Verano y productividad no se llevan bien. Un estudio de la compañía norteamericana Captivate Network revela que el rendimiento de los empleados cae por término medio un 20% durante los meses de julio y agosto. Mayores índices de absentismo laboral, peores tiempos de respuesta ante los requerimientos de los proyectos o dificultades para mantener la concentración son algunos de los males estivales detectados por esta consultora. Es la desconexión prevacacional.
Calor, horario concentrado y tener a muchos compañeros y clientes ya disfrutando de su periodo de descanso ayudarían a explicar que numerosos profesionales entren en una especie de letargo o ‘modo verano’. “Hay algo que hace click en nuestro cerebro. Es como si la proximidad de las vacaciones hiciera que el tiempo transcurra más lento, que todo sea un poco más pesado y resulte difícil concentrarse. De alguna manera, aunque tu cuerpo sigue ahí, mentalmente ya estás un poco de vacaciones”, describe Marc Vigilante, socio director de Humannova.
Y es que muchos llegan a los meses de verano en reserva y perdiendo piezas de la carrocería. Almudena Corral, socia directora de The Human Talent Factory, recuerda que la factura del año transcurrido (especialmente, de este año) ha sido muy alta. “Nuestro cuerpo y nuestra mente están muy desgastados después de un largo invierno con jornadas maratonianas y mucho trabajo. Las altas temperaturas, la ruptura de la rutina familiar con los niños sin colegio, el cansancio acumulado y la cabeza pensando en las vacaciones no ayudan”. ¿La consecuencia? “El ritmo de trabajo se ve afectado”, concluye.
Como resultado, numerosos entornos laborales se ven súbitamente despoblados de trabajadores. De los ausentes, porque están en la playa; y de los que están presentes físicamente pero tienen la cabeza en otra parte. “A medida que se acerca el periodo de descanso, el cerebro empieza su fase de desconexión, y es muy difícil cambiar esa dinámica”, dice Vigilante.
Cerrado por (pre) vacaciones
Esa relajación, sin embargo, choca de lleno con las necesidades empresariales. “El cumplimiento de los objetivos no entiende de estaciones”, advierte Almudena Corral. De hecho, tercia Marc Vigilante, la inminencia de las vacaciones suele provocar que cunda el nerviosismo y entren las prisas. “Llega el verano y parece que el mundo se va a acabar. Y en muchas organizaciones hay mayor presión que nunca porque se quiere dejar todo cerrado y planificado para la vuelta”.
Tal vez los trabajadores se sientan tentados de tomarse ciertas licencias en cuanto a bajada de revoluciones durante julio y agosto, pero que no esperen encontrar la misma indulgencia en sus jefes. “Como mucho, se tiende a posponer el inicio de grandes proyectos hasta septiembre, cuando las plantillas están de nuevo al completo y a todo gas. Pero por lo que respecta a los trabajos en curso, estos se miden con los mismos niveles de exigencia y calidad que en cualquier otro momento del año”, avisa Corral.
Divisar la meta tan cercana en el horizonte puede invitar a una cierta relajación y a dejarse llevar durante las semanas previas. Pero no es eso lo que hace el ciclista cuando ve el cartel de último kilómetro. En realidad, hace justo lo contrario. “En esas últimas semanas es cuando hay que acelerar. Porque si te relajas, te dejas cabos sueltos, y esos lastres no te van a permitir luego marcharte tranquilo de vacaciones y desconectar”, recomienda Iñigo Fernández, director ejecutivo de PageGroup.
El cumplimiento de los objetivos empresariales no entiende de estaciones, advierten los expertos
¿Cómo se pueden contrarrestar estos efectos perniciosos del verano en la productividad? “Espacios físicos bien ventilados y con una temperatura e iluminación adecuadas hacen que el trabajo sea mucho más llevadero en verano”, comenta Marc Vigilante. Para Iñigo Fernández, una de las claves está en que los mandos organicen bien el trabajo y al equipo. “Es vital planificar bien los tiempos y las tareas durante las vacaciones de los trabajadores. Tener muy claro quién está fuera en cada momento y quién se ocupa de sus labores durante su ausencia”.
Aun así, hay determinados trabajos para los que las particulares condiciones del verano no parecen las más adecuadas. Por ejemplo, aquellos que requieran altos niveles de concentración. Iñigo Fernández cree que el verano es una buena oportunidad para ocuparse de asuntos más administrativos o preparatorios para el curso siguiente. “La carga de trabajo es menor, así que podemos dedicarnos a hacer esos informes, listados comerciales y otras tareas para las que durante el resto del año nunca encontramos tiempo porque nos come el día a día”.
Horario intensivo y teletrabajo
Una medida que adoptan muchas empresas con la llegada de los meses de más calor es la jornada intensiva, es decir, concentrar las horas de trabajo en la franja de la mañana, normalmente adelantando horario de salida y entrada y dejando las tardes libres. El objetivo de esta política es ayudar a la conciliación de los empleados y mejorar su motivación. ¿Qué efectos tiene este ajuste en la productividad? Según Almudena Corral, bien gestionada, la jornada intensiva debería ser parte de la solución del bajón del verano. “Los excesos provocan desgaste, cansancio y falta de rendimiento. En cambio, si somos capaces de concentrar el esfuerzo en unas horas determinadas y, a continuación, dejar que nuestra mente se libere realizando otras actividades que nos ayuden a recargar las pilas, comenzaremos la jornada siguiente con muchas más ganas y energía”, argumenta.
¿Dónde esta la trampa? En que en muchas empresas ese idílico escenario no se cumple. “Adelantamos la hora de entrada, pero no la de salida. O sustituimos las horas presenciales por teletrabajo, últimamente muy en boga tras la pandemia, que evita desplazamientos, pero no reduce en muchos casos las horas de dedicación”, denuncia Corral.
Precisamente el auge del teletrabajo ha introducido una nueva variable a la ecuación productividad-verano. Y es que, gracias a las opciones de trabajo en remoto, muchos trabajadores tienen la posibilidad de realizar parte de sus jornadas laborales veraniegas desde su segunda residencia o destino vacacional. Unas pre-vacaciones o ‘trabacaciones’ que, estima Íñigo Fernández, pueden ser una gran oportunidad para que la productividad estival remonte. “Si los trabajadores son responsables, son capaces de autogestionarse y sus empresas les permiten hacerlo, puede ser una excelente opción, por ejemplo, para las semanas previa y posterior a las vacaciones oficiales. Trabajas por las mañanas y dedicas las tardes a la familia y al ocio. Y de esta manera, parece que se alarga esa sensación de vacaciones”.