Cultura

¿Usar mandoble o volar rapaces? Castilnovo es el sitio

Para aquellos que se emocionan viendo Águila Roja, éste es lugar ideal. Una fortaleza del siglo VIII convertida en palacio, hotel y museo en la que semanalmente se organizan cenas medievales, jornadas de cetrería y hasta combates con espadas.

A poco más de un hora de Madrid, muy cerca de Sepúlveda, está el castillo de Castilnovo, un lugar que se comporta como los secretos bien guardados. Envuelto en un bosque de álamos y encinas, esta estructura del siglo VIII brota con sus seis torres ante los ojos del visitante. Apenas y se adivina desde la carretera, pero no lo necesita. Su aparición de la nada es parte de su encanto.

Ubicado en una extensa finca, en sus jardines no se escucha el ruido. Grillos y poco más. Su origen, además, es incierto. Algunos afirman que fue edificado hace mil doscientos años por Abd-al Rahmán I como fortaleza de vigilancia durante la Reconquista. Ya en el siglo XV pasó a manos de Álvaro de Luna, hombre de confianza del rey Juan II de Castilla, y durante la época de los reyes católicos se convirtió en residencia palaciega.

En la fortaleza donde ahora se alza un asador y un hotel con más de 20 habitaciones, se libraron  numerosos enfrentamientos entre los nobles de la España medieval. Los muchos dueños que tuvo el castillo, desde la primera condesa de Castilnovo hasta el pintor catalán José de Galofré, hacen que el edificio hable por sí solo de las muchas cosas que han ocurrido entre sus muros.

En sus espacios es posible reconocer desde los arcos apuntados del Patio de Armas y el estilo mudéjar que sobrevivió a la reconquista, hasta los estilos gótico, isabelino y el neoclásico incorporado por sus últimos dueños, los marqueses de Quintanar.

En la actualidad, Castilnovo se comporta, a la vez, como un lugar histórico pero también como el centro de distintas actividades.  La Asociación Cultural Hispano Mexicana de la que depende ahora ha decidido recuperar la belleza del castillo convirtiéndolo en algo más que un lugar de ocio y descanso.

Se trata, a su manera, de una iniciativa cultural que gira alrededor de la fortaleza pero que cuenta a su vez con otros elementos: una biblioteca con cerca de 30.000 volúmenes; un museo dedicado a la imaginería mexicana; una colección de pintura contemporánea así como distintos salones que recogen el mobiliario histórico del castillo.

En Castilnovo es posible viajar al pasado y recuperar costumbres que parecían extintas. Semanalmente, se organizan cenas medievales en las que es posible desde aprender a empuñar un mandoble hasta practicar la cetrería; todo esto, por supuesto, vestido a la usanza de la época. Y si es gusto de alguien organizar un festín entre amigos para hacerlos vestir con capa de la orden de Santiago, beber queimada y volar un rapaz, pues éste es el sitio.

Además de las veladas temáticas así como las rutas naturales por la zona –desde paseos a caballo hasta piragüismo-, el Castillo posee también un tablao flamenco con actuaciones semanales, además de un espacio-bar que se convierte en sitio de monologuistas y comediantes.

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