Técnicamente, no debería escribir sobre Fanta, porque no es una empresa. Es una marca, pero sus inicios son tan curiosos que merece la pena contar su historia como parte de Coca-Cola. Nació siendo una bebida alemana que usaba manzana, murió durante una década, y resucitó como un refresco italiano de naranja. En pocos años, se convertiría en un símbolo más del 'neocolonialismo' estadounidense, al llegar a todos los rincones del globo de la mano de la multinacional de cola más famosa.
Aunque su nombre puede que no sea muy popular para el gran público, Robert Woodruff (1889-1985) fue casi con toda seguridad el presidente de Coca-Cola más importante, ya que se le considera como el que convirtió a la empresa en una multinacional. Lo curioso es que él era gerente de una compañía de camiones que había tenido mucho éxito durante la I Guerra Mundial y que vendía camiones también a Coca Cola. De ahí viene el contacto, y los inversionistas que compraron la compañía de bebidas en 1919 decidieron ofrecerle el puesto en 1923, debido a los serios problemas comerciales y de gestión, varias demandas y deudas millonarias que padecía la empresa de refrescos. Una de las primeras decisiones que tomó fue fomentar el embotellado (hasta 1929 el mayor porcentaje de ventas venía del formato de fuentes de soda en tiendas), entre las muchas que tomó durante su largo periodo como directivo.
En lo que nos ocupa, él fue el creador de The Coca-Cola Export Corporation, abriendo plantas propias en tres países europeos, tres sudamericanos y Sudáfrica en sus primeros años. Mientras que Coca Cola proporcionaba la receta, los diferentes países se encargaban de aportar las materias primas y la maquinaria necesarias para la fabricación. Esta expansión llevó a que Coca Cola llegara a Alemania, donde en un primer momento no tuvo demasiada aceptación, vendiéndose apenas 100.000 cajas anuales en un país que bebía cerveza para refrescarse.
Sin embargo, un nuevo director local, Max Keith, y su buena relación con el régimen nazi, llevó a que llegara a haber 43 plantas de fabricación en el país y consiguieran vender casi cinco millones de cajas justo antes de la II Guerra Mundial. Se dice que Hermann Goering quería nacionalizarla para apropiarse de la “fórmula” de la Coca Cola. En los Juegos Olímpicos de 1936, el nombre de Coca Cola, como patrocinador, aparecía junto a las esvásticas. Keith nunca llegó a afiliarse al partido nazi, pero era evidente la buena sintonía con el régimen.
A pesar de la guerra, la fabricación continuó, pero cuando en diciembre de 1941 los japoneses atacan Pearl Harbor, Alemania y Estados Unidos entran en guerra. A partir de ese momento, las fábricas alemanas de Coca-Cola no podían recibir el concentrado de extractos que se utiliza para crear este refresco, por el bloqueo estadounidense respecto a todas las exportaciones al país germano.
Para no verse abocadas al cierre, los dueños de las embotelladoras exigieron una solución a Max Keith y este decidió crear una nueva bebida que se pudiera producir con las máquinas que tenían. Aquel brebaje tuvo un cierto éxito, aunque en nada se parecía al producto original, ya que, para su elaboración, usaron suero de leche y pulpa de manzana, junto con otros ingredientes residuales. Dicen que se parecía, en sabor, al ginger ale, y, eso sí, era carbonatada, como la Coca Cola. La empresa organizó un concurso para el nombre pidiendo a los participantes que dejaran volar su Fantasie (fantasía en alemán) y no hizo falta nada más, ya que un vendedor veterano de la compañía, Joe Knipp, al oírlo afirmó: “Fanta”. Esta primera Fanta sólo se bebió en la Alemania de la guerra y era un producto 100% alemán, aunque se vendía con el subtítulo "es un producto de Coca-Cola GmbH" como sinónimo de calidad.
Fanta no se vendió en Estados Unidos hasta 1960, si bien en 1969 ya era el refresco de naranja más vendido del mundo, llegando a venderse, en plena Guerra Fría, en la URSS
Acabado el conflicto, se paró la producción y, en cuanto se asentó la paz, Coca-Cola volvió a usar sus fábricas para producir… Coca-Cola. Pero se quedaron con la marca. ¿Fanta había muerto? La bebida alemana sí, pero la marca no. Y es que en 1955, en Nápoles, gracias a una excelente cosecha de cítricos, alguien en Coca-Cola decidió sacar un nuevo refresco de naranja y decidió utilizar el nombre de Fanta.
Lo curioso es que su éxito no fue inmediato, ya que la bebida no se vendió en Estados Unidos hasta 1960, si bien en 1969 ya era el refresco de naranja más vendido del mundo, llegando a venderse en 1979, en plena Guerra Fría, en la URSS. Con el tiempo llegaría a tener unos 70 sabores distintos y hoy está presente, como Coca Cola, en todos los países del mundo, con la quizás única excepción de Corea del Norte.
En cuanto a España, ya en 1961, llega Fanta Naranja; y al año siguiente, Fanta Limón, siendo los dos únicos sabores durante décadas. En 2007 se empieza a comercializar en Canarias Fanta Fresa, que ya se comercializaba en Sudamérica; y en 2011 salió Fanta Piña. Antes, en 2008, comercializan, como en el resto del mundo, Fanta Zero azúcares añadidos. En resumen, una marca alemana y un refresco italiano que forma parte de una de las empresas que mejor simbolizan a los Estados Unidos: Coca Cola.