Llega Daniel Melingo (Buenos Aires, Argentina, 1957) de la lluvia con un álbum de cuatro caras con el tango por paraguas. El disco se titula S’il vous plaît (Musique Sauvage, 2022) y es tan nublado como la tarde en la que se hace esta entrevista para Vozpópuli. Y no por nublado es un trabajo sombrío, pero basta con echarle un ojo al arte de la portada. ¿Café? Sí, por favor. S’il vous plaît está dividido en tangos, valses, milongas, canciones y folklore. ¿De qué estamos hechos? Estamos hechos de todo eso. Es un mosaico cultural… si hablamos del tango.
Pregunta: Y a usted le llegó el tango antes que el rock…
R: Sí, por supuesto. El tango comenzó cuando los emigrantes bajaron de los barcos en Argentina y a confluencia de las colectividades que fueron emigrando a Buenos Aires. El tango fue tomando ese carácter nostálgico de la tierra que se dejó atrás sumado a la experiencia de lo que nosotros llamamos el gaucho, también de la tierra adentro, de la música y de su cultura. Por eso digo que S’il vous plaît está conformado de cuatro caras en un vinilo doble de 180 gramos que he dividido no cronológicamente, si bien son 25 años con 23 canciones icónicas dentro de mi trayectoria, las he dividido por ritmos.
P: ¿Por qué?
R: Porque el tango siempre va separado para nutrirse y para refrescar el oído. Lo mismo que las milongas; siempre se alternan con otros ritmos bien diferentes al tango, justamente para reintroducirse al ritmo de tango, de la milonga, del vals, que tienen más connotación tanguera.
P: ¿Cómo fue en su caso?
R: Tomo el chamamé, que es un ritmo litoraleño que para mí es parte del tango. Yo lo combino en los directos muy bien, separando el tango sin milongas o valses, con algún chamamé y aires folclóricos… Lo que yo llamo ritmos ternarios, como puede ser la zamba, la chacarera, el malambo… Son ritmos con una raíz prácticamente africana. Ahí notamos la influencia también africana que tiene el tango, que fue escondida mucho tiempo, tal vez por modas o por cuestiones más ideológicas. Es bastante amplio, no solo en ritmos, sino en temáticas, en climas, en los mismos ambientes donde se narran esas letras que nosotros llamamos 'lunfardo' en nuestro idioma literario para incluir el tango, que no solo son voces que pueden provenir de algunos dialectos europeos, de formaciones de otros idiomas, de la inmersión silábica en el andar francés o en el idioma de los árabes o los rebétikos griegos, que invierten las sílabas. Nosotros lo hacemos con el lunfardo.
Al tango le pasó como al rock: empezó como contracultura y se fue homologando
P: De hecho, sus tíos (por parte de madre) eran vocales de la Academia del Lunfardo. Pero en realidad la música le vino por parte de sus abuelos paternos.
R: Sí. Mi abuela Marcela era soprano lírica. Ella nació en Trieste, igual que mi abuelo Piero, su marido. Él fue quien me acercó a la música rebétika, porque su familia procedía de Grecia. En mis últimos trabajos empiezo a hacer hibridaciones entre el tango y el rebétiko. La hibridación puede ser tímbrica, de modos, melódica… Comencé tocando tango con instrumentos griegos, como el buzuki. Entonces, en mi último trabajo, Oasis, comencé a hibridar con esas melodías modales que tiene el rebétiko.
P: ¿Y la música brasileña? Tomó contacto con ella en 1979….
R: Sí. Es parte de mi formación. Viví tres años en Brasil, donde conocí muchos músicos, pude colaborar, y fue formativa para mí la música brasilera, porque en ese momento vivíamos una dictadura militar y estar en contacto con un universo como es el musical brasilero fue una revelación musical para mí ya desde muy joven. Después de haber estudiado conservatorio, tomé contacto con la música propiamente popular.
P: Usted estudió en el conservatorio a los 15 años, ¿verdad?
R: Sí. Y a los 18 o a los 20 me fui a vivir a Brasil. A mi vuelta, a los 22 ó 23 años, conozco a Miguel Abuelo y entro con el rock y me profesionalizo en él, pero tengo una procedencia extraña, no netamente rockera. Lo aprendí más -digamos- a los 23 años.
P: En Argentina, en esos años, ¿a dónde se quería llegar?
R: En ese tiempo absorbimos todo de la filosofía del rock y la contracultura, y eso está presente en mi tango. Si bien el tango comenzó como contracultura, se fue homologando. Pasó lo mismo con el rock, que luego se fue modificando.
P: ¿Y el reggae? 'Chalamán' es un tema de los primeros tiempos de Los Abuelos de la Nada.
R: En ese momento estábamos siendo muy influenciados por Bob Marley y eso fue una revelación también dentro del rock: aprender a tocar con el silencio, que no estaba tan desarrollado. Fue un elemento y un condimento esencial para los primeros años -los ochenta-. El reggae con Bob Marley y todas sus versiones, hicieron que nos diéramos cuenta de que había un mensaje tan fuerte como en el rock.
P: ¿Cómo se trabaja con el silencio? ¿Como lo escucha para utilizarlo como un instrumento?
R: Es buena la pregunta… Es necesario para el sonido, para lo que viene después, porque es el lugar donde uno está potenciando lo que va a venir con el silencio; es la intención, y muchas veces nos adelantamos a la jugada con él, porque para una una subida se va a notar más con un espacio de silencio.
P: En 'H2O' hay canciones de tango pero también reggae, como "Alegría de vivir". ¿Cómo fue el trabajo de ese disco con Cachorro López?
R: Yo venía de España después de diez años trabajando, entre otras cosas, en mi proyecto personal, que era Lions in Love…
P: Un proyecto psicodélico.
R: Bueno, entre otras cosas. La psicodelia es un buen mote para llamar a todo lo que une, porque la psicodelia la usamos como aceite, por decirlo de alguna manera, porque nos amalgama todos los diferentes ritmos en Lions in Love, desde el reggae hasta hasta el hip-hop. Terminamos de presentar en Madrid Psicofonías, que fue el segundo de los Lions. Había estado tres años y medio produciendo ese álbum y tuve una propuesta de Cachorro López. Yo estaba trabajando de productor con La Lupita en el estudio de Phil Manzanera en Londres, entonces me llamó Cachorro López y me dijo: “¿Por qué no te venís y grabamos tu primer disco solista? Tengo una propuesta de Universal”. A mí ya me venía haciendo ruido la vuelta a Argentina y acepté la propuesta de Cachorro con la alforja prácticamente vacía de canciones. En el avión de vuelta a Buenos Aires pensé en un concepto que luego no hice porque no me lo aceptó la compañía. Después, con el tiempo, entendí por qué. Mi concepto era grabar viejas canciones fundacionales del rock argentino con invitados. Yo todavía no estaba lanzado como cantante, si bien había cantado con Los Twist y Los Abuelos de la Nada, no tenía la figura que después adquirí muy poco tiempo después con el tango. Me rechazaron la idea diciéndome que por qué no grababa un álbum con temas míos. Yo les respondí que tendría que inventar de cero un álbum, así que me metí seis meses de preproducción con Cachorro López para componer H2O.
P: Luego, en el 97, publica 'Tangos bajos'.
R: A partir de ahí yo me dediqué al tango, a aprenderlo profesionalmente, si bien Tangos bajos es un experimento; yo sabía hacer canciones, sabía grabar, aunque no sabía muy bien cantar, pero se me ocurrió esa lírica, ese ambiente antiguo, el prototango… Era una voz que fui encontrando. Lo más difícil a veces para nosotros los artistas es la voz propia, pero ahí me fui acercando.
P: Para el tango, ¿hay que tener una buena voz o basta con ser un buen letrista?
R: Las dos cosas en lo posible, porque son líneas paralelas que pareciera que se tocan en el horizonte. La canción es un todo en sí mismo, es un oxímoron que se crea entre la música y la letra. Tal vez no tengan vida propia por separado, entonces la letra es la gran excusa para desarrollar la parte musical. Yo trabajo mucho con poesía fundacional, la musicalizo, y es un trabajo que me gusta mucho, porque encuentro una voz interna que tiene la poesía en el idioma original.
P: ¿Fue Luis Alposta la persona que le hizo sentir dentro del tango?
R: Sí. Con Luis tengo una relación no solo creativa, sino de amistad. Luis es el vicepresidente de la Academia Porteña del Lunfardo y, para mí, hacer la dupla creativa (él las letras y yo la música) ha dado resultados muy prolíficos y hermosas canciones de tango que son únicas en su género. Él es un discípulo de Enrique Cadícamo. Yo musicalicé mucha obra ahora inédita de Enrique Cadícamo. Luis Alposta es un grande dentro del universo del tango, el último poeta del lunfardo.
P: A Luis lo conoce cuando usted actuó en El Club del Vino, ¿verdad?
R: Sí. Fue una época en la que tocaba primero el Quinteto Real. Horacio Salgán es uno de los grandes compositores del tango. Yo tocaba en la trasnoche. Ahí presenté Tangos bajos e invité a Luis Alposta al estreno en El Club del Vino, porque en ese disco grabé una milonga suya con música de Edmundo Rivero. En esa época yo tuve mucha cercanía con el mundo de Rivero, no solo en su música, sino personalmente. Cuenta la leyenda, por él mismo, que cuando salió de El Club del Vino, yendo hacia hacia su coche, se le ocurrieron las primeras estrofas de El tango del vampiro, porque vio a Fabiana Cantilo toda pálida y a todos los músicos de negro. Fue nuestra primera primera participación de Sociedad autoral con Fabiana Cantilo
P: ¿Cuántas vidas ha tenido?
R: Más de siete.
P: ¿Y en todas ellas se identifica con un vampiro?
R: Sí. Para mí, lo oscuro es resplandeciente.
Melingo actúa mañana jueves en el Café Berlín de Madrid