Alpinistas profesionales llevan años denunciando que en las rutas de ascenso hay frecuentes atascos de subida y bajada, peleas y problemas que acaban afectando a un deporte donde la seguridad es un factor vital, nunca mejor dicho.
La situación se había vuelto insostenible, pero hasta que no se ha desencadenado la mayor tragedia de la historia nadie se ha parado a reflexionar. Y ahora, como suele ocurrir, se puede pasar del todo a la nada.
Las escaladas al Everest están en el aire mientras los sherpas deciden si continúan las expediciones tras la muerte de 13 guías y la desaparición de tres más en el peor accidente de esta comunidad en la montaña más alta del mundo.
"Hay un gran dolor entre la comunidad", dice Ang Tshering Sherpa, guía de dos docenas de escaladores extranjeros en el campo base del Everest en Nepal. "Los sherpas guardarán duelo durante toda la semana", añade a modo de aviso.
Representantes de las 31 expediciones que se hallan en el Everest decidieron en una reunión -dos días después del mortal alud que acabó con la vida de sus guías- que será cada uno de esos grupos el que decida si escala o no la montaña.
Ang aseguró que no habrá "presiones" de ningún tipo a la hora de tomar una decisión. Por el momento, todas las expediciones están paralizadas.
La ruta donde se registró la mortal avalancha, la cascada de hielo de Khumbu, una de la más utilizadas, ha quedado bloqueada y los "doctores del hielo" decidirán si abren la vía o no, afirmó Ang.
"La decisión podría demorarse una semana", añadió el guía.
Los turoperadores encargados de las expediciones se reunieron con representantes del Gobierno nepalí y reclamaron un millón de rupias, unos 7.500 euros, para las familias de cada uno de los sherpas fallecidos, una miseria en comparación con lo que paga cada montañero por formar parte de una expedición.
Cada escalador abona a las compañías que organizan los viajes entre 25.000 y 65.000 euros, de los cuales unos 3.600 euros van a parar a los sherpas, guías absolutos de los montañeros en su camino a la cima.
Los sherpas abren el camino a los foráneos, colocan las cuerdas de escalada y transportan las tiendas de campaña, comida y bombas de oxígeno.
Los escaladores extranjeros mantendrán una reunión para decidir qué van a hacer y una delegación viajará a Katmandú y contactará con las autoridades de Nepal, incluido el primer ministro, para discutir aspectos de la seguridad en la montaña con el objetivo de reducir los accidentes.
Unas 300 personas, entre ellas el viceprimer ministro nepalí, Prakash Man Singh, despidieron con honores este lunes en un acto en Katmandú los restos de seis de los sherpas fallecidos, mientras que los otros siete cadáveres recuperados fueron entregados a sus familias en otras partes del país.
"Le repetí muchas veces que en esta ocasión no fuera, pero no me hizo caso", dijo a Efe entre lágrimas durante el acto de homenaje Phupu Thakche Sherpaand, que perdió a su marido, Dorje Khatri, en el alud.
Este año 334 alpinistas extranjeros de 40 países han obtenido permisos del Gobierno nepalí para escalar la montaña.