El hallazgo y posterior análisis de tres muestras de ADN de mamut extraída de tres molares encontrados en el permafrost siberiano acaba de ampliar nuestra visión del pasado de estos animales y su evolución hasta un límite que ni siquiera podíamos imaginar. En un trabajo publicado este miércoles en la revista Nature, el equipo de Love Dalén ofrece los detalles del análisis de tres muestras encontradas en distintos lugares de Siberia: la primera, de un mamut al que han nombrado como Krestovka, tiene una antigüedad de hasta 1,65 millones de años, según el ADN mitocondrial (1,2 según la datación geológica); la segunda, Adycha, de alrededor de 1,34 millones de años; y la tercera, Chukochya, de 870000 años. Para hacerse una idea, las secuencias más antiguas analizadas hasta ahora tenían 780000 y 560000 años. “Este ADN es increíblemente viejo”, asegura Dalén. “La muestras son miles de años más antiguas que los restos vikingos y anteriores a la existencia de los humanos y los neandertales”.
Además de establecer un récord en análisis paleogenético, el trabajo también arroja nueva luz sobre la evolución de estos animales, sobre qué zonas colonizaron, cómo se subespeciaron y cómo se adaptaron al frío. Las muestras del mamut más antiguo, Krestovka, indican que pertenecía a un linaje desconocido hasta ahora y que se separó del resto de los mamuts siberianos hace alrededor de dos millones de años. “Esto nos pilló completamente por sorpresa”, asegura Tom van der Valk, coautor del estudio. “Todos los estudios previos habían indicado que solo había una especie de mamut en Siberia en aquel punto del tiempo, llamado el mamut de estepa. Pero nuestros análisis de ADN muestran ahora que había dos linajes genéticos diferentes, a los que aquí nos referimos como el mamut Adychna y el mamut Krestovka. No lo podemos decir con total seguridad, pero creemos que podrían representar dos especies diferentes”.
El segundo hecho relevante es que el genoma de Adycha, el segundo más antiguo analizado, parece ser el ancestro de los mamuts lanudos, pues muestran numerosas coincidentes con el genoma de estos. Esto ofrece pistas sobre cómo se adaptaron estos animales a los ambientes mas fríos de las glaciaciones. El resultado del estudio indica que los genes asociados a la termoregulación, los depósitos de grasa, la tolerancia al frío y el crecimiento del pelo, ya estaban presentes en este espécimen de más de un millón de años, con lo que estaban mejor adaptados de lo que se creía. “Hemos visto que el 85% de estas adaptaciones estaban ya presentes en estos mamuts”, explica a Vozpópuli David Díez-del-Molino, coautor del estudio. “Por lo que inferimos que la evolución de estas características fue un proceso lento y que no sucedió en periodos cortos de tiempo”. Estamos hablando del Pleistoceno, apunta, un periodo en el que hubo varias glaciaciones, por lo que "estos animales debían de estar adaptados a vivir en estos ambientes glaciales y también en otros más cálidos".
Cruzando estos datos genéticos con los que se tienen hasta ahora sobre la distribución global de los mamuts, los autores del estudio aseguran que los mamuts del linaje Krestovka fueron los que colonizaron Norteamérica hace alrededor de 1,5 millones de años, ya que los ejemplares de fechas posteriores parecen ser un híbrido entre mamut lanudo y esta especie. “Esto es un descubrimiento importante”, asegura la coautora Patrícia Pečnerová. “Parece que los mamuts colombinos [Mammuthus columbi], una de las especies más icónicas de la Edad de Hielo en Norteamérica, evolucionó a partir de una hibridación que tuvo lugar hace unos 420000 años”.
Un puzzle muy complejo
Los tres molares analizados en el estudio habían sido encontrados en los años 70 y fueron fruto de un estudio anterior en 2013 que no dio frutos porque las técnicas genómicas aún no estaban tan desarrolladas. Reconstruir estas muestras ha sido como completar un puzzle muy complicado, relata Díez-del-Molino, pues el ADN que se puede recuperar de estas piezas está “extremadamente degradado”. Las secuencias recuperadas estaban descompuestas en piezas de entre 35 y 200 pares de bases que después se comparan con la secuencia del genoma de los elefantes actuales para reconstruir su estructura. “Un hallazgo como este solo ha sido posible gracias a una conjunción de mejoras en los métodos de laboratorio, de secuenciación masiva y de métodos estadísiticos”, asegura el investigador español, que estudió en Valladolid y lleva seis años investigando en el Centro de Paleogenética de Estocolmo (CPG).
“No hemos alcanzado el límite todavía”, dicen los expertos. Aún podríamos recuperar ADN mucho más antiguo
Los autores aseguran que su trabajo abre la puerta a futuros estudios sobre otras especies en este periodo de tiempo en el que muchos animales se expandieron por el globo, al tiempo que se producían grandes cambios en el clima. “Una de las grandes cuestiones ahora es saber cómo de lejos podemos llegar”, asegura Anders Götherström, profesor de biología molecular. “No hemos alcanzado el límite todavía. Una especulación bien fundada sería pensar que podremos recuperar ADN de hasta dos millones de años de antigüedad, y posiblemente ir tan atrás como 2,6 millones de años. Antes de eso, no había permafrost donde se pudiera conservar este antiguo ADN”.
Referencia: Million-year-old DNA sheds light on the genomic history of mammoths (Nature) DOI 10.1038/s41586-021-03224-9