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"¿Aguantar con pescado, filetes y fruta? Hay que ser tonto para creerlo"

  

Hubo un tiempo no muy lejano en el que el período de pretemporada (que debería llamarse “preparatorio”, en realidad) era tiempo de regreso a las buenas costumbres, de entrenar las cualidades esenciales, de compenetrar el equipo. De hacer grupo y salud, en definitiva.

Eran los tiempos en que conocí personalmente –y hasta llegué a enfrentarme en partidos de verano- a Jupp Heynckes, un alemán blanquito, culto, meticuloso y un punto soberbio. Un alemán de estereotipo, vaya. Tiempos en los que el gran profesional Heynckes no se cansaba de pedir al presidente del CD Tenerife vuelos charter para los partidos en la Península.

“Los que no entrenan ni juegan no se imaginan ni de lejos cuántos puntos se pierden en los aviones”, solía decir Jupp. Los tiempos cambian, don Hilarión. Tanto, que ya desde hace algunos años los clubes “top” han decidido pasarse por el forro las recomendaciones de los viejos entrenadores y dedican la pretemporada a ir dando tumbos en los aeroplanos, a veces saltando de continente a continente, todo para hacer caja.

A costa de moler a los jugadores, de jugar partidos a veces infames contra equipos de bajo nivel, de prácticamente no entrenar y de hacer alineaciones trufadas de jugadores que quizá ni iniciarán la temporada por estar inmersos en traspasos y de chicos del segundo equipo, mientras varias de las super-figuras se dosifican o ni siquiera viajan. Porque éstas cuentan con permisos para recuperarse, a su vez, de los interminables compromisos –muchos de ellos faranduleros- con sus selecciones nacionales. En definitiva, compenetración del equipo también tendiendo a cero, para poner la guinda al despropósito deportivo. La Economía ya sabemos que es otra cosa.

En San Sebastián tengo varios amigos. Nada raro. Lo raro sería un gallego sin amigos vascos, porque la Historia demuestra que hay una empatía notable entre los pobladores de los dos extremos del Cantábrico. Uno de ellos, entrenador –tampoco raro-, sostiene que todos los deportistas de élite se aplican “ayudas”. Todos. Mi amigo te explica así el motivo de su certeza: “Mira, cuando uno viaja aunque sea cuatro o cinco horas, ¿no queda molido? No te digo si es un viaje de diez o más horas. ¿Vale? Pues estos tíos no sólo no quedan molidos, sino que compiten sin parar, a toda pastilla, y es raro el mes que no andan de La Ceca a La Meca. Y ni un catarro cogen. Y en verano, más de lo mismo o incluso peor, que ya nadie va de vacaciones al pueblo, sino a las Seychelles, y luego ya-en el caso del fútbol- empatan con las pretemporadas de espanto que les preparan los clubes. Y aguantan. ¿Con pescado, filetes de ternera y fruta? Hay que ser tonto para creerlo”.  

Mi amigo no me tiene del todo convencido, pero a veces pienso que aunque Lance Armstrong y Eufemiano Fuentes nos han contado miles de mentiras, quizá hasta también han contado varias verdades. Es lo que tiene haber llevado la 'Operación Puerto' de forma tan vergonzosa y escandalosa: que hace pensar que mi amigo donostiarra igual tiene razón…

Sea como sea, creo que estas primeras semanas de la Liga de España son el momento para los equipos más modestos, aquéllos cuyo glamour no es tanto como para que les tienten para vender su salud a cambio de un plato de lentejas. De lentejas de oro, vaya. Estos equipos menos solicitados en el ámbito farandulero del fútbol pueden, por ello, hacer pretemporadas de las que gustan a los viejos entrenadores como Heynckes y tantos otros. Estas primeras semanas me parecen momentos idóneos para que los más humildes sorprendan a los astros. Ojalá lo hagan. Yo, en realidad, sería feliz si no dejaran de sorprenderlos a lo largo de toda la temporada. Añoro, y mucho, los tiempos del Sporting de Vicente Miera, del Athletic de Javier Clemente, de la Real de Alberto Ormaetxea y de Raynald Denoueix y del Deportivo de Arsenio Iglesias.

Es que soy del Cantábrico, ya saben.

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