El petróleo vuelve por sus fueros y se aproxima a los 70 dólares tras haber repuntado más de un 50 por ciento desde sus mínimos de enero, cuando la cotización del barril de Brent descendió hasta los 45 dólares. En Alemania gozan de pleno empleo y abundan las alzas salariales del entorno del 2 por ciento. Incluso la deflacionaria España parece apuntar crecimientos del 3 por ciento. El monstruo de la deflación ofrece sus primeros estertores ante un Mario Draghi que dispara con bazuka. Digan adiós al fantasma de la japonización que se bate en retirada, y den la bienvenida a un nuevo escenario en el que la inflación por primera vez asoma con un cierto vigor en el horizonte.
Sólo que semejante cambio de signo en la evolución de los precios ha desatado una cadena de bruscos movimientos en los mercados. En tan sólo una semana, el bono alemán a diez años ha experimentado la mayor subida de intereses en una década, desde el 0,05 por ciento hasta el entorno del 0,6 por ciento. Un ajuste de las valoraciones del riesgo que como es lógico está afectando a toda la deuda a lo largo y ancho de la eurozona.
La deuda vinculada a la inflación refrenda también el cambio de paradigma: el jueves los inversores se mostraron dispuestos a comprar este producto a cinco años a pesar de que ofrecía rentabilidades negativas
En la subasta de este jueves, la rentabilidad que exigen los mercados al bono español a diez años ha repuntado 60 puntos básicos hasta el 1,88 por ciento frente al 1,28 registrado en la última emisión, un vaivén que sólo se observaba en los momentos de peores turbulencias.
Incluso la colocación de deuda española vinculada a la inflación refrenda este cambio de paradigma. Este jueves, los inversores se mostraron dispuestos a comprar este producto a cinco años a pesar de que ofrecía rentabilidades negativas. Si el IPC repunta y se torna positivo, este bono ligado a los precios arrojará beneficios. La apuesta de los inversores por la vuelta de la inflación se antoja evidente.
En este contexto, aunque muy lejos de los tipos que nos abocaron al rescate financiero, los beneficios de una financiación extraordinariamente barata pueden empezar a agotarse poco a poco. No era normal financiarse a tipos negativos como si no existiese riesgo mientras el déficit público cabalga al 5,7 por ciento del PIB y la deuda ronda el cien por cien. Y esa corrección ha sido propiciada por lo que ocurre en los mercados de crudo.
Con los precios de la deuda en máximos, los inversores han buscado nuevas fuentes de rentabilidad. Y tan pronto como el petróleo alcanzó el entorno de los 45 dólares el barril, muchos comenzaron a comprar apostando por una subida del crudo incluso si todavía hay sobreoferta. Todo se justifica por la recuperación que se vislumbra en Europa y EEUU, la cual a su vez tirará de los precios a escala mundial. La propia depreciación del dólar hace que la cotización del crudo, que está denominada en el billete verde, también suba. Además, acuciado por la necesidad de mantener su generoso sistema de subsidios a los ciudadanos, Arabia Saudí ha cedido y ha elevado sus precios oficiales a pesar de que ello brinde un respiro a los productores de fracking y gas esquisto.
De confirmarse el nuevo escenario, entre el crudo y los tipos se puede restar más de un punto de PIB al vigoroso crecimiento que hoy exhibe la economía española
De confirmarse este nuevo escenario de precios al alza, las consecuencias para la economía española son harto preocupantes, por más que un poco de inflación diluya el peso del endeudamiento. De un lado, el propio Programa de Estabilidad remitido a Bruselas subraya que cada repunte del 10 por ciento en el precio del petróleo puede restar 0,3 puntos al crecimiento del PIB. Y ahora mismo la cotización del barril de Brent ya se sitúa en los 68,9 frente a los 61,5 previstos en el cuadro macro. O sea, un incremento del 12 por ciento. Lo que significa que el precio del crudo pronto puede empezar a lastrar la velocidad de crucero del PIB español.
Los tipos, al alza
Y lo mismo ocurre con los tipos. El Plan de Estabilidad calcula que una subida de 100 puntos básicos en los intereses de la deuda infligiría una contracción del PIB del orden de los 0,8 puntos. En el cuadro macro, el Gobierno contempla un interés medio del 1,3 por ciento para el bono a 10 años cuando en cuestión de dos días éste ha escalado 50 puntos y se coloca en el 1,8 por ciento. Por una simple regla de tres, de mantenerse esos tipos el PIB podría resentirse en unos 0,4 puntos. De continuar esta tendencia a lo largo de 2015, entre el crudo y los tipos se podría restar más de un punto del PIB al vigoroso crecimiento que hoy exhibe la economía española, en la actualidad en el ámbito del 3 por ciento.
Es más, todo parece indicar que en previsión de unas inflaciones más elevadas se está gestando un ajuste de las valoraciones. No en vano, pese a que aseguró que no veía burbujas, la presidenta de la Fed Janet Yellen advirtió este miércoles que las bolsas en general están altas y que los tipos de la deuda podrían moverse rápidamente al alza.
Ha llegado el momento de vender. Pero, ¿quién quiere comprar la deuda a esos precios tan altos? Hay pocos compradores y se antoja difícil buscar una salida ordenada
Para colmo de incertidumbres, el Gobierno heleno aprobó este miércoles la contratación de funcionarios que habían sido despedidos, en un nuevo ejercicio de rebeldía que aleja la posibilidad de un acuerdo con sus acreedores.
Por lo general, los inversores acusan una cierta sensación de altura tras meses de escalada. En cuanto el dólar cede un poco frente al euro, intentan abandonar un bono alemán que ha alcanzado su tope y que debería ofrecer una rentabilidad más alta conforme se percibe una recuperación de la economía y se disipan los temores a la deflación.
El bono cotiza a un precio que evoluciona en sentido inverso a su rentabilidad, es decir, si sube el precio baja la rentabilidad y viceversa. En consecuencia, la expectativa de un BCE comprando todos los títulos hizo que los inversores apilasen deuda europea a la espera de poder venderla luego más cara, incluso si la rentabilidad era negativa. Sin embargo, no parece que la rentabilidad pueda adentrarse en un terreno todavía más negativo, máxime cuando el propio BCE ha fijado un límite del -0,2 por ciento de rentabilidad para la deuda que adquiere. Así que ha llegado el momento de vender. Pero, ¿quién quiere comprar la deuda a esos precios tan altos? Hay pocos compradores y se antoja difícil buscar una salida ordenada. De ahí los brutales repuntes observados en la deuda alemana en apenas unos días. Lo cual a su vez está provocando que los inversores efectúen una valoración de los riesgos algo más ajustada a la realidad, también en el caso de España.