La coagulación de la sangre es un proceso natural e imprescindible para evitar problemas serios de salud. Cuando por cualquier motivo (un golpe, una herida, algunas enfermedades, etc.) la sangre sale de los vasos sanguíneos, se activa el sistema de la coagulación para frenar cuanto antes la hemorragia. Hasta aquí, todo normal.
En ocasiones, esa coagulación se produce en el interior de las venas y arterias, lo que es anormal y tiene un origen patológico. En estos casos se forma un trombo, que bloquea el flujo de la sangre en los vasos sanguíneos. Puede ocurrir que el coágulo se desprenda y circule por todo el cuerpo, lo que se conoce como embolia, dejando sin riego sanguíneo a la zona afectada. Estas anormalidades dan lugar a situaciones graves (infarto agudo de miocardio, ictus, embolia pulmonar, trombosis de las piernas, etc.) y entre las causas más comunes están la alteración de algunas proteínas de la coagulación, la presencia de demasiados glóbulos rojos o de triglicéridos que hacen que la sangre esté muy espesa; que el vaso sanguíneo sea demasiado estrecho por culpa del colesterol o de la diabetes; o que exista un cuerpo extraño en el sistema circulatorio, como una válvula mecánica en el corazón, un stent, etc.
La formación de coágulos de sangre se puede prevenir y, en el caso de que ocurran, tratar la trombosis instaurando un tratamiento anticoagulante.
No es un medicamento cualquiera
Las personas que sufren estos problemas son tratadas con lo que se denomina anticoagulantes, medicamentos que, como su nombre indica, reducen o retrasan la coagulación de la sangre. Los fármacos más utilizados son las heparinas, que se administran por vía parenteral, y los antagonistas de la vitamina K (Sintrom®), por vía oral. Pero en los últimos años también han aparecido otros fármacos anticoagulantes orales que actúan de forma diferente al citado Sintrom®.
En España hay más de 800.000 personas anticoaguladas, según datos de la federación española que los representa (FEASAN). Y como subrayan sus responsables, “los anticoagulantes no son un tratamiento cualquiera”. ¿Por qué?
“Existen muchos medicamentos y alimentos (especialmente los ricos en vitamina K), y circunstancias propias de la mujer como embarazos o tratamientos hormonales, que interactúan con los anticoagulantes, lo que hace que pueda modificarse su eficacia. Por ello es muy importante llevar un control al respecto”, explica la doctora Pilar Llamas, jefe del Servicio de Hematología y Hemoterapia del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid.
La doctora Llamas resume así a qué cosas deben prestar especial atención los pacientes anticoagulados:
Alimentación
La vitamina K favorece la coagulación de la sangre, por lo que debemos regular su consumo, según lo que indique el especialista. Los alimentos más comunes ricos en vitamina K son las verduras de hoja verde como acelgas, espinacas y lechuga, y otras como el brócoli y la coliflor, así como el hígado. En el lado contrario se encuentran el alcohol, el ajo y los alimentos ricos en vitamina E (como los arándanos), que son diluyentes naturales, lo que puede potenciar peligrosamente el tratamiento anticoagulante.
La recomendación es que el paciente debe mantener su ingesta de alimentos ricos en vitamina K de forma constante semana a semana. No se deben de hacer grandes cambios en la ingesta de alimentos ricos en vitamina K, ya que se podría alterar el efecto anticoagulante del Sintrom®.
Medicamentos
Dada la amplísima oferta farmacológica existente, y su constante incremento, es imposible detallar qué medicamentos interactúan con los anticoagulantes. Las dos reglas de oro en este terreno son: 1) informar siempre al médico que vaya a recetar un fármaco de que eres un paciente anticoagulado, y 2) no automedicarse en ningún caso y consultarlo antes con el especialista, aunque el producto no requiera receta (por ejemplo, los antiinflamatorios de uso común). Esto vale también para los suplementos vitamínicos o productos de herboristería.
Mujer
Hay circunstancias propias de la fisiología de la mujer que pueden condicionar la terapia anticoagulante. La coagulación sanguínea sufre modificaciones con los cambios hormonales de la mujer durante la menarquia, ciclos menstruales o perimenopausia, que se ven potenciadas en ciertas situaciones como son la gestación y el uso de terapia hormonal. Estos factores reducen la capacidad anticoagulante natural del organismo, por lo que el especialista deberá decidir si conviene modular el tratamiento en cada una de esas situaciones.
Embarazo
Los anticoagulantes antagonistas de la vitamina K (como por ejemplo el Sintrom®), son capaces de atravesar la barrera placentaria y producir malformaciones fetales, por lo que si la paciente se queda embarazada o desea estarlo debe consultarlo urgentemente con su médico, que probablemente indicará el cambio a heparina, que no atraviesa la placenta.