En la tarde del pasado sábado, los meteorólogos de todo el mundo estaban más agitados que de costumbre. La tremenda erupción del volcán Hunga Tonga, captada 24 horas antes por varios satélites en el océano Pacífico con una nitidez sin precedentes, empezó a manifestarse en sus instrumentos. Una agitación repentina en los barogramas mostraba un cambio de presión que coincidía con lo esperable si una onda se propaga a la velocidad del sonido desde las Antípodas. El volcán Tonga estaba sacudiendo los cielos de todo el planeta, provocando un pequeño “tsunami atmosférico”.
En España la perturbación empezó a registrarse en los observatorios hacia las 21:30, hora local de la Península, según informó el portavoz de AEMET Rubén del Campo. Además del tsunami oceánico de consecuencias catastróficas que provocó la erupción en las islas más cercanas, explica el meteorólogo de METEORED José Miguel Viñas, la onda expansiva de la explosión se propagó a larga distancia y se dejó notar en forma de infrasonidos en lugares tan distantes como Alaska y en forma de cambios transitorios de presión en todo el globo.
Algo se agita en Baleares
Hacia esa misma hora, entre las 20 y las 21h, el meteorólogo jubilado Agustín Jansa empezó a recibir consultas de varios colegas que le preguntaban por los valores del nivel del mar que se registraban en el Mediterráneo. Agustín fue uno de los pioneros que caracterizó a partir de la década de 1980 un fenómeno que se produce de cuando en cuando en Baleares y que se conocen como “meteotsunamis”, o “rissaga” para los locales. Estas subidas repentinas del agua se producen cuando la atmósfera y el mar se “acoplan” por descensos bruscos de presión que se producen en condiciones muy concretas y que, como sucedió en los episodios en 1984 y 2006, pueden terminar produciendo daños catastróficos en puertos como el de Citadella, en Menorca.
“Vi en las redes que había oscilaciones de presión y del nivel del mar en las costas de Baleares y me dije que era un poco raro, no era “temps de rissaga”, como decimos aquí”, relata Jansa a Vozpópuli. “La gente me preguntaba “¿estas oscilaciones van a provocar una rissaga?” y aparentemente no se daban las condiciones”. Pero lo cierto es que las oscilaciones de varios centímetros de última hora del sábado empezaban a recordar mucho a las de un meteotsunami, por lo que Jansa se fue a la cama con la fuerte sospecha de que estaba viendo los efectos de la erupción sobre el agua.
“Llevo 40 o 50 años mirando registros de presión es la primera vez que veo una cosa así”
En la mañana del domingo los registros no le dejaron lugar a dudas. “Cuando miras los gráficos se ve que el mar está oscilando con amplitudes de 10 y 15 centímetros que luego se fueron ampliando, y por la mañana las oscilaciones de hasta 30 cm en la costa sur de Mallorca y hasta 50 cm en Ciutadella”, asegura. “La oscilación más fuerte se registra el día 16, a las 8:00, hora local”. Y aunque aún hay que hacer las mediciones y comparaciones numéricas con diferentes modelos, está convencido de que se trata de los efectos de la erupción, algo que nunca había visto en toda su carrera.
“Llevo 40 o 50 años mirando registros de presión es la primera vez que veo una cosa así”, resume emocionado. “Lo que ha ocurrido es un meteotsunami en el Mediterráneo, pero que ha sido excitado por la exposición de un volcán en el otro extremo del mundo”. “Se trata de una oscilación marina que a veces generan ondas de presión atmosférica como las generadas, en este caso, por el volcán”, explica Viñas. “Como la superficie del mar está en contacto con la atmósfera, un descenso brusco de presión en el aire tiende a abombar la superficie del mar al paso de la onda atmosférica, de forma que para intentar volver a su posición de equilibrio se genera la oscilación de su nivel y el meteotsunami”.
La gran diferencia con los meteotsunamis habituales en Baleares, señala Agustín Jansa, es que aquí los cambios rápidos de presión y nivel del mar no se produjeron a la vez, sino que estaban desacoplados, de manera que la resonancia de Proudman (acoplamiento entre causa y efecto) no pudo ser uno de los factores de amplificación que suelen concurrir en los meteotsunamis importantes. Otros factores de amplificación, como la resonancia de plataforma, el efecto de rampa (efecto tsunami) o la resonancia de puerto sí pudieron estar presentes, aunque hacen falta estudios específicos para ver en qué proporciones actuaron.
Reminiscencias del Krakatoa
Aunque la violencia de la explosión y el largo alcance del sonido han recordado a la gran erupción del Krakatoa en 1883 - que se llegó a escuchar a más de 3000 km - por suerte estamos hablando de una erupción muy diferente desde el punto de vista del impacto atmosférico. “Probablemente fue muy parecido en cuanto al proceso que genera la explosión”, asegura el geólogo Nahúm Chazarra, “pero la del Krakatoa fue mucho más energética”. Y aunque el meteorólogo Ed Hawkins ha compartido los barogramas registrados en el mundo en 1883 con una forma similar a los del Tonga, los cambios de presión de entonces fueron mucho mayores que los de esta erupción.
Los primeros datos indican también que no tendrá un efecto ni remotamente parecido en cuanto a emisiones de dióxido de azufre y CO2 ni afectará a la temperatura de la atmósfera. “Piensa que esta erupción ha tenido un penacho de unos 20 kilómetros de altura y la del Krakatoa probablemente estuvo en el entorno de los 40 km, lo que permite una inyección de aerosoles en la atmósfera mucho más eficiente”, explica Chazarra.
“La explosión del Krakatoa fue de al menos seis veces mayor magnitud, apunta el doctor en Física Juan Jesús González Alemán, experto en dinámicas atmosféricas. La última erupción así de explosiva de la que se tiene registro recientemente, recuerda, fue la del volcán Pinatubo en 1991, que sí tuvo un efecto pequeño en el clima global. “Pero con los datos que tenemos la emisión de dióxido de azufre del Pinatubo fue 40 veces mayor que esta”, asegura.
Una observación sin precedentes
Lo que hace única a la explosión del volcán Tonga de este fin de semana es la cantidad de información que hemos tenido del fenómeno desde el espacio y con todo tipo de instrumentos. Nunca habíamos podido medir algo así con tantos medios, admite Nahúm Chazarra. “Tenemos que hemos mejorado muchísimo en cuanto a capacidad instrumental: tenemos muchos más satélites en el espacio vigilando la superficie de la Tierra que nos han permitido observar con gran detalle el fenómeno”.
En cuanto a la propagación de la onda de presión, los científicos están muy sorprendidos por el alcance y la claridad de los datos registrados. “Se tiene muy documentado que cada vez que hay una erupción volcánica de este tipo genera ondas de choque”, afirma González Alemán, “pero estas que son capaces de recorrer todo el mundo ocurren solo muy de vez en cuando”. Podemos intuir que las anteriores fueron parecidas, pero no lo podemos asegurar con certeza porque no teníamos los instrumentos que hay ahora.
Esta sacudida de la atmósfera, advierten los expertos, es muy espectacular pero meramente anecdótica a efectos de la meteorología. “No tiene capacidad de afectar al tiempo atmosférico, solo afecta a la presión”, explica González Alemán. “Son ondas de choque, un petardazo que produce una alteración de la temperatura y presión del aire tan abrupto que supera la velocidad del sonido, como las que vemos cuando un avión rompe la barrera del sonido”.
Desde el punto de vista de la vulcanología, añade Chazarra, “todos los datos recogidos en esta erupción van a ayudar a mejorar nuestro conocimiento de estos fenómenos y uno muy importante de cara a los riesgos geológicos es la modelización de tsunamis generados por erupciones volcánicas como esta”. Para González Alemán es, además, un buen recordatorio de que “en cualquier momento puede salir algún volcán ahí que nos lleve a un año relativamente frío”, como ha sucedido en el pasado.
Es un buen recordatorio de que “en cualquier momento algún volcán ahí puede llevarnos a un año relativamente frío”
La impactante imagen de la sacudida atmosférica producida por el Tonga es además, para los expertos, la muestra más clara de que la atmósfera es un fluido. "Es como tirar una piedra en una piscina”, recalca González Alemán. “Se va moviendo toda la onda y seguramente habrá dado varias vueltas a la Tierra, aunque se va atenuando”. “La erupción pone de manifiesto la atmósfera es un medio continuo, sin fronteras, y que cualquier circunstancia que acontece en un determinado lugar, se transmite por toda ella”, concluye Viñas. Un aprendizaje a tener en cuenta en tiempos de emergencia climática.