta vida. Creo que el duelo es otro de los grandes temas de la obra.
Sí, de hecho, creo que cada director que coge esta pieza da su punto de vista. Para José Carlos estaba claro que la aparición de Carmela es el sentido de culpa de Paulino. Para Plaza y la propuesta de nuestro montaje es que todo está en la cabeza de Paulino al no haber podido evitar lo que tiene que evitar.
Paulino acude al alcohol, que es una respuesta habitual frente a los problemas. ¿Cree que en la profesión teatral, actoral, es un problema común?
Lees las biografías de los actores de Hollywood y eran todos grandes alcohólicos. Desgraciadamente, el alcohol sí que ha estado unido al mundo de los actores por una cuestión de fragilidad e inseguridad. Al fin y al cabo, la exposición que tiene un actor es inmensa, y eternamente es juzgado, valorado o infravalorado. Muchas veces ayuda a construir ese caparazón. O hay quien lo utiliza por un problema de desinhibición. Es una profesión maravillosa, pero es una profesión donde tienes que tener un centro personal muy grande para no convertirte en un muñeco roto, porque genera un vacío.
El alcohol sí que ha estado unido al mundo de los actores por una cuestión de fragilidad e inseguridadMaría Adánez, actriz
El otro día me decía una amiga: “Joe, ¿tú haces esta función y luego qué haces para irte a tu casa? Porque ahí tienes un vacío existencial”. Yo llego a casa y me tomo un vaso de leche con 500 galletas. Hay un vacío que cada uno lo llena a su manera. Es verdad que es mejor un vaso de leche con galletas aunque cojas cinco kilos después del montaje (risas). Hay que hacer un buen trabajo personal para no perder la cabeza.
He visto que salió en El Crack II con 7 años. No tenía ni idea y he visto varias veces la película. Empezó muy pequeña en la profesión.
En este teatro –Bellas Artes- debuté con 6 años, aunque en la interpretación lo primero que hice fue cine. Hice ‘Mar brava’ (1981) y luego de los 6 a los 7 años hice como seis películas, entre las que está ‘El crack II’. En teatro debuté por primera vez aquí, ahí estaba el camerino donde venía yo con mi padre en el año 83, cuando participaba en ‘Casa de muñecas’ con José María Pou. Esta es la quinta vez que vengo al Teatro Bellas Artes, hay aquí una energía que hace volver.
¿Cómo consiguió esquivar el mal de los que actúan desde tan pequeños? Ya sabe, hay muchos ejemplos de actores que empiezan pronto y terminan su juventud con depresión, adicciones o falleciendo de forma prematura.
No sé si es un carácter adquirido o que nací con él. A mí me gusta mucho mi profesión, salir al escenario. Pero luego me pondría una careta y saldría por esa puerta siendo otra persona. Lo demás me interesa menos. Me pasaba cuando era pequeña. Como tuve la suerte de encontrar mi vocación a tan temprana edad, los compañeros de clase murmuraban “ahí está María Adánez que hace películas” y yo lo detestaba. Yo quería ser normal. Es un sentimiento que ha estado siempre conmigo y es lo que ha hecho que mi personalidad sea la de una persona normal. De pequeña no era introvertida, pero sí era tímida. Y cuando ya me reconocían por hacer cine lo pasaba mal.
Me pondría una careta y saldría por la puerta del teatro siendo otra personaMaría Adánez
¿Cómo se puede ser tímido y dedicarse a la actuación?
Es que no eres tú. El actor disfruta de la careta, está tocando una partitura, es un violinista que toca Vivaldi. El instrumento del actor son sus emociones, su psique… Y ahí está el disfrute, el tocar partituras que no son uno. Lo que yo no termino de entender es por qué hay ese placer en ser otras personas. Cuando te llaman a entregar un Goya te tocaba ser tú mismo y me parecía un horror. Estás desnudo, no hay ningún personaje detrás.
No podía faltar la pregunta sobre ‘Aquí no hay quien viva’. Después de lo duro que fue el rodaje, de tantos años de reposiciones y de tantas entrevistas en las que le preguntan por la serie… ¿le ha cogido manía o le guarda cariño todavía?
Manía para nada. Cuando algo está tan bien escrito es eterno. Le estaré eternamente agradecida y me sigue sorprendiendo que nuevas generaciones se enganchen a la serie, como pasó este pasado otoño cuando Netflix la lanzó y fue durante meses una de las más vistas. Lo de AQNHQV es increíble, y con el tiempo le tengo todavía más cariño.
Este año es el 20 aniversario de su estreno, ¿van a hacer algo? ¿Un reencuentro al estilo Friends?
No sé nada a día de hoy pero estaría bonito. Se le tiene que ocurrir a Alberto o Laura Caballero (guionista y director). Un reencuentro o rodar un capítulo estaría bien, aunque hay mucha gente que desgraciadamente ya no está. Pero sería bonito.
Sería bonito rodar un capítulo de reencuentro de 'Aquí no hay quién viva'María Adánez
¿Qué tal está José Luis Gil? ¿Le ha vuelto a ver recientemente?
No. Cuando le pasó todo esto le mandé unos mensajitos y sé que está luchando y mejor.
¿Con qué actor y actriz de cine clásico le hubiera gustado trabajar?
Me hubiera encantado trabajar con Jack Lemmon, Katherine Hepburn y Shirley MacLaine.
Uno cualquiera
Pero qué bandos, señora. La guerra terminó hace más de 80 años, aunque algunos/as/es sigan sin darse por enterados.
Milana bonita
María: eso de los dos bandos se lo cuentas a los "progres caviar" que llevan mucho tiempo resucitando el odio entre españoles cuando se había llegado a un equilibrio gracias a la transición... Es bueno que haya tensión, decía el cuentanubes ZP...
Luzmasluz
¿Quién es esta señora...? Parece que no sabe ni una coma de por qué hubo una guerra civil en España: la última concretamente...
maesenicolas
Y en qué bando luchó María Adanez?
DANIROCIO
la desgracia de ISRAEL es siempre lo mismo,cuando pasa cualquier cosa que implique violencia acusan a este pais de que es culpable de todo nunca miran a ningun otro pais cuando la realidad es que tiene muchos enemigos o por lo menos sus enemigos tienen politicos que ejercen presion sobre otros para culpar tambien a los ISRAELITAS,toda mi vida siempre los han culpado de los problemas con el mundo ARABE pero nunca al reves
S.Johnson
Muchos merecerían conseguir lo que estúpidamente buscan: una nueva guerra civil.
ma
Los dos bandos de la guerra civil ya están muertos. Aquí lo que hay es que tenemos un grupo radical dispuesto a asaltar el poder a cualquier precio