El terremoto se conoció el lunes. No habían pasado ni 24 horas desde que Francisco González se lo había comunicado personalmente a Ángel Cano. La relación quedó rota definitivamente el domingo por la tarde. Nada se olía el antiguo consejero delegado cuando el presidente le convocó a una reunión tras la sobremesa del día de la madre. Para minimizar el impacto del anuncio, González tenía preparado un premio de consolación: convertir a Cano en uno de sus asesores personales, fuera del banco, pero gozando de secretaria, coche, seguridad, sueldo áurico y espacio propio (sólo FG tendrá despacho en la Vela) en la nueva sede. Pero Cano lo rechazó sin ambages. En 11 años, cuando cumpla 65 años, le espera una bolsa de pensión de 26 millones de euros. Hasta entonces, seguirá percibiendo el 75% de su salario pensionable. La cifra final aún no está cerrada con la entidad.
El encuentro fue la última escenificación de unas grietas que comenzaron hacerse patente en las costuras de la cúpula de BBVA desde hace un año. El motivo: el giro definitivo a la banca digital. Para el presidente, es una necesidad, una pasión, convertida en obsesión, ante la competencia creciente de las grandes compañías de internet. Google, Amazon... Cano, sin embargo, era partidario de no forzar el acelerador de la digitalización cuando, a día de hoy, es un 'wishful thinking'. Nadie sabe cómo canalizar el impacto de la tecnología en la cuenta de resultados (más allá de su impacto en el ahorro de costes). Y, mucho menos, cuándo y cuánto aportará a los beneficios de un banco. En la entidad, sin embargo, niegan esas diferencias y falta de sintonía.
"No es que Cano no tuviera un 'perfil digital'. Él no pensaba que el tema digital estuviera tan maduro como para enfocar la mayor parte de la estrategia del banco hacia ese sector", explica algún espectador de los desencuentros entre FG y Cano. Unas disensiones que, en los últimos tiempos, traspasaron la frontera de lo digital, algo que a González -conocido por su fuerte carácter- no agradó.
El ofrecimiento de González incluía coche, seguridad, secretaria, un sueldo áurico y espacio propio, no despacho, en la nueva sede La Vela
En la banca, raramente las diferencias en las zonas nobles acaban por convertirse en sintonía. González comenzó a diseñar en secreto el relevo de Cano y los cambios en las dirección, que terminaron de concretarse a lo largo del último mes, con los últimos retoques a la nueva estructura. Mientras tanto, la rutina continúaba para el antiguo CEO alejado del ruido de sables del presidente.
El cambio se venía barruntado desde hace tiempo desde dentro del banco. Desde que se nombró a Carlos Torres, responsable de Banca Digital, hace poco más de un año. Entonces, comenzó el juego de equilibrios entre la banca tradicional (Cano) y lo digital (Torres). Una partida de póker con FG ejerciendo de banca. Los detalles iban a definir el final de esa mano que estaba prevista que se extendiera más en el tiempo. Final de este año, cifran algunos. "El tema digital tenía que estar más maduro", aseguran estas fuentes.
El tempo del relevo también sorprendió al propio Cano. Pero no el movimiento en sí, tras los cambios en las segundas filas. De hecho, hace unos meses, en una conversación sin micrófonos con periodistas ya hablaba que no sería un banquero al uso, cosido al sillón hasta convertirse en septuagenario. Su proyecto vital, según dijo entonces, era viajar y gozar de esa libertad para disfrutar sufriendo a diario haciendo kilómetros, destrozando zapatillas de 'running' como buen maratoniano. Entrenar al lado del exatleta y amigo Chema Martínez. Incluso, antes del retiro, tenía pensado ser uno más de los 800 trabajadores de BBVA que integran el club del corredor, una nueva iniciativa puesta en marcha desde el traslado de parte de la plantilla a la nueva sede de Las Tablas.
Cano ya no pisará su espacio en La Vela, la nueva sede. Desde allí, González seguirá dirigiendo el banco hasta 2018, si en la próxima Junta, los accionistas deciden apoyar su continuidad por otro ciclo de tres años. En enero pasado, FG aseguró en la presentación de los resultados anuales que dejaría el cargo antes de cinco años. Los estatutos así también obligan. Algún malintencionado sugiere que no tendría problema en cambiarlos para poder seguir. Sin embargo, quienes conocen al presidente, no ven a González mantener su función ejecutiva más allá de esta próxima reelección en 2016. "En estos tres años quiere dejar apuntalada su obra digital", aseguran. Sólo así podría retirarse a una presidencia honorífica.