Apenas nadie en los medios habla sobre folclore español. Bueno, de vez en cuando, encontramos alguna excepción: por ejemplo el disco ‘Quique dibuja la tristeza’, de los alcarreños Hermanos Cubero, que se repite en casi todas las listas de mejores álbumes de 2018. Por eso tiene sentido empezar preguntando a uno de los miembros del grupo, Roberto Cubero. “Supongo que hay algo parecido a una escena folk española, pero es un concepto totalmente distinto a lo que los periodistas consideráis una escena normal, como la de trap o indie o lo que sea. Aquí no hay dinero, la gente se mueve por pasión y por amor, por la música, por las raíces, por el baile… Hay festivales grandes y festivales pequeños, cada pueblo tiene su semana cultural donde programan cosas de música folk o tradicional. Hay mucho movimiento, pero pasa siempre bajo el radar. Tenemos etnógrafos, etnomusicólogos, hay quien se dedica a ir por los pueblos grabando a las personas mayores que aún cantan y tocan. Otros se dedican a estudiar grabaciones de campo ya registradas para hacer música con fundamento”, responde.
¿Cuáles son las principales diferencias con las estrellas comerciales?
“En la música ‘de industria’ no te puedes juntar con otra gente y tocar de manera espontánea un repertorio común. Esto se da mucho en los festivales de folk, después de los conciertos te puedes tirar otras tres o cuatro horas tocando con el resto de grupos. A los músicos del trap, por ejemplo, les va más colocarse, musicalmente no tienen nada que aportarse entre ellos como comunidad, como mucho un beat ‘to guapo’ que te enseñan con el móvil, supongo… ”, lamenta.
Parte del problema, sin duda, radica en la noción de folclore. “A título personal, la palabra ‘folclore’ ya denota un punto de vista distante. El uso de la música ha cambiado porque la sociedad ha cambiado. El ejemplo más claro son los cantos de trabajo. Se cantaba en el trabajo por muchos motivos: para mantener un ritmo coordinado entre compañeros, para hacer la jornada más llevadera… Pero hoy en día si cantas en la fábrica, en la oficina o donde trabajes, como mínimo te tachan de loco, y si tu jefe se cruza, acabas en la calle. Esto empezó a cambiar desde las primeras grabaciones y la radio, desde entonces el uso de la música ha cambiado. Ahora hasta en los aviones ponen música, quieras o no quieras la tienes de fondo. Ponen música por pánico al silencio, no porque se valore lo que está sonando”, lamenta.
Tribus ibéricas
Fernando Íñiguez, periodista especializado en el género, se apunta aclarar conceptos. “Cuando yo hablo de folk me refiero a quien se inspira en la música tradicional, la que se hacía en los pueblos y representa la vida campesina tradicional. Son músicas que también se llaman ‘de reelaboración’, ya que se inspiran en el pasado para proyectarse en el futuro. El error es llamar folk o nuevo folk a cualquier cantante con una guitarra desenchufada, sea Carlos Cros, Annie B. Sweet o Russian Red”, denuncia.
La gente se reconoce en las jotas, los fandangos vascos y los verdiales de la zona Levante, por ejemplo. De cada diez personas a las que les pones una canción de Eliseo Parra, ocho o nueve dicen que les gusta"
Su programa ‘Tarataña’, en las madrugadas del fin de semana de Radio 3, hace tiempo que se convirtió en referencia. Se emite entre siete y ocho de la mañana, mezclando en su público jubilados madrugadores y jóvenes juerguistas folk que trasnochan. “Últimamente estoy intentando difundir el término ‘ibérica’, igual que los estadounidenses tienen ‘americana’. No es lo mismo una muñeira que un charro salmantino, pero todos tienen una tónica parecida, por ser de la misma península. No sé si conseguiré que cuaje el concepto. Para mí, la escena está de puta madre y es injustamente ignorada. Hay muchísimas formaciones jóvenes, incluso muy jóvenes, contra lo que se pueda pensar. Es una música que se la pones a alguien que la desconoce y notas que se sienten interpelados. , estos géneros han sido eclipsados por las estrellas anglosajonas, operaciones triunfo, rosalías, rozalenes y rosanas. Por eso no hablo de músicas minoritarias, sino minorizadas”, precisa.
Luego continúa: “La gente se reconoce en las jotas, los fandangos vascos y los verdiales de la zona Levante, por ejemplo. De cada diez personas a las que les pones una canción de Eliseo Parra, ocho o nueve dicen que les gusta, así que no es música minoritaria. Yo mismo soy ejemplo de eso, ya que no le prestaba mucha atención hasta que me fue enganchando. Estamos ignorando a grandes clásicos como Joaquín Díaz y Luis Delgado, por ejemplo. El disco ‘Tribus hispanas’ (1998) de Eliseo Parra marca un antes y un después”, señala.
Íñiguez también menciona la vuelta a viejos instrumentos, como el pandero cuadrado, típico de la zona de Salamanca. “Se estaba perdiendo y se ha recuperado”, apunta. Pone como ejemplo al grupo Coetus, que han llegado a usar catorce en directo, resucitando un sonido ancestral. “Esto puede ser lo mismo que cajón flamenco, que acabó siendo usando por grupos pop. El ‘Indio’, percusionista de Vetusta Morla, tiene uno porque yo se lo descubrí. Creo que lo meterá pronto en alguna canción del grupo”, revela. Otro ejemplo es la dulzaina, instrumento castellano recuperado por Agapito Marazuela, que hoy goza de mayor predicamento entre los músicos jóvenes. Lo mismo pasó con la trikitixa en el País Vasco, gracias al tirón de Kepa Junkera o con la gaita en el cantábrico, con el impulso del superventas Carlos Nuñez. “Hablamos de una música compuesta en ambientes de pobreza, al menos en sus orígenes, así que tampoco tienen vergüenza a la hora de incorporar sartenes, cucharas y botellas de anís”, añade el periodista.
La lección de Alan Lomax a Joaquín Díaz
Uno de los grupos pujantes del panorama actual son Alicornio, procedentes de Valladolid. Han convencido con su disco ‘Sol de los soles’ (2018), capaz de enamorar a muchos nombres clave de la escena. La mitad del dúo, Carlos Martín Aires, nos responde: “Fundamentalmente estamos al margen de los canales mediáticos y nuestra estrategia se basa en la autogestión: campañas de micromecenazgo para editar los discos, contacto directo con tu público real a través de internet y del boca a boca, conciertos en lugares pequeños pero implicados con el folk…”.
La crisis ha hecho que muchos jóvenes vuelvan a veranear a la casa de los abuelos en el pueblo, que no se visitaba desde hace décadas"
En el fondo, se trata de mantener viva nuestra tradición, como hacen casi todos los países del planeta. “Es muy significativa la anécdota del folclorista Joaquín Díaz, uno de los pioneros del folk en España, que conoció a Pete Seeger en Estados Unidos en los años sesenta. Al ver a Joaquín tocar y cantar canciones americanas, Seeger le dijo: muy bien, pero ahora tienes que hacer lo mismo con la música de donde tú vienes. Ese es nuestro objetivo artístico”, comparte Carlos.
Para terminar, Íñiguez da una clave sobre el resurgir del género. “La crisis ha hecho que muchos jóvenes vuelvan a veranear a la casa de los abuelos en el pueblo, que no se visitaba desde hace décadas. Están descubriendo y recuperando muchas cosas del folclore. El interés por ‘La España vacía’ también revaloriza nuestras raíces musicales, que es lo que realmente nos descubre quiénes somos”, concluye.