Será por el fin del verano, con ese aroma a inicio de curso y a libertad encadenada, pero la nostalgia no deja de llamar a mi puerta en los últimos días. Lo hace en las películas, lo hace en los libros y lo hace en la memoria. Ese apagar la luz para acostarse y que tu mente se vuelva un hervidero de imágenes, de gente que se fue... incluso tú, que te fuiste hace tiempo y no te reconoces.
En 'Regreso al futuro 2', la divertidísima película de Robert Zemeckis, el protagonista Marty McFly se encuentra con una visión de sí mismo varios años mayor y su impresión es de estupefacción. No reconoce a ese viejo rutinario, testarudo y aburrido. Abrir un álbum de fotos tiene el efecto equivalente.
Uno contempla sus fotos de niño y piensa que qué habrá sido de aquel mozuelo valiente, ilusionado y alegre que tenía todo claro en la vida. A lo largo de la vida el yo va mutando, y hay cosas que permanecen, otras que se marchan y otras que vuelven. A veces conviene contemplar lo que fuimos para recordar lo que somos.
Mi abuelo siempre repetía “tú siempre sé tú mismo”. La búsqueda del yo ha sido uno de los grandes retos de la humanidad desde la Antigua Grecia. El "nosce te ipsum" (conócete a ti mismo) coronaba el templo de Delfos y era una de las máximas atribuidas a los 7 sabios de Grecia.
En estos tiempos de autopromoción constante, impulsada por el capitalismo tardío, pareciera poco aconsejable tornarse a mirar al yo, cuando justo lo que hace falta es mirar a nuestro alrededor. Pero lo que aquí se reivindica es una mirada honesta al yo que nos permita saber quién somos en lugar de vendernos como otro elemento más de marketing.
Creo que "ser uno mismo" tiene mucho que ver con perder la vergüenza, vivir sin que importe el qué dirán, hacer las cosas a nuestra manera, como en la canción de Frank Sinatra. Podría resumirse en tener personalidad, un imán mucho mayor que las soleadas fotos playeras que podamos subir a nuestras redes sociales.
Cuentan que Diógenes el Cínico (el que en el cuadro de Rafael 'La escuela de Atenas' aparece tirado en las escaleras, ajeno a Platón y Aristóteles) coincidió con el mismísimo Alejandro Magno. El Grande le preguntó que qué esperaba de él, que cumpliría lo que pidiese, a lo que Diógenes respondió: "Querría pedirte que te apartes del sol. Que sus rayos me toquen es, ahora mismo, mi más grande deseo".
Solo alguien con mucho amor propio responde así a quien será uno de los grandes emperadores de la Historia. Pero reactivemos el 'condensador de fluzo' y aterricemos un poco más cerca del presente.
Son los años 50 y estamos en Hollywood, más concretamente, en el restaurante Romanoff's de Beverly Hills. El humo de tabaco no nos deja prácticamente ver. Estamos poco acostumbrados al humo en los bares. Hay un ambiente fabuloso. Chicas bonitas de largas piernas y arreglados hombres con esmoquin. Entre el humo de tabaco se detectan perfumes de alta gama.
Si nos acercamos a los reservados vemos una larga mesa compuesta por varias estrellas y presidida por Humphrey Bogart. Nos hacemos pasar por camareros para no pasar desapercibidos. Estamos asistiendo al nacimiento del Holmby Hills Rat Pack (la pandilla de ratas de Hollywood).
La Junta Directiva se compone de Frank Sinatra, como director de la pandilla; Judy Garland, primera vicepresidenta; Lauren Bacall, madre de la madriguera; Sid Luft, director de la jaula; Humphrey Bogart, rata encargada de las relaciones públicas; Irving Lazar, secretario de grabación y tesorero; y Nathaniel Benchley, historiador.
Además, tres miembros más no forman parte de la Junta Directiva: David Niven, Michael Romanoff (dueño del restaurante) y James van Heusen. Spencer Tracy fue nombrado miembro honorífico.
Bogart proclamó que los objetivos de la organización eran "librarnos del aburrimiento y mantenernos independientes. Sentimos admiración por nosotros mismos y no nos importa nadie más". Algo que el Rat Pack cumplió a rajatabla durante su existencia y también en la segunda etapa sin Bogart, fallecido por un cáncer de esófago, pero con Dean Martin y Sammy Davis Jr.
Como muchos de los mejores proyectos vitales, el Rat Pack nació tras una noche de copas y juerga. O, mejor dicho, cuatro. Antes de que el grupo formalizase su existencia en una cena en el Romanoff's, Sinatra, Bogart, Bacall y unos cuantos más habían pasado cuatro días de descontrol y desenfreno en Las Vegas. Borracheras, apuestas y otras golferías que escandalizarían al Ministerio de Consumo. Al terminar el cuarto día, tenían tan mal aspecto, que Bacall espetó a Bogart y Sinatra que parecían "una pandilla de ratas".
La independencia y libertad de hacer lo que uno quiere solo se alcanza con una fuerte autoestima, que es el gran legado del Rat Pack, junto a la certeza de que para pasárselo bien no hace falta justificación. Quizá uno de los períodos donde menos nos importa el qué dirán es la niñez, cuando nuestro mundo es reducido y a la par más infinito que nunca. Con la adolescencia se pierde ese sentimiento, y la opinión ajena pasa al primer lugar en la lista de prioridades. El resto de la existencia es un volver a ser niño poco a poco, hasta llegar a la vejez, donde una vez más, lo que opinen los demás no importa nada. Cuando eres mayor puedes marcharte de la fiesta sin decir adiós.