Los biocombustibles se posicionan como una alternativa sostenible y tecnológicamente viable para descarbonizar sectores clave como la industria o el transporte. Con unos niveles de emisiones netas de CO2 durante su ciclo de vida que pueden llegar a ser hasta un 90% inferiores a los de los combustibles fósiles tradicionales, estos combustibles de origen orgánico son hoy por hoy una de las grandes apuestas de empresas y reguladores de cara generar un impacto positivo en la lucha contra el cambio climático.
El despertar de los biocombustibles de segunda generación
Dentro de los diferentes tipos de biocombustibles, los de segunda generación son aquellos que se fabrican a partir de residuos orgánicos, como aceites usados de cocina, deshechos agrícolas o ganaderos o biomasa forestal, entre otros y que no compiten con la industria de la alimentación.
En la actualidad, la demanda de energía sostenible ha generado un interés creciente en este tipo de combustibles, que incluyen entre los más populares el diésel renovable (HVO), el combustible sostenible de aviación (SAF, por sus siglas en inglés) o el biometano. Este conjunto diverso de opciones ofrece una alternativa limpia para reducir drásticamente las emisiones de carbono en distintos sectores industriales y de transporte. Pero, además, son una alternativa viable, ya que son análogos químicamente a los combustibles usados hoy en día y los pueden sustituir sin necesidad de hacer cambios en los motores de camiones, barcos o aviones ni en las infraestructuras de almacenamiento y distribución.
Conozcamos con más detalle estos tres biocombustibles cuyo uso se está extendiendo:
Como sustituto del diésel actual empleado en el transporte por carretera, marítimo o ferroviario, al que puede reemplazar al 100%, nos encontramos el diésel renovable (HVO), que se obtiene mediante procesos de hidrotratamiento de aceites y grasas.
Destinado a la descarbonización de la aviación, se está desarrollando el SAF. Aunque también existe SAF sintético, el SAF más común actualmente es el de origen orgánico, que se obtiene mediante el hidrotratamiento y craqueo/isomerización de aceites vegetales y grasas. El porcentaje máximo de mezcla de SAF con queroseno aprobado hoy en día por las normas técnicas y organismos de regulación es de un 50%.
En el caso del biometano, se trata de un sustituto ideal del gas natural en la industria, además de poder emplearse en la producción de hidrógeno renovable y como alternativa para la movilidad sostenible. Se obtiene mediante gasificación de residuos sólidos biodegradables.
Investigación continua, producción sostenible
Teniendo en cuenta la necesidad de contar con biocombustibles en la carrera por reducir la dependencia de los combustibles fósiles, las compañías energéticas asumen el compromiso de impulsar su desarrollo e incrementar su producción.
Es el caso de Cepsa, que en el marco de su estrategia Positive Motion, se ha fijado el objetivo de liderar la fabricación de biocombustibles 2G en España y Portugal. En 2030, contará con una capacidad de producción anual de 2,5 millones de toneladas de biocombustibles, de las que 800.000 toneladas serán de SAF, una cantidad suficiente como para sobrevolar 2000 veces el planeta. La compañía ya está dando pasos para lograrlo. El paso abril anunció la construcción, junto a Bio-Oils, de la mayor planta de biocombustibles de segunda generación del sur de Europa, con una capacidad de producción flexible de 500.000 toneladas de SAF y diésel renovable, destinados a la descarbonización del transporte pesado.
Cepsa, en el marco de su estrategia Positive Motion, se ha fijado el objetivo de liderar la fabricación de biocombustibles 2G en España y Portugal
La energética también avanza en la búsqueda y desarrollo de proyectos de producción de biometano a partir de residuos agrícolas y ganaderos. En 2030, aspira a gestionar una cartera de proyectos de 4 TWh al año, equivalente a la energía suficiente para 650.000 hogares. Para desarrollar las primeras plantas, hasta 15, que le acercarán a este objetivo, la compañía ha suscrito una alianza con Kira Ventures, compañía española referente en la promoción y gestión de activos de energías renovables y ese prevé que las cinco primeras estén operativas entre 2025 y 2026 en Castilla-La Mancha y Castilla y León.
La energética también avanza en la búsqueda y desarrollo de proyectos de producción de biometano a partir de residuos agrícolas y ganaderos
Este impulso a la producción de biocombustibles, por un lado, permite avanzar en la descarbonización, además de promover la economía circular al utilizar residuos que de otro modo terminarían desechados o en vertederos, pero también plantea desafíos. El principal reto se encuentra en la búsqueda de suficiente materia prima para producirlos. Una búsqueda que podría ofrecer nuevas oportunidades para España, fomentando la diversificación de fuentes energéticas, a la vez que brinda beneficios a las zonas rurales.
En este sentido, es alentador ver iniciativas como el acuerdo entre Cepsa y el CSIC, que investigan la viabilidad de plantar cultivos energéticos de cobertura en la España rural, o la cooperación con el Instituto Tecnológico de Canarias (ITC) para explorar el desarrollo de biocombustibles a partir de microalgas. También destaca la colaboración con Cooperativas Agro-alimentarias de España, organización que agrupa a más de 3600 cooperativas agrarias y más de un millón de socios, agricultores y ganaderos, para investigar si la biomasa residual generada por diferentes industrias, como la oleícola, olivarera, vitivinícola o ganadera, puede transformarse en materia prima para producir biocombustibles 2G. Avances en la búsqueda de alternativas sostenibles que además sean viables.