Todos tenemos un acento. Incluso aquellos que piensan que no tienen acento porque hablan una variedad estándar, tienen acento. El uso que hacemos de la variedad o variedades lingüísticas con las que crecemos está impregnado de elementos característicos de la comunidad que nos rodea. En otras palabras, hablamos como nuestros semejantes.
Esta realidad, que abarca desde el uso de localismos (términos de una determinada región) hasta, por ejemplo, el uso concreto de ciertos diminutivos (pensemos en -ito, -iño, -ico, -ete), también incluye lo que se denominan características prosódicas, es decir, aquellas que atañen al acento, el tono, la entonación, etc. Por lo tanto, sí, nuestro acento proporciona información adicional que nuestro cerebro capta consciente, pero muy a menudo, inconscientemente.
El estudio de los acentos no es una tarea sencilla. La sociolingüística, entre otras disciplinas interrelacionadas, ha abordado activamente la conexión entre lengua e identidad.
Esta rama de la lingüística abarca temas muy dispares, como la relación entre la identidad personal y la identidad social, el estudio del bilingüismo y multilingüismo, fenómenos como la apropiación lingüística, entre otros muchos.
En los últimos años, en un intento por desentrañar el papel que juega la lengua en la manera en la que categorizamos a las personas, el estudio de las actitudes lingüísticas ha tomado fuerza. Es aquí donde nos hemos vuelto a encontrar con los acentos.
Nuestra sociedad es cada vez más global. El ciudadano medio se mueve en mayor medida al calor del desarrollo económico y social. En este contexto de mayor interacción social, el estudio de cómo influye el acento en la percepción de un individuo no es un tema menor.
Por qué el acento
En realidad la gran pregunta que busca respuesta entre muchos investigadores es todavía más desafiante. ¿Existe alguna relación entre nuestras actitudes lingüísticas (hacia determinadas variedades de un idioma) y nuestro comportamiento social? En busca de un mayor rigor científico, algunos investigadores han empezado a diseñar propuestas interdisciplinarias para avanzar en el plano cognitivo.
En este terreno, los datos obtenidos hasta la actualidad parecen indicar que las actitudes explícitas (lo que las personas dicen que piensan) y las actitudes implícitas (medidas automáticas sin mecanismos de compensación) no van siempre de la mano.
Para adentrarnos de pleno en un terreno tan lleno de matices, hemos decidido desplazarnos a Sudáfrica.
El laboratorio sudafricano
Este país es un verdadero laboratorio lingüístico, social y cultural. Con 11 idiomas oficiales (y muchas más variedades no oficiales), la lengua inglesa se impone, a menudo, como la principal lingua franca. Es decir, este es el idioma más utilizado para comunicarse entre los hablantes de las diferentes lenguas que existen en las comunidades blancas, negras, coloured y indio-sudafricanas.
En este contexto, hemos intentado desentrañar qué aspectos pueden interferir en el desarrollo de actitudes implícitas positivas o negativas hacia una determinada variedad a través de los acentos.
Para este fin, más de 250 participantes han formado parte de diversos estudios en los que se investigó sus reacciones implícitas hacia diferentes frases de contenido neutro pronunciadas con acentos locales en lengua inglesa. De esta manera, pudimos analizar la relación entre su pasado sociolingüístico y sus actitudes a través de la asociación de estímulos y los tiempos de reacción.
Los resultados han demostrado que, en primer lugar, el acento en sí mismo ya es suficiente para activar información estereotípica asociada a miembros de las comunidades de hablantes objeto de estudio.
Sin embargo, lo que quizás sea todavía más relevante es el hecho de que un buen número de variables sociales puede determinar la carga cognitiva que se asociaba a cada acento.
Así, por ejemplo, se ha observado que, mientras existe un sesgo a favor del inglés sudafricano estándar entre las comunidades negras hablantes nativas de lenguas indígenas, éste podía cambiar hacia el acento Afrikaans en esa lengua atendiendo al tipo de colegio en el que han cursado sus estudios, a su capacidad de hablar Afrikaans o la exposición a este idioma en su entorno. De manera similar, entre los miembros de la comunidad Coloured se observa un comportamiento similar, pero esta vez el sesgo positivo hacia la variedad con acento Afrikaans estaría relacionado con la distancia social con el grupo blanco y su lugar de residencia.
Como podemos imaginar la influencia que estos procesos implícitos (normalmente inconscientes) en la forma en la que evaluamos a una persona puede tener importantes implicaciones en el contexto académico, profesional, legal, entre muchos otros. Sin embargo, en esencia, estas asociaciones y su posible impacto en nuestro comportamiento responden a la forma en la que nuestro cerebro funciona. Es decir, a la manera en la que procesamos la realidad y vamos construyendo categorías.
La importancia de ser conscientes de estos procedimientos inconscientes es, por lo tanto, esencial para avanzar como sociedad. Sin embargo, esto quizás sea un tema para otro artículo.
Pedro Álvarez Mosquera, Profesor de Lengua y Lingüística, Universidad de Salamanca
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.