Desde hace, al menos, diez años se viene manteniendo un estimulante debate cultural sobre la llamada ‘ruta del bakalao’. Se trata de una explosión musical electrónica que tuvo Valencia como epicentro a finales de los años ochenta. El final del postpunk se juntó con los primeros subidones de la música electrónica europea, todo ello regado con abundantes dosis de drogas de diseño y el legendario espíritu hedonista de Levante. ¿Resultado? España fue pionera de la cultura ravera, fiestas electrónicas ilegales, tanto por la primera Ibiza electrónica como por lo que en Valencia se llamó ‘la fiesta’ (ambos fenómenos legales, pero que desbordaron los límites de la industria del ocio y en el caso de Valencia fueron estigmatizados desde las secciones de sucesos). Una exitosa serie de Atresplayer, ‘La ruta’, resucita el debate y presenta todo aquello a los jóvenes de hoy. Vozpópuli recuerda las claves de aquella explosión cultural.
¿De dónde sale?
Lo explica Vicente Pizcueta, Coordinador de Pronoche, plataforma estatal de empresarios del ocio nocturno en España: “Nunca me gustó la etiqueta 'ruta del bakalao'. El nombre viene de un artículo en la revista de la Guardia Civil. Coloquialmente, la expresión 'hay bakalao' significa que 'hay ambiente'. Ellos titularon 'las espinas del bakalao' para referirse a las drogas. En realidad, lo que pasó en Valencia en los años ochenta fue una democratización del ocio nocturno. Antes era patrimonio exclusivo de la burguesía, un espacio pensado para que los hombres pudieran estar con mujeres distintas de la legítima”, aclara.
¿A qué sonaba?
”Entrar en la discoteca Chocolate era impactante, al menos para una persona joven. Estaba llena de gente moderna, con un look siniestro radical. La música, en realidad, no era tan oscura. Sonaban Simple Minds, aunque también cosas más duras como Christian Death y Alex Sex Fiend. Se mezclaba pop, rock y música vanguardista con una enorme falta de prejuicios, que era la seña de identidad. No he visto nada parecido hasta las sesiones de 2Many DJs, que triunfaron mucho después. En Spook podían sonar Fletwood Mac y luego un tema tremebundo de música industrial. Recuerdo canciones como "Dead Eyes Opened", del grupo Severed Heads. El disc-jockey Fran Lenaers la pinchaba en dos platos diferentes a la vez para crear un 'efecto eco'. Carlos Simó, de Barraca, tenía la costumbre de romper cualquier disco que hubiera sonado en la radio. Era una actitud muy fuerte, sobre todo para una ciudad donde no había una efervescencia cultural real que no fuera esa” (Joan María Oleaque, periodista de investigación, autor del libro de referencia En éxtasism, editado por Barlin Libros).
¿Tan avanzado fue aquello?
“Sin duda. En 1980, cuando Carlos Simó toma los mandos de la cabina de Barraca, apuesta claramente por lo que él llama "música blanca", en un momento en el que lo que predomina es la música disco y el italo disco. A partir de aquí, lo que suena en Valencia es punk, post-punk, new wave, synth-pop, guitarreo o psicobilly. Arriesgan y mezclan estilos, crean algo nuevo. Barraca es más pop, mientras que Chocolate es un lugar dominado por lo siniestro y lo oscuro, hogar de los góticos, que adoran la figura de su DJ y programador de conciertos, Toni "el Gitano". Mientras Espiral, con los hermanos Serrano, se sitúa en medio, con un fresco menú musical entre el pop y cosas más experimentales. Estamos hablando de la primera mitad de los años 80. Cuando irrumpe la figura de Fran Lenaers en Spook, la escena da un salto exponencial revolucionando la técnica de pinchar, introduciendo las mezclas largas de músicas de diferentes estilos. Algo que imitarían una década más tarde los celebérrimos 2manydjs. Habrá que esperar hasta 1987, en The Haçienda, con su DJ residente Mike Pickering, para ver algo parecido, pero Valencia ya iba unos pasos por delante y tenía multitud de discotecas y pubs multiplicando el fenómeno”, nos cuenta Luis Costa, autor de Bacalao! Música de baile en Valencia 1980-1995 (Contra).
Ignorando su potencia cultural, la ruta fue percibida como un problema de orden público al que Rafael Vera, secretario de Estado socialista, prometió poner fin
¿Con quién podías cruzarte en aquellas discotecas?
La gran fuerza de aquello fue su condición de movimiento popular, pero algún famoso avispado también podías cruzarte por Valencia. “Es sabido que gente como Antonio Banderas, Victoria Abril o Almodóvar eran asiduos de las discotecas valencianas. Luego podías cruzarte artistas de culto: Mark Burgess, de los Chameleons, Hans Diener, de The Essence o Steve Hovington. O incluso Ana Curra, una figura de la movida”, explica Costa”. En realidad, los protagonistas eran la gente normal. Hace catorce años entrevisté a uno de esos bakaladeros de infantería (Manuel Moltó) y contaba cosas como esta: “Las pastillas marrones, más pesadas y mejores que las que hay ahora. Imagínate chavales de dieciocho años, con toda la energía concentrada, con las drogas y con una música que no aflojaba nunca. La única vez que decrecía el ritmo era cuando el DJ te preparaba para un subidón triple. A veces hasta te entraba miedo de saber cómo ibas a poder bailar eso. Yo soy delgado y de constitución fuerte, pero no se cómo aguantaba la cantidad de horas que he bailado histérico. La gente se volvía loca, pegaba patadas hacia arriba, tiraba los brazos al aire. Lo maravilloso era vernos a todos igual, ver a tu amigo Nacho llorando porque no sabía si iba a ser capaz de bailar la siguiente canción. Los famosos pitidos que sonaban en los temas te daban energía, como esos gritos que ponían de 'vamos allá'. Era como la guerra, la pista era una trinchera. Nos dábamos ánimos unos a otros para seguir”. La entrevista completa puede leerse aquí.
¿Cómo comienza la decadencia?
Mientras la movida saturaba programas de televisión, radios públicas y portadas de revistas, un fenómeno como la ruta era visto como problema de orden público al que Rafael Vera, secretario de Estado socialista prometió poner fin. “El Secretario de Estado para la Seguridad ha ordenado a la policía que aplique ‘con rigor’ la ley Corcuera con objeto de controlar las discotecas que configuran lo que se denomina como ruta del bakalao, situadas entre Madrid y Valencia”, explicaba El País el 6 de noviembre de 1993.
Sigue la noticia: “Según Vera, ‘el consumo de drogas estimulantes como el speed, el éxtasis, y, a veces, el alcohol, se realiza en torno a estas discotecas, montadas muchas veces como carpas móviles, que se instalan los fines de semana en los denominados polígonos de ocio, sin los requisitos legales’. Interior aumentará los controles de velocidad y alcoholemia, desalojará discotecas móviles y vigilará los aparcamientos, donde 'no sólo se trafica con drogas, sino que se ejerce la prostitución, se desvalijan vehículos y se destrozan bienes y propiedades colindantes'". Vera recuerda que la ley Corcuera permite retener a las personas "no identificadas suficientemente”. En la ruta no pasan cosas muy distintas de las que se pueden ver en Ibiza, pero se estigmatizó por su carácter popular (con los ricos siempre hay más manga ancha). La diversión en Valencia fue seguida atentamente por las secciones de sucesos. Además, actuales paladines de la información de calidad como Carlos Francino presentaron reportajes claramente amarillistas como el disparatado y divertido Hasta que el cuerpo aguante , emitido por Canal + en 1993.