Padre de la bomba atómica, héroe nacional y un científico al servicio del pueblo que, al mismo tiempo, se convirtió en uno de los mayores enemigos para Estados Unidos, que le declaró una amenaza para la seguridad nacional, debido, entre otros asuntos, a las dudas sobre sus simpatías comunistas en la época de McCarthy. Él, que tanto quería a su país, por el que sentía una morriña casi inexplicable durante el tiempo que cursó estudios en Europa, fue vigilado en su casa y su despacho durante años, vilipendiado por las autoridadesy objeto de artículos difamatorios en la prensa.
Una de las mayores paradojas de la historia, tan difícil de comprender y asimilar como lo son para el vulgo algunos de los hallazgos más relevantes de Robert Oppenheimer, es la trama principal de la nueva película de Christopher Dolan, con la que trata de redimir a este personaje clave del siglo XX, que puso tantos esfuerzos en conseguir detonar con éxito la bomba atómica y al mismo tiempo eliminar el peligro que podía suponer para la humanidad recurrir a ella.
Oppenheimer, título de esta película, está basada en la biografía Prometeo americano: El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer, que en España publicó la editorial Debate y que fue galardonada con el Pulitzer 2006. En ella, sus autores, Kai Bird y Martin J. Sherwin, accedieron a miles de páginas de los registros que el FBI acumuló durante los más de cinco lustros de vigilancia y el testimonio de más de un centenar de amigos, familiares y colegas, así como los propios escritos del científico. Tal y como exponen en el prefacio de la obra, este libro explora una "personalidad enigmática" y un comportamiento público que se rige por "las experiencias íntimas de toda una vida".
Con este espíritu se presenta ahora la nueva película de Nolan, uno de los títulos más esperados de la temporada, en la que el actor Cillian Murphy (protagonista de obras como la serie Peaky Blinders o la cinta Dunkerque) brilla en la interpretación de este científico, que introdujo al mundo en la era nuclear pero que al mismo tiempo luchó para conseguir un acuerdo que asegurara la paz mundial y evitar que el arma que había contribuido a descubrir desde el Proyecto Manhattan fuera utilizada en las contiendas.
Largos interrogatorios, conversaciones, teorías científicas y tácticas políticas explicadas a lo largo de tres horas de duración pueden suponer un riesgo para este director que asume el reto y logra salir indemne
En muchos sentidos, puede decirse que se trata de una de las películas más conservadoras en el aspecto formal del director de otras cintas como Tenet (2020), Dunkerque (2017), Interstellar (2014), Origen (2010) o Memento (2000), pero no por eso menos arriesgada. En esta ocasión, y a diferencia de algunas de sus películas, no hay saltos temporales confusos ni juegos con la cronología de los acontecimientos más allá de la doble narración que propone: la del propio Oppenheimer, en color, y la de Lewis Strauss, miembro fundador de la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos y su adversario político, en blanco y negro.
Largos interrogatorios, conversaciones, teorías científicas y tácticas políticas explicadas a lo largo de tres horas de duración pueden suponer un riesgo para este director que asume el reto y logra salir indemne, porque el resultado, para esta redactora de Vozpópuli, es contundente y feroz como lo es el envoltorio sonoro de esta película, rodada con tecnología imax. Tan apabullante en sus efectos como en su fondo.
Llama la atención el uso ensordecedor y palpitante que Nolan hace del sonido, tan llamativo y tan presente no solo en las escenas más potentes, sino también en los silencios atronadores que llevan al espectador a introducirse en la piel de los personajes, en su sudor y en sus latidos.
El cineasta imagina y transmite la cara más carnal posible del terror de Oppenheimer al saber que su hallazgo había servido para destruir una ciudad y con ello aniquilar a cientos de personas inocentes en Hiroshima y Nagasaki en 1945 que, o bien murieron en el acto o perecieron días después a causa de las secuelas, y consigue hacer realidad así en la gran pantalla ese empeño de los autores de Prometeo americano de exponer su intimidad, sus propios sentimientos.
Oppenheimer y el patriotismo
Oppenheimer propone una mirada a la culpa y la responsabilidad de los actos y trata de redimir la figura de un científico comprometido desde su juventud con la búsqueda de la justicia económica y racial, la lucha contra el auge del fascismo en el extranjero (de hecho, se menciona en varias ocasiones su postura respecto a la Guerra Civil española) o su oposición al uso de la bomba de hidrógeno contra la población, hechos que alimentaron las posteriores sospechas contra él. Así, Christopher Nolan redefine el significado de patriotismo en un país y un momento que parece haber invertido el orden de los conceptos, al tiempo que ridiculiza la euforia colectiva en la que se diluye la moral.
Si no logra del todo redimir a Robert Oppenheimer, al menos habrá arrojado luz sobre uno de los personajes más irresistibles de la historia del siglo XX y sobre la peligrosa relación del hombre con la destrucción
No falta nadie en este biopic. Además de Murphy, Emily Blunt interpreta a su esposa, la bióloga y botánica Katherine Oppenheimer; Robert Downey Jr. da vida a Lewis Strauss; Matt Damon es el general Leslie Groves Jr., director del Proyecto Manhattan; Florence Pugh es la psiquiatra Jean Tatlock, con quien Oppenheimer mantenía una relación sentimental complicada; y Josh Hartnett interpreta al pionero científico nuclear estadounidense Ernest Lawrence. A ellos se suman en papeles más pequeños Rami Malek y Kenneth Branagh.
De todas las lecturas, desde las más políticas a las más íntimas, que puede tener un título como Oppenheimer, por encima de todas ellas sobresale la dimensión humana del hombre y sus contradicciones, así como el absurdo de un país y el foco errado de su justicia, de su odio y de su ambición. Si no logra del todo redimir a Robert Oppenheimer, al menos habrá arrojado luz sobre uno de los personajes más irresistibles de la historia del siglo XX y sobre la peligrosa relación del hombre con la destrucción.
vallecas
En 1947 Mijaíl Kaláshnikov fabricó en que sigue siendo el mejor fusil de asalto, el Avtomat Kalashnikova modelo 1947. Conocido mundialmente como AK-47. Un arma fiable y sobre todo, barata de fabricar. Infalible en el campo de batalla, ya sea bajo el calor o bajo la lluvia. Es infalible, infalible para matar. Se calcula que se han fabricado 100 millones de unidades. Es fácil de imaginar que ha matado a millones de personas. Como decía Nicolás Cage en la película Lord of War (El señor de la guerra), "esto si que es un arma de destrucción masiva". El bombardeo sobre Tokio con armas convencionales (no atómicas) mató a mas de 100 mil personas y "sólo" necesitaron 3 días para hacerlo. Cifra similar de muertos que en Nagasaki. Aquí sólo necesitaron 1 segundo. No diferencio la barbarie entre ambos bombardeos. Se han lanzado desde 1945 , 2.500 bombas atómicas (pruebas) en la Tierra. Más de mil los USA, casi mil los Rusos y el resto los demás. Espero que nunca se utilicen contra la población, aunque yo no la temo más que a un soldado apuntándome a la cabeza con un AK-47.