Fecha 12 del Brasileirao. Sao Paulo visita la cancha del Goiás. En sus filas, con la camiseta tricolor (roja, negra, blanca) número ocho, Kaká, que retorna a su tierra después de 11 temporadas por el fútbol europeo. Aunque sólo hasta diciembre, momento que volverá a hacer las maletas para enrolarse en la MLS estadounidense, con el Orlando, todo un acontecimiento. El brasileño resuelve su reestreno con nota en lo personal (cinco remates a puerta, un gol, un caño, 36 pases buenos, cinco faltas recibidas, responsabilidad en el balón parado) y suspenso en lo colectivo (derrota por 2-1). Y dada su mirada positiva de la vida, el optimismo del que se deja llevar en los balances, seguro que al jugador de 32 años le pareció un regreso sobresaliente. Tal es la visión que tiene de su paso por el Madrid que lo de ayer le convierte casi a sus ojos en aspirante al Balón de Oro.
Porque horas antes de vestirse de corto para pisar de nuevo césped brasileño, Kaká concedió una entrevista al canal local Globoesporte que fue emitida ayer. Y en sus respuestas, además de confiar en que Dunga le rescate para jugar en la selección y de negar que Mourinho fuera su verdugo ("todo lo contrario", afirmó, "me ayudó a crecer, a tener paciencia y perseverancia, a luchar y a saber respetar las decisiones del entrenador"), resumió de forma casi idílica su paso por el club blanco: "De cualquier forma, el Real Madrid no fue malo para mí. Jugué 120 partidos, con 28 goles, eso da una media de 30 partidos por año. Con tres títulos, el campeonato español, la Copa del Rey y la Supercopa española".
Es evidente que el madridismo no guarda tan buen recuerdo de su estancia. Sobre todo, en comparación de la expectación despertada cuando fue contratado hace cinco veranos por 67 millones de euros. Por mucha santidad cristiana que el brasileño ponga a sus reflexiones, o impresión que le causara la entrevistadora (Glenda Koslowsky), la realidad es que su paso por el Madrid sólo puede tildarse de fiasco. Lo debatible son los motivos que le llevaron a no cuajar como el futbolista que se fichó, pero que resultó fracaso es indiscutible. Calidad-precio, incluso el mayor de la historia del fútbol. Así que o su psicoanalista hace milagros o Kaká pretende encima rematar el caso con una sonora tomadura de pelo.