A Alex Ross le flanquean varias estanterías, una de ellas repleta de discos compactos. Hablamos del crítico musical de The New Yorker desde 1996 y autor de Wagnerismo (Seix Barral, 2021), un ensayo de "arte y política a la sombra de la música" en el que se trazan los caminos de la influencia del compositor alemán Richard Wagner, aupado como una influencia pero también reconocido como antisemita y misógino. Alex Ross, a través de Zoom, habla con Vozpópuli: "Hemos oído cosas sobre Wagner que son ciertas, pero hay complicaciones con esto de hablar del racismo de Wagner", empieza a explicar el que fuera autor también de El ruido eterno (Seix Barral, 2009) y Escucha esto (Seix Barral, 2012).
Dice el periodista en este encuentro con la prensa que es importante también recordar la influencia tan enorme de Wagner, que llegaba a gente de todos los trasfondos, los más variopintos del mundo: "Tenían la sensación de que podían apropiarse de él, que podían tener una relación con su obra y que no tenían que limitarse a sus visiones personales". Por una parte, continúa, existe una figura formidable, "muy dominante", con unas ideas un tanto controvertidas. Y luego, por otra parte, está todo ese montón de espectadores, "una audiencia masiva", que podía reinventar a Wagner a su gusto. "Y de esto trata mi obra", prosigue Ross, "del poder que tiene el artista, por una parte, y del poder que tiene el público por su parte también". La batalla entre distintos miembros del público por poseerle cultural y políticamente.
El antisemitismo de Richard Wagner no es un secreto y por ende es causa de controversia cuando no de prohibición. Un ejemplo: en 2018, la Radio Nacional de Israel (KAN) emitió El crepúsculo de los dioses, lo que provocó las protestas de los oyentes y la consecuente disculpa de la emisora. "El antisemitismo de Wagner ha estado preocupando a la gente desde hace mucho tiempo, antes de que se hablara incluso del concepto-teoría de la cancelación. El judaísmo en la música, el ensayo antisemita de Wagner, se publicó en 1850 y durante años se preguntaba la gente si es que era una persona horrible, un monstruo, si es que esas opiniones deberían automáticamente descartarle del discurso civilizado, porque eran ideas de odio claramente".
Wagner y el pueblo judío
"Las cruzadas morales en el arte raramente consiguen derribar a sus objetivos, y Wagner no fue ninguna excepción". Han pasado 150 años y sin embargo el debate sigue vigente: "¿Qué hacemos con la opinión de este buen hombre?", se pregunta Alex Ross. "Hay gente que rechaza escuchar su música por sus sus ideas antisemitas. Yo respeto opiniones. No voy a forzar a nadie ni a dejar de escuchar a Wagner, no voy a intentar persuadir a nadie si por antisemita deciden no escucharlo. Pero Wagner forma parte del mundo de la ópera, de la cultura musical, de la historia de la música y no va a desaparecer".
Los jóvenes de 1914 se quedaban apabullados por Wagner igual que los de 1969 lo hacían con Bob Dylan y los Beatles
Seguidamente, se hace otra pregunta el escritor: "¿Cómo lidiamos con él?". En su caso, se opone a la tendencia de igualar, equiparar a Wagner con la Alemania nazi. No los pone al mismo nivel, aunque se conozca al compositor por ese motivo, pero no cree que debiera ser el único factor que le defina ni el único hecho que Hitler defina completamente la percepción de Wagner. "Eso le daría una victoria póstuma a Hitler. Se llevaría a Wagner a su saco y no me parece bien. No debemos dejar de lado todas esas tendencias y cómo se utilizó Wagner en la Alemania nazi y cómo él también contribuyó a todo esto. No lo olvido y no lo niego, pero también hay que reconocer todas las otras expresiones de Wagner y cómo se le entendió también por la gente de la izquierda y por el mundo feminista y entre la sociedad afroamericana, los propios judíos a los que les gustaba la música de Wagner y reconocieron su antisemitismo, la comunidad gay negra…". Ve esa complejidad y aventura que la idea consistiría en encontrar un equilibrio entre todas estas cuestiones, todas estas perspectivas, y cree que a fin de cuentas tampoco se puede esperar a que se le pueda dar una respuesta clara a la pregunta. No sabe si la habrá nunca y no si la ofrece en Wagnerismo.
«¿Que hacemos con el bueno de Wagner?». Reitera Alex Ross en las cuestiones. No son pocas las preguntas que sugiere su nuevo título, un estudio contundente. Se responde él mismo: "Que cada cual decida". La de Richard Wagner es la historia de un fenómeno que fue desatado en la cultura del siglo pasado y que afectó a cientos y cientos de figuras muy importantes en el mundo del arte, la literatura o la política.
La influencia en Hitler
"En el libro, hablo de ello a menudo, de cómo los jóvenes, a principio del pasado siglo, en 1914, que es un poco el pico del auge, acudían a las representaciones de Wagner y se quedaban apabullados, realmente abrumados. Como en 1969 con los Beatles o la aparición de Bob Dylan en su momento. Es una experiencia realmente transformadora". Alex Ross sigue contestando a las dudas de los periodistas. Más allá de la influencia en Hitler, Wagner hacía ver a la gente una posibilidad de cambio, porque de eso se trataba, y podían ver su propio futuro y sentirse empoderados de cara a su propio porvenir. "Era una experiencia muy común entre miles y miles de jóvenes. Y no solo era con las élites; era una música popular".
En 1896, Theodor Herzl se encontraba escribiendo el Estado judío en París y cada noche acudía a la representación de Tannhäuser. "Cada vez que se representaba, él iba al teatro, y solo cuando no había función, decía que le faltaba inspiración para su proyecto del estado sionista, porque la ópera es lo que le empoderaba para seguir con ese proyecto". Tenía claro Herzl el antisemitismo de Wagner, pero el poder de la ópera era lo que le alimentaba.
A Adolf Hitler le sucedió parecido pero con Rienzi, la ópera que le dio la visión de verse líder futuro. "En el caso de Hitler, nos preguntamos si hubo una influencia política concreta por el antisemitismo. Bueno, eso es difícil de reconstruir exactamente, cómo Wagner pudo haber afectado a Hitler de joven", razonaba Ross. Su reacción personal, habiendo visto las pruebas y leído mucho, es que Hitler se enamoró de Wagner antes de politizarse. La historia, el sonido… fue lo que le abrumó. "Después, durante la Primera Guerra Mundial, se radicalizó, se fue hacia la ultraderecha y a partir de ahí ya fue como a Wagner se le relacionó con Hitler". Tampoco cree el periodista de The New Yorker que fuera Wagner la causa inicial de las ideas de Hitler, porque el antisemitismo –indica– va mucho más atrás. "Es un error culpar a Wagner por el antisemitismo de Hitler, pero sí que algo tuvo que ver. Me refiero a que un impacto tuvo, ¿pero hasta qué punto? Es muy difícil de saber".
Wagner era un anatisemita que necesitaba rodearse de judíos", explica el autor del ensayo
En el episodio Nibelheim (Wagner judío y negro), Alex Ross departe acerca de la relación de Wagner con el rey Ludwig y para con los judíos, a los que tenía cerca porque eran "los grandes enemigos de la raza pura" e iban a aniquilarlos, suponían. Ellos, los judíos próximos a Wagner, conocían su antisemitismo, pero lo negaban. El compositor le confesaba al monarca que se rodeaba de judíos por el motivo ya expuesto y porque, contaba, era mejor estar a buenas con ellos. "No recuerdo exactamente qué dijo, pero sí que es verdad que hay una contradicción, porque había muchos judíos en los círculos de Wagner. Es decir, no era de esos antisemitas que no pueden soportar la presencia de un judío a su lado y que rechaza absolutamente todo lo que tenga que ver con el mundo judío. En cambio, parecía necesitar, en cierto modo, rodearse de judíos". Confusión por parte de Wagner en relación con el pueblo judío, porque no era todo odio. "En algunos contextos seguramente veía una lucha por el control cultural y, en algunos casos, quizá, él se veía dejado de lado o marginado por la dominación judía de la cultura, entonces tenía estas paranoias". Subraya que este fragmento de Wagnerismo es "muy extraño" de explicar.
Ross defiende que habría que ser psicólogo para llegar a entender qué pasaba por la cabeza de Richard Wagner, que a pesar de todo podía imaginar una Alemania sin judíos. "Fantaseaba con ello, pero no lo imaginaba siendo una realidad; necesitaba esas relaciones laborales, aunque fuera con personas de raza judía". Mantenía Wagner una constante lucha interna consigo mismo, dada la contradicción. Tenía sentimientos antisemitas, pero sin embargo se rodeaba de judíos. Era ambiguo en bastantes ámbitos de su vida, incluso en los ropajes y maneras, por las que fue señalado de homosexual.
Relación con las mujeres
En el capítulo Nibelheim (Wagner judío y negro), Ross escribe acerca de las mujeres en la obra de Richard Wagner. Su antisemitismo quizás no era tan palpable en su obra, pero sí su misoginia, como así lo dice el autor en la página 339: "La misoginia de Wagner, al igual que su racismo, puede disiparse en presencia de una fuerza inexplicable que elimine las distinciones y traiga consigo una unidad trascendente. Esta fuerza era la propia música: el factor incontrolable que frustra cualquier intento de resumir lo que significa Wagner o, puestos a ello, quién fue".
En el libro, el experto le dedica bastantes páginas a analizar la relación entre Wagner y las mujeres, cómo las retrata, sobre todo en las óperas, y sobre todo las autoras, poetas, artistas en distintos ámbitos culturales que de algún modo u otro también se toparon con Wagner, para bien o para mal. "El debate existe todavía hoy entre los musicólogos feministas, sobre cómo estudiar, cómo analizar estos acaercamientos a las mujeres. Catherine Clément, por ejemplo, lo ve como un retrato muy hostil de las mujeres". En general, los personajes femeninos de Wagner contienen un confuso despliegue de arquetipos: sombríamente intrigantes, peligrosamente seductoras, dispuestas a sacrificarse con nobleza, fielmente domésticas, amorosas y heroicas… "Las críticas feministas han debatido mucho si estas figuras se adecuan a los estereotipos misóginos o si, por el contrario, se contraponen a ellos", declara Ross.
No obstante, y ya se ocupa Alex Ross de aclararlo en su volumen: "la violencia contra las mujeres es infrecuente en las óperas de Wagner". Pero los principales personajes femeninos de Wagner fallecían sin ningún motivo aparente. Es de recibo citar a Elsa (Lohengrin) y a Kundry (Parsifal), que se desploman. Luego, el grito con el que desfallece Ortrud (Lohengrin). O Elisabeth (Tannhäuser), que muere fuera de escena. Y por supuesto Isolda (Tristán e Isolda), que después de haber cantado el aria final (Liebestod) cae sobre el cadáver de Tristán. "Wagner tenía también pensamientos misóginos. Veía a las mujeres sirviendo al hombre, sobre todo en el ámbito del matrimonio, un matrimonio muy controlador". Richard Wagner tuvo dos esposas. Empezando por Minna, que se rebeló contra aquel dominio. La segunda, Cósima, fue al contrario; era más sumisa. "Me he centrado en este libro en el hecho de que a pesar de que la misoginia es evidente, estas figuras, sobre todo por Brünnhilde (La valquiria) e Isolda, inspiraron a las mujeres de finales del siglo XIX, porque eran figuras muy potentes, con un poder físico incluso el que las cantantes también expresaban sobre un escenario", señala.
Este retrato más heroico de la mujer, completa el entrevistado, fue "un símbolo para luchar después por más derechos y la igualdad". Pero no es esto algo universal, quiere advertir Ross, pues dice haber muchas feministas que consideran que Wagner no hizo nada en ese sentido y que no sirvió de nada. Y remite a la novelista norteamericana Willa Cather: "Creo que es la que más tiempo dedicó a este asunto. No era una feminista convencional, pero sí que centraba sus novelas en estos personajes potentes femeninos y a las heroínas de Wagner a menudo las tomaba como modelo".
Habla también de Virginia Woolf, que un poco más ambivalente se mostraba sobre Wagner. "Así era Wagner para ella. Jugó un papel importante en el desarrollo de su estilo de modernismo, que era diferente de lo que podríamos llamar 'modernismo macho' de principios del siglo XX. Pienso que Wagner contribuyó a esa corriente también a través de Virginia Woolf". Pero como viene siendo costumbre al menos en esta charla, Alex Ross tampoco tiene una respuesta clara para esta pregunta. Pero no ignora que la historia está ahí, que hay respuestas y reacciones feministas ante Wagner que también habría que registrar en un libro.