El próximo 22 de junio se cumplen 36 años. Todo ese tiempo ha pasado desde que tuvo lugar el partido más recordado en la historia del fútbol. Aquel en que se produjeron dos hechos imposibles de repetir y protagonizados por el mismo jugador. Diego Armando Maradona dejó para las memorias la mano de Dios, por un lado, y el considerado como mejor gol de todos los tiempos, por el otro. Dos genialidades y dos tantos que sirvieron para que Argentina tumbase a Inglaterra en el Mundial de México.
Produce incluso cierto pudor ponerse a teclear sobre aquel partido del que tantas y tantas cosas se han dicho ya. Existen multitud de reportajes, libros y hasta documentales sobre lo sucedido. Y aún así, paradójicamente lo que ocurrió en el terreno de juego entre Inglaterra y Argentina todavía sigue produciendo noticias. Como esa que leímos hace un par de meses, cuando trascendió que la camiseta que llevaba Maradona en el encuentro se había vendido en una subasta por 8,5 millones de euros.
El futbolista inglés Steve Hodge intercambió su camiseta con Maradona tras el encuentro mundialista. Primero cedió la prenda a un museo durante tres décadas, pero recientemente decidió subastarla. Una historia más derivada del partido de los partidos, el duelo que todo aficionado al fútbol ha visto o debería ver.
Aquel 22 de junio Argentina e Inglaterra se enfrentaban en el Estadio Azteca de México. Era el partido de los cuartos de final del Mundial. Pero era más que un encuentro futbolístico, dado que se veían las caras las selecciones nacionales de dos países que solo dos años antes, entre abril y junio de 1982, habían librado la famosa Guerra de las Malvinas, que terminó con una aplastante victoria británica.
Si nos circunscribimos sólo a lo que tiene que ver con el balón, si es que eso es posible en este caso, ambos combinados nacionales eran dos de los grandes favoritos al título. Eran también dos estilos futbolísticos antagónicos. Lineker lideraba a los ingleses entrenados por Bobby Robson; Maradona capitaneaba a los argentinos de Carlos Salvador Bilardo. Más de cien mil espectadores abarrotaban el estadio. Se antojaba un duelo para el recuerdo, pero era imposible saber que sería el partido más rememorado.
Cuentan las crónicas de la época que el partido estaba bastante atascado hasta que ocurrió el primero de los milagros de la tarde. En el minuto 51 el diez argentino regateaba a dos rivales e intentaba conectar con Valdano, pero un defensa inglés lo impedía despejando hacia su propia portería. Parecía obvio que el guardameta británico, Peter Shilton, con sus 183 centímetros, atajaría el esférico, pero entonces Maradona saltó y con una picardía tramposa utilizó su brazo para marcar el 1-0. Un gol imposible hoy, en los tiempos del VAR, fruto de un engaño y por tanto reprochable, sí, pero tan relevante que nadie ha podido olvidar. El árbitro tunecino Ali Bin Nasser y sus asistentes no se dieron cuenta de lo sucedido.
Solo cuatro minutos después de esa intervención de la mano de Dios llegaba el otro momento inolvidable. Maradona recibía en el centro del campo y dibujaba la jugada más famosa de este deporte para hacer el 2-0. El mejor gol que se ha visto en los Mundiales y fuera de ellos. La célebre narración del tanto que hizo el periodista uruguayo Víctor Hugo Morales acumula millones de visitas en YouTube y es un himno para los argentinos. "Barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés?".
Tal es la fuerza de las dos genialidades de Maradona que casi nadie recuerda el gol con que Lineker recortó distancias en el minuto 80. Porque lo que hizo el pelusa es y siempre será demasiado.