Bienestar

Esta es la temperatura de agua en la ducha ideal que pide tu cuerpo (y que está lejos de ser fría)

Una ducha bien calentita al despertarse o al llegar a casa cuando el frío aprieta es un placer al que es difícil renunciar. Sin embargo, el hedonismo de este contraste

Una ducha bien calentita al despertarse o al llegar a casa cuando el frío aprieta es un placer al que es difícil renunciar. Sin embargo, el hedonismo de este contraste entre frío y calor no es lo que nuestra piel pide a gritos, por mucho que la sensación que recorre nuestro cuerpo sea de lo más placentera.

La realidad es que la ducha caliente (que no tibia, o templada, de lo que hablaremos más tarde) existen y pueden ir desde un desmayo hasta la caída paulatina del cabello. No olvidemos que el calor actúa como vasodilatador, lo que reduce la presión arterial y puede limitar la irrigación sanguínea. Al reducir este flujo de sangre, corremos el riesgo de que la bajada de tensión provoque un desmayo.

Por fortuna, no todos los dramas que acontecen bajo cuando está caliente son igual de severos, pero pueden ser molestos tanto para adultos como para niños. Irónicamente y aunque estemos sumergidos, una ducha demasiado caliente puede significa una deshidratación dermatológica. El agua muy caliente seca la piel, aumentando su sensibilidad y privándola de sus aceites naturales, exactamente igual que haría con nuestro pelo.

Como explican desde Corporación Capilar, "el agua caliente aumenta la porosidad de las fibras capilares y deja el pelo más quebradizo". De ese mismo modo, "se produce un efecto barrido de los aceites naturales del pelo, volviéndolo más seco y rompiéndose con facilidad". Entre estos curiosos contrasentidos, también tenemos que hablar de la caspa.

Duchas demasiado calientes resecan la piel, el pelo y aumentan la dermatitis. ©Unsplash.

Es cierto que cuando está caliente, tiende a deshidratar el pelo, también limpiar el cuero cabelludo y lo seca, limitando así el exceso de sebo que producen las glándulas sebáceas. Sin embargo, si está muy caliente, la consecuente humedad ambiental pueden ser aliados perfectos de la colonización fúngica de nuestro cabello, creándose así la antiestética caspa. Además, al acostumbrarse a estos aumentos, las glándulas sebáceas se ven obligadas a generar más sebo de lo habitual para combatir esa deshidratación, así que saltarnos un lavado de pelo puede suponer una mayor sensación de cabello graso.

En ningún caso esto significa que fría sea la absoluta panacea capilar, ya que aunque aporta brillo a los cabellos y evita el encrespamiento, les resta volumen, pero como solución es más útil y saludable que hacerlo con agua caliente o, cuanto menos, que lavarse el pelo con con ella demasiado caliente.

La OMS estima que una ducha media no debe durar más de cinco minutos y de gastar 95 litros de agua por sesión. ©Unsplash.

Lo que sí debería quedar claro es que el agua muy caliente no es una buena aliada de nuestro pelo, incluso provocando un aumento de la caída del cabello porque debilita al folículo piloso, del mismo modo que dilata los poros, facilitando así ese debilitamiento capilar.

A eso se suma el agravamiento de la dermatitis, ya que aumenta la sensibilidad de la piel y por tanto provoca más irritación, eczemas e incluso dolor. Motivos todos ellos por lo que este agua debería ser más tibia que caliente y, cuanto más breves, mejor.

Esa recomendación también la traslada la Organización Mundial de la Salud, que recomienda como duchas perfectas aquellas que no superan los cinco minutos de duración y que no gastan más de 95 litros. No hablan sobre temperatura, solo de tiempo y consumo, orientando en todo momento su consejo a ser más eficientes en lo energético y en lo sostenible que en lo estrictamente saludable.

Cuándo el agua está caliente y cuál es la temperatura ideal de una ducha

Ducharse en verano y hacerlo en invierno no es lo mismo. En una, pedimos a gritos agua fría; en la otra, clemencia si el frío se apodera de nuestra piel porque el factor ambiental es una de las claves para apreciar cuándo está demasiado fría o demasiado caliente.

Sin embargo, más allá de nuestra percepción, podríamos colegir que, si está fría estará por debajo de 24º centígrados o 25º centígrados, mientras que la caliente será aquella que esté por encima de los 35º centígrados, siendo ya considerada muy caliente aquella que supere los grados habituales de nuestro cuerpo.

Por tanto, el término medio será el momento de encontrar la virtud entre esos 25º y esos 35º, donde podemos reivindicar el lo idóneo como tibio o como templado, que será el punto perfecto para ducharnos y que nuestra piel no proteste por un agua abrasadora o por una demasiado fría. Será en torno a esa horquilla en la que estaremos cómodos, no agravaremos ninguna patología dermatológica, no dañaremos a nuestro pelo y tampoco estaremos consumiendo tanta energía como en un baño caliente.

La temperatura ideal de ducha oscila entre los 25º y los 35º grados, en función de la persona. ©Unsplash.

En cualquier caso, tampoco es necesario que estemos todo el rato bajo el chorro a la misma temperatura, ya que el contraste térmico será importante en diferentes estaciones, especialmente invierno y verano, donde la oscilación térmica es mucho mayor. Por este motivo, lo recomendable es que el baño haya alcanzado un ambiente agradable previo que nos permita afrontar una ducha sin necesidad de temblar de frío al entrar en ella.

Recurrir al agua caliente para caldear el ambiente y, posteriormente, reducirla y adecuarla a nuestro cuerpo, será lo más consecuente si queremos proteger nuestra piel, pelo y evitar una bajada de tensión importante. Ya dentro de ella, la opción más lógica es no dirigir directamente el cabezal sobre nuestro pelo, sobre todo si sale con mucha presión, porque eso también debilita el cabello y los folículos pilosos.

Además, como cuando utilizamos el grifo, no necesitamos estar perpetuamente bajo el chorro una vez que entremos, así que podemos cerrar el grifo mientras nos enjabonamos el pelo o el cuerpo. Otro pequeño truco para que no palidezcamos de frío cuando cortamos el chorro o cuando nuestro baño es especialmente gélido, es poner el tapón en el sumidero (si no utilizamos plato de ducha y sí bañera). Al retenerla caliente, mantendremos nuestros pies más calientes, ya que es un punto fundamental para retener el calor corporal, que suele huir por convección a través de nuestros pies.

El gasto medio de una bañera está entre los 200 y los 230 litros. ©Unsplash.

Como aporte final, habría que reivindicar que el hecho de taponar nuestra ducha (insistimos: siempre que sea en bañera), servirá para ver cuánto agua gastamos cada vez que entramos en ella y comprobar si cumplimos con los estándares que recomienda la OMS o, si por el contrario, nos excedemos en el consumo de ella.

Con todo esto, huelga decir que si nos preocupa el medio ambiente y el tíquet de la factura energética, mejor será que lo hagamos en términos más templados y que, de una vez por todas, digamos adiós a los largos y placenteros baños. ¡Ay!

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