España ha cerrado el 2021 con unos datos de empleo esperanzadores: 782.000 parados menos y 776.000 afiliados más. Esta cifra de creación de empleo no se veía desde 2005, con la regularización de inmigrantes, con lo que el desempleo ha quedado en niveles no vistos desde hace 14 años. Pero no es oro todo lo que reluce. Estos datos contrastan con un crecimiento moderado de la economía, lastrada por los persistentes cuellos de botella en las fábricas y la escalada de la inflación, que están frenando la producción y el consumo. A lo que se suma ahora el impacto de la nueva variante ómicron.
A falta de conocer el dato del último trimestre, todos los organismos -tanto nacionales como internacionales- no esperan que el repunte del pasado año supere el 5% ni el 6% este año que entra (frente al 6,5% y 7% esperados, respectivamente). Unas previsiones que tanto la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, como el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, evitan al hablar de la "fuerte" recuperación económica que demuestran los datos récord de empleo.
En el balance del año que hizo el pasado 29 de diciembre, Sánchez destacó los datos "reales" de afiliación a la Seguridad Social, que ya rozan lo 20 millones (incluyendo los 124.000 afectados aún por un ERTE); frente a las "estimaciones" de los distintos organismos, que oscilan "al alza y a la baja" en un contexto de "extraordinaria incertidumbre" por la pandemia. No hizo más mención a las previsiones de PIB, pero sí destacó que las cifras de empleo "son las mejores desde la crisis financiera de 2008".
Calviño también se resiste a revisar el cuadro macroeconómico en el que se sustentan los Presupuestos de este año, llegando incluso a usar otros indicadores fabricados por su propio Ministerio que muestran una recuperación más rápida de la actividad. La ministra llegó a asegurar en un evento organizado en octubre que el PIB es un indicador útil pero insuficiente para dar la medida exacta de los recursos y la capacidad de la economía de un país, instando a revisar y ampliar las métricas.
Un "desacople inusual"
Sin embargo, el secretario de Estado de Seguridad Social, Israel Arroyo, aireó durante la presentación de estos datos este martes el choque que están sufriendo ambos indicadores. "Es verdad que hay cierto desacople entre los datos de empleo y la contabilidad nacional, algo que es llamativo y un caso bastante inusual cuando miramos lo que ocurre en la mayoría de los países de nuestro entorno, donde el crecimiento de ambos son similares", reconoció.
España puede considerarse un 'rara avis' entre las economías europeas, con un fuerte crecimiento del empleo y un incremento -en palabras del secretario de Estado- "más débil" de la actividad económica, lo que se traduce un "decrecimiento importante de la productividad". "Es algo llamativo, muy inhabitual", insistió. Algo que lleva a hacerse dos preguntas: a qué se debe esta doble velocidad y si la buena racha del mercado laboral podrá sostenerse a lo largo del 2022.
Los economistas barajan varios motivos: los colapsos en las cadenas de producción, el exceso de optimismo por parte de las empresas en la contratación y reincorporación de los ERTE, la creación de empleo en sectores con poca productividad, la incertidumbre de las familias sobre la pandemia y su impacto en el consumo y el ahorro, o la lenta recuperación del turismo internacional -todavía en la mitad de los niveles precovid- por la inseguridad y las restricciones de los distintos países.
El secretario de Estado de Trabajo, Joaquín Pérez, afirmó este martes que "no hay ningún motivo para pensar que este año vaya a ser más negativo para el empleo". Por su parte, Arroyo se remitió al cuadro macro del Gobierno avalado por la Airef, que prevé un "fuerte incremento" del empleo también este año y aseguró que "es difícil" que en el primer semestre no se alcance la deseada cifra de los 20 millones de afiliados en términos desestacionalizados.
Tras conocerse los datos de afiliación y paro, la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME) alertó de que las empresas no han recuperado aún su actividad normal y de que la sexta ola de covid está frenando el consumo y la actividad económica. Asimismo, están sufriendo importantes incrementos de sus costes por la evolución de los precios energéticos y de las materias primas, lo que condiciona la recuperación y la creación de empleo.