El 31 de julio de 1995, bajo un tórrido sol sevillano, una "tímida" decisión empezó a sacudir el fútbol español. “No tenéis cojones de mandarnos a Segunda B”, espetó Luis Cuervas, presidente por aquel entonces del Sevilla FC, dirigiéndose a la figura de Jesús Samper, secretario general de LaLiga. La frase se convertiría en el eco de una concordia sin precedentes: este mismo Sevilla FC y el RC Celta de Vigo eran descendidos administrativamente a Segunda División B por no presentar a tiempo avales económicos exigidos por la Ley del Deporte de 1990. Lo que comenzó como un problema burocrático se convirtió en una gran tormenta que transformaría para siempre la estructura de las dos ligas de fútbol más importantes de España.
En total, faltaban 85 millones de pesetas (510.000 euros) al Sevilla FC y 45 millones (270.000 euros) al RC Celta para cumplir con los requisitos impuestos. En concreto, la LFP, actual LaLiga, exigió a todos los clubes de Primera presentar cierto aval correspondiente al 5% del presupuesto de cada equipo que funcionaba como una provisión de posibles deudas futuras. De este modo, el organismo rector del fútbol nacional, implacable, confirmó sendos descensos y la reestructuración: el Real Valladolid CF y el Albacete Balompié ascenderían a Primera -ocupando el lugar de sevillanos y vigueses-, mientras que CD Leganés y el Getafe CF subirían a Segunda.
La noticia cayó como un mazazo en Sevilla y Vigo. Mientras los dirigentes tambaleaban entre dimisiones y estrategias jurídicas, las aficiones tomaron el mando. En la capital andaluza, más de 25.000 personas inundaron las calles. A su vez, los jugadores sevillistas, concentrados en un hotel de Chiclana, recibían la noticia con asombro, difundiéndola rápidamente de boca en boca, habitación por habitación. Luis Cuervas, incapaz de sostener la presión, dimitió el 5 de agosto, dejando paso a José María del Nido. Desde París, el nuevo dirigente asumía el timón.
En Vigo, la movilización no cesó en intensidad: los celtistas también llenaron las calles, presionando a la LFP por una solución que garantizara su permanencia en la élite. El problema no solo estaba en pensar si se readmitía a los dos equipos, sino en que tampoco se veía posible quitar la permanencia que el Albacete y el Valladolid -un premio para ambos clubes- se "habían ganado" desde sendos despachos.
Las movilizaciones por la crisis de los avales fueron masivas | REDES SOCIALES
Así pues, las consecuencias no se hicieron esperar mucho más. Después de que ambos equipos realizaran una buena temporada, clasficiándose los andaluces a Europa y salvándose del descenso los gallegos, el Sevilla FC envío un talón de 85 millones de pesetas sin firmar por fax, documento al que no se le dio validez. También alegó que años atrás, en 1991, había realizado una transferencia de 340 millones que servía como aval durante cinco años. Tampoco la LFP le prestó mucho caso, pues este "tenía que ser renovado cada año". Por su parte, el RC Celta de Vigo alegó tratarse de un error: habían enviado los avales correspondientes a la campaña anterior y que el día siguiente llegaría el documento correspondiente.
De la radio al clamor político: el color del fútbol
Pasados los años, la gran mayoría de los clubes españoles admitieron que la aplicación de una norma pilló por sorpresa en un país poco dado a las formalidades y mucho menos en el mundo del fútbol. Así pues, durante los próximos 16 días, las aficiones vivieron pegadas a las radios, siguiendo cada madrugada los giros inesperados de esta historia surrealista. Desde los despachos, políticos de renombre como Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro de Presidencia, o Felipe González, presidente del Gobierno y sevillano de nacimiento, intercedieron en busca de una salida. “No se puede castigar a la gente”, sentenciaba públicamente Rubalcaba.
La prensa deportiva también se hizo eco de la noticia | REDES SOCIALES
La presión popular y política comenzó a desgastar la rigidez de la LFP, gracias en parte al trabajo del Consejo Superior de Deportes (CSD) y de su por aquel entonces presidente, Rafael Cortés Elvira, que obligó a modificar el calendario liguero y a readmitir a los dos equipos obligados a un descenso administrativo. Tampoco se podía rectificar la permanencia del Albacete y del Valladolid, pues eran miembros de Primera de pleno derecho. Así, el CSD propuso dar pie a una liga con 22 equipos.
Finalmente, el 16 de agosto de 1995 la liga se reunía de urgencia en Madrid con representantes de los 38 clubes del futbol profesional. Un total de 4.000 aficionados del RC Celta de Vigo se aglutinaron a las puertas de la sede de la propia LFP y se hicieron notar durante las cuatro horas -aproximadamente- que duró dicha reunión.
"¿En qué quedamos, 22 equipos? Pues aprobado"
Durante la asamblea -caótica-, el presidente del Atlético de Madrid, Jesús Gil, sintetizó la solución: “¿En qué quedamos? ¿22 equipos? ¿Estamos todos de acuerdo? ¿Sí? Pues aprobado”. No obstante, la imagen del acuerdo fue el apretón de manos entre Ramón Mendoza -presidente del Real Madrid CF entre 1985 y 1995- y Joan Gaspart -mano derecha de Josep Luis Núñez en el FC Barcelona- tras una breve charla: "Ramón, ¿estás de acuerdo? Tú, sí; yo, también", apuntaron ambos directivos.
Así, la liga de 22 equipos fue instaurada para las temporadas 1995-96 y 1996-97. Sevilla, Celta, Valladolid y Albacete compartieron dicha permanencia en Primera, marcando un precedente histórico. El experimento de 22 equipos tuvo su fin en 1997. Concluidas las dos temporadas excepcionales, se determinó que cuatro equipos descenderían directamente y solo dos ascenderían. La promoción por la última plaza en Primera fue para el RCD Mallorca, que derrotó al Rayo Vallecano. La estructura volvió a estabilizarse con 20 equipos en Primera y 22 en Segunda, un modelo que permanece hasta hoy y no tiene pinta de cambiar próximamente.
José Manuel Tárraga (21) y Patxi Salinas (4) con el RC Celta de Vigo | REDES SOCIALES
Curiosamente, de los equipos salvados en aquel tumulto, Sevilla y Albacete descendieron poco después, pero esta vez debido a su rendimiento en el campo. El esfuerzo de las aficiones sevillista y celtista no fue en vano: lograron que el "drama administrativo" no se convirtiera en un descenso definitivo desde los despachos.
Hoy, a casi tres décadas de aquellos eventos, el eco de 1995 resuena. Hace unosaños, en un contexto marcado por la pandemia, RC Deportivo de La Coruña y CD Numancia propusieron en 2020 una Segunda División con 24 equipos para evitar descensos polémicos. Aunque la idea no prosperó, recordó al fútbol español que, en ocasiones, las decisiones más trascendentales no se toman en el césped.
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