La economía española podría liderar alguno de esos 'ranking' que permiten sacar pecho y no los que generan sonrojo. Pero no es el caso, de momento. En la semana que hoy concluye, Eurostat ha difundido dos indicadores que dejan en mal lugar al Gobierno de coalición. El primero, por conocido, no deja de ser reseñable: España se mantiene como el país con más paro juvenil (29,2%). El segundo es igual o más preocupante, puesto que identifica el gran reto de nuestra economía en el año recién estrenado: la inflación desbocada y su impacto inevitable en los salarios.
España es el país con el IPC armonizado más elevado (6,7%) y el diferencial con nuestros socios comunitarios alcanza ya los 1,7 puntos. No se apreciaba una brecha tan amplia en las series de Eurostat desde marzo de 2006, cuando los precios crecían en pleno ‘boom’ del ladrillo. Nuestro país soporta una inflación que duplica la de Portugal (2,8%) y dobla casi la de Francia (3,4%). El dato de España, como confirmó el INE este viernes, marca un récord en tres décadas, y refleja subidas que van ya mucho más allá de los productos energéticos. Dos botones de muestra: la vivienda se encareció un 23% y el aceite de oliva, un 26%.
La escalada de los precios no alteraría el sueño de la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, si se estuviera cumpliendo el pronóstico más generalizado. A saber, que el episodio inflacionista tenía los días contados, al proceder de dos factores localizados y presumiblemente coyunturales: el encarecimiento de la energía y los cuellos de botella en los suministros. El problema es que, a estas alturas, no hay garantías de que la electricidad y el gas empezarán a bajar cuando se esperaba -a partir de la primavera- y la expansión de ómicron está entorpeciendo más aún el tráfico de mercancías.
La nueva realidad obliga al Gobierno a afrontar el escenario que menos deseaba: tanto el salario mínimo interprofesional (SMI) como los convenios empresariales tendrán que revisarse en los próximos meses, con la inflación disparada como telón de fondo. El caldo de cultivo es inmejorable para que cuajen los temidos "efectos de segunda ronda", quizás el factor sobre el que más ha alertado Luis de Guindos desde su sillón de vicepresidente en el Banco Central Europeo (BCE). "Quizá la inflación no sea tan transitoria como se pronosticó hace solo unos meses", admitía el exministro español este mismo jueves, antes de volver a la carga: "En mi opinión el mayor riesgo para la perspectiva de inflación son los efectos de segunda ronda".
Esa hipótesis sólo cobrará fuerza si los costes salariales comienzan a crecer más de lo que las empresas pueden asumir. Como recordaba en un artículo reciente la directora de Economía del Círculo de Empresarios, Mercedes Pizarro, las empresas han tratado de absorber vía márgenes "el alza notable de los precios de materias primas, bienes intermedios, transporte y energía". "Por el momento, la hipótesis de escasa traslación del repunte inflacionista a los salarios se está viendo confirmada en la práctica", coincide el Banco de España en su último Boletín Económico. Sin embargo, "si persisten las tensiones alcistas más de lo previsto", añade Pizarro, los empresarios "acabarán necesariamente trasladándolo a precios". Las previsiones, por ahora, no son precisamente halagüeñas. Por ejemplo, el Banco de España baraja una previsión de inflación del 3,7% para 2022; Funcas coincide en la misma cifra, mientras CaixaBank Research la eleva al 4,5%.
De momento, UGT y CCOO han enseñado sus cartas. O, a ojos de algunos líderes patronales, más bien los dientes. No hay cifras por escrito, pero tanto Pepe Álvarez como Unai Sordo coinciden en que la negociación de los salarios debe partir del indicador más solvente que aporta el INE: la inflación media anual de 2021, situada en el 3,1%.
Hasta la ahora, la contención salarial ha ayudado a las empresas a mantener la competitividad. Lo reflejan indicadores recientes como la producción industrial. Según avanzó Eurostat este jueves, en España avanza a un ritmo interanual del 4,7%, muy por encima de Portugal, Francia o Alemania. Que los productos y servicios españoles sean competitivos permite, entre otras cosas, que las exportaciones estén creciendo con fuerza, por encima del 12% en 2021, más incluso de lo que preveía el Gobierno (10%).
Evolucion de los salarios
Ahora bien, no sólo los empresarios están asumiendo sacrificios a costa de encajar en sus márgenes la doble crisis que azota a la economía occidental (energética y de suministros). Los hogares despidieron 2021 con una fuerte pérdida de poder adquisitivo. Hablan de nuevo los datos: la subida salarial media pactada en convenio colectivo fue del 1,47% en los últimos 12 meses. Es decir, la mitad que la inflación media (3,1%) y cuatro veces menos que el IPC de diciembre (6,5%). Según la estadística del Ministerio de Trabajo, ese incremento del 1,47% afectó 7,67 millones de trabajadores englobados en 2.886 convenios.
Al igual que los salarios desbocados dificultan la actividad empresarial, la pérdida de poder adquisitivo también tiene un lado perverso, en un momento tan sensible como el actual, con la recuperación sujeta por alfileres. El Banco de España y su ejército de economistas confían en que los hogares desbloqueen la "cuantiosa bolsa de ahorro acumulada durante la crisis". Lo esperaban ya en 2021, hasta que la desconfianza en la recuperación primero y ómicron después dinamitaron el optimismo de los hogares.
Al igual que los salarios desbocados dificultan la actividad empresarial, la pérdida de poder adquisitivo también tiene un lado perverso, con la recuperación sujeta por alfileres
En su último informe trimestral, la institución que gobierna Pablo Hernández de Cos vuelve a encomendarse al ánimo de las familias: "No puede descartarse que el ahorro acumulado durante la crisis sea destinado al gasto en bienes y servicios de consumo en una proporción más elevada que la considerada en el escenario central".
La propensión al gasto dependerá, en buena medida, de la recuperación de los salarios, que representan, a su vez, la mayor partida de gasto de las empresas. "En 2022, como ya se ha evidenciado en otras etapas, la diferencia entre que se consolide la recuperación o que se produzca un estancamiento está en la iniciativa empresarial que moviliza energía, concentra recursos, asume riesgos y termina por crear empleo y riqueza", concluye la directora de Economía del Círculo de Empresarios.
Sólo un giro de guion en el panorama sanitario e inflacionista puede ayudar a encontrar un equilibrio entre lo que necesitan las empresas y los trabajadores. Mientras tanto, la llave de la evolución salarial estará en manos de una ministra de Trabajo venida a más y unos sindicatos totalmente alineados.