Conocer cómo de intenso es el dolor que siente una persona es ya de por sí una cuestión subjetiva. Para valorarlo se han establecido escalas en las que es el propio afectado el que debe estimar si está más cerca del 1 que del 10, con la incertidumbre que esto introduce en la medición. Estas estimaciones son especialmente dificultosas en el caso de los menores, pues muchas veces no entienden estas escalas o dan referencias engañosas a los adultos.
Los científicos analizaron los vídeos de 50 menores de entre 5 y 18 años
Para afrontar este problema, la investigadora Jeannie Huang presenta esta semana en la revista Pediatrics un programa informático desarrollado a partir de varias bases de datos y de los trabajos de otros investigadores en la clasificación de los gestos del rostro como indicadores de dolor. Desde hace algunos años científicos como Kenneth Craig, coautora de este estudio, trabajan en desarrollar algoritmos que indiquen el grado de dolor que siente una persona en función de las contracciones musculares de la cara.
Para el trabajo publicado ahora, el equipo de Huang analizó los vídeos de 50 menores de entre 5 y 18 años tras una operación de apendicitis en el hospital Rady de San Diego. Los vídeos se realizaron en tres momentos diferentes: 24 horas después de la operación, dos días más tarde y entre dos y cuatro semanas después de la cirugía. Los datos obtenidos de la cara se combinaron con sus propios testimonios y los de las personas que rodeaban a los críos, para tener la información más completa.
La posición de las cejas o la forma de arrugar la nariz son valiosas fuentes de información.
Los autores aseguran haber diseñado un sistema de estimación del dolor más fiable que el testimonio del paciente, de sus familiares o los enfermeros. "El software ha demostrado un nivel de acierto entre bueno y excelente a la hora de valorar el dolor", asegura Huang. La posición de las cejas, la mandíbula o la forma de arrugar la nariz son indicadores de que el paciente está en un mayor o menor grado de dolor, un código que parece funcionar de forma universal independientemente de la etnia o cultura a la que pertenezca el menor. De momento, este sistema no está disponible en los hospitales pero la intención de los autores es introducirlo en la práctica clínica.
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