Antes de comenzar este texto, tengo que admitir que aprecio alguna faceta del trabajo periodístico de Antonio Maestre, sobre todo la labor de fiscalizar a la Fundación Francisco Franco y a las redes de aquella dictadura que sobreviven en España. También compartimos algunas afinidades culturales, ya que he coincidido con él en la misma fila de algún concierto del cantautor Ismael Serrano. Dicho esto, intervención tras intervención, se va convirtiendo en el máximo exponente de la izquierda neomacartista, más pendiente de enviar a la hoguera a sus compañeros de filas que de construir alternativas.
Su reciente columna “La izquierda lepenista y la nostalgia de un ensueño” (publicada en la web de La Sexta) contiene errores de bulto, impropios de alguien que presume de manera permanente de rigor periodístico. El más grave, sin duda, es la afirmación de que Jorge Verstrynge intentó “instaurar el fascismo español en Alianza Popular”. Subido a su púlpito mediático, Maestre no se molesta en argumentar su postura, pero yo no renuncio a fundamentar esta respuesta.
Leyendo su texto no dejaba de pensar en Memorias de un maldito, la autobiografía política de Verstrynge publicada por Grijalbo Mondadori en 1999. Allí encontramos pruebas sobradas de que el joven Verstrynge hizo todo lo posible -y lo imposible- por sabotear las posibilidades de los cuadros franquistas en Alianza Popular. “Me puse a limpiar de veras el partido a marchas forzadas”, explica en la página 61. En calidad de responsable de organización, llama a venir a Madrid “a un antiguo militante de Renovación Democrática, de confianza, y pedirle que señaláramos qué militantes, por sus antecedentes y/o presente ultra, no debían seguir en el partido: cuando se convocaba el Congreso Provincial, solo la lista de militantes que yo mandaba -acompañada de fotocopias de fichas de afiliación- acreditaba la condición de militante y, por ende, de participante de cada cual…previo uso de la trituradora de papel: los indeseables, al haber sido destruida su ficha, se quedaban sin presencia en los ficheros centrales”, recuerda.
Resumiendo: se truncaba a las bravas la militancia de cualquier perfil franquista, ultraderechista o simplemente ‘no democrático’. Si les quedan dudas, en aquella época la Jefa de Secretaría de Verstrynge era Magda Saredo, una uruguaya huida de la dictadura militar de su país. Por supuesto, la trituradora de papel no era suficiente para quitarse de encima a los ‘peces gordos’ de la estructura provincial de Alianza Popular. Para los “casos más graves” había un procedimiento especial: citarles en la sede de la calle Silva, “en presencia de alguno de mis colaboradores, y les soltaba una larga plática sobre lo inadecuado de su presencia en las filas de AP y, cuando el hombre intentaba replicar o excusarse, yo, con una amplia sonrisa o un suspiro, le agradecía, ante el testigo, su dimisión…que evidentemente nunca había presentado. Luego avisaba para que en ningún caso llegase el sujeto en cuestión a franquear la puerta del despacho de Fraga”, confiesa. Resumiendo: Verstrynge aplicó métodos contundentes para limpiar Alianza Popular de elementos antidemocráticos.
¿Qué molesta a Maestre?
¿Cómo puede hablar alguien de antifranquismo siendo el segundo de a bordo de Manuel Fraga? El libro narra que Verstrynge creyó sinceramente en el viraje democrático del político gallego, pero descubrió su error en la segunda mitad de los ochenta. Fue cuando don Manuel le convoca a su despacho para comunicarle la conclusión de que no podrían derrotar al PSOE en las urnas y que había que explorar otras opciones. Los tres escenarios que manejaba Fraga eran una invasión de Ceuta por Hassan II, una revuelta del ejército por sus bajos salarios o una atentado de ETA contra Felipe González. ¿Reacción de Verstrynge? “Estaba ante un hombre que, en su desesperación por llegar al poder, estaba dispuesto a aprovechar cualquier situación, incluso la golpista, para apalancar su posición. Un hombre que, ante la negativa de las urnas para darle lo que deseaba, comenzaba a buscar alternativas no exactamente democráticas, o ponía esperanzas en un magnicidio”, lamenta en la página 267. Se sintió “deprimido, triste y engañado” y sin lugar político en el partido. ¿Son estas actitudes las que tanto molestan a Maestre? La credibilidad de Verstrynge está fuera de toda duda porque ha sido y sigue siendo uno de los pocos políticos españoles capaces de mostrar en público posiciones impopulares, sean de extrema izquierda o de nueva derecha, así como el cuestionamiento de los consensos sobre leyes migratorias.
¿No existe en España el derecho a tener descendencia? ¿A qué aluda entonces el artículo 39.1 de la Constitución Española y puntos siguientes?
Las columna de Maestre en La Sexta arremete contra otras figuras de la izquierda española. Por ejemplo, se critica al periodista Daniel Bernabé, a quien acusa de fomentar un “frente antidiversidad”. La realidad es que Bernabé ha conectado con un número enorme de lectores explicando que la izquierda no puede descuidar las luchas en el mundo del trabajo si aspira a conservar relevancia política. Su exitoso ensayo La trampa de la diversidad (2018), que ha superado las once ediciones, se inscribe en una robusta converscaión de la izquierda en la que han participado autores tan relevantes como Eric Hobsbawm (la reflexión "La izquierda y las políticas de la identidad" en la New Left Review), Nancy Fraser (el artículo "El final del neoliberalismo progresista") o últimamente Mark Lilla (su ensayo El regreso liberal de 2017, resumido en la entrevista donde afirmó "Me asombra lo identitario, justo cuando la gente es más parecida que nunca"). Se puede estar más o menos de acuerdo con Bernabé, pero no hace nada rechazable.
Maestre también insulta a Manuel Monereo, líder muy cercano a Julio Anguita, por el artículo ¿Fascismo en Italia? Decreto dignidad (2018), donde argumentaba que la derecha salvinista parecía más preocupada por la protección de sus trabajadores que cierta izquierda española, absolutamente desconectada de los problemas de los barrios y de los vínculos humanos básicos. Recordemos que la solidaridad interfamiliar fue la principal tabla de salvación de los españoles en riesgo de pobreza durante la crisis financiera de 2008. Maestre lo ve de otra manera, hasta el punto de condenar "'Travail, Famille, Patrie', el lema de la Francia colaboracionista de Vichy que firmaría cualquiera de los arriba indicados como núcleo fundamental de su corpus de pensamiento", escribe. El punto débil de sus acusaciones es que este enfoque que desprecia tiene una venerable trayectoria de izquierda, por ejemplo la filósofa Simone Weil, miliciana en el bando republicano español . Por no hablar de los conocidos carteles profamilia de los partidos comunistas francés o italiano, fácilmente encontrables en la red.
Habría muchas más cosas que contestar, prácticamente cada frase del largo texto, pero me conformo con dos párrafos más. No puedo dejar de comentar esta otra aseveración: “Exportar de fuera la natalidad en vez de importarla dentro, dijo (Ana Iris) Simón. Es que no hay que elegir, no importa de dónde sean los bebés nacidos porque no existe el derecho a tener descendencia. Mantener la pirámide de población con una base amplia con niños españoles de color blanco no es una medida de izquierdas, sino racista, por eso no importa de qué color sean los niños que llenan nuestras guarderías, que sí tienen que ser gratuitas sin importar de dónde sean los progenitores”, proclama Maestre.
Protección familiar
¿En serio? ¿No existe en España el derecho a tener descendencia? ¿A qué alude entonces el artículo 39.1 de la Constitución Española y puntos siguientes? “Los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia”, reza el texto. ¿De dónde saca Maestre que cuando se pide proteger a las familias españolas se está hablando solo de las blancas? ¿Ha protestado alguien de izquierda alguna vez porque latinos, negros o chinos obtengan legalmente nuestra nacionalidad? Que Maestre piense que solo los blancos son españoles indica que quizá el problema de la izquierda nacional no son Verstrynge, Monereo ni Ana Iris Simón. No podemos descartar que lo que falla sea él y sus soflamas alérgicas a la verificación más elemental.
Posdata: terminado este artículo, me llega un enlace de Twitch donde Maestre insiste en sus acusaciones, de manera más vehemente si cabe, aunque luego en el programa aparecen otras voces de izquierda, replicando de manera rotunda a su discurso. "Si todo lo que se sale del cliché de izquierda que nos mantiene por debajo del diez por ciento de respaldo electoral es rojipardismo, quizá hay que tolerar que nos llamen un poco rojipardos", opina Miguel Álvarez, profesor de Comunicación Política y Estructura del Sistema Mediático en la Universidad de Castilla-La Mancha. "El discurso de Ana Iris ha sido alabado por todos los sectores, desde la directora de Público hasta la revista Mongolia", remata. "Yo creo que esta chica ha dicho verdades" y "no que sea una lepenista sedicente", afirma después el conocido sindicalista Cándido Méndez. En realidad, las posiciones de Maestre son bastante minoritarias, por no decir frikis.