Economía

Los pensionistas ganarán poder adquisitivo en 2013 gracias a una inflación baja

La actual evolución del Índice de Precios de Consumo apunta a que los pensionistas se habrán llevado en 2013 una subida mayor de la que les corresponde. Así compensarán una parte del 1,9 por ciento que perdieron de capacidad adquisitiva en 2012.

  • La ministra de Empleo, Fátima Báñez.

Los pensionistas van a poder ganar poder adquisitivo en 2013 gracias a una inflación baja. El IPC adelantado de octubre registró una caída del 0,1 por ciento frente al mismo mes del año pasado. Y los expertos consultados prevén que el dato de noviembre, el mes que siempre se toma como referencia para la revalorización de las pensiones, sea también bajo y en cualquier caso nunca supere el entorno del 0,3 ó 0,4 por ciento.

De confirmarse esta tendencia en los precios, las pensiones de 2013 ganarán capacidad adquisitiva, ya que a comienzos de año se subieron un 2 por ciento todas aquellas por debajo de los 1.000 euros, y un 1 por ciento las que estaban por encima de los 1.000 euros.

En enero de 2012, se elevaron las pensiones un 1 por ciento. Sólo que en noviembre el IPC alcanzó el 2,9 por ciento, por lo que el Gobierno tenía que haber abonado una paga extra en enero de 2013 que compensase esa pérdida del 1,9 por ciento. Sin embargo, presionado por el cumplimiento del déficit y las restricciones presupuestarias, el Ejecutivo suprimió esta paga.

No obstante, dependiendo de la marcha del IPC, ahora las pensiones más bajas podrían compensar una buena parte de la capacidad de compra que se dejaron en 2012. Si por ejemplo la inflación se situase en el 0,4 que como máximo pronostican los analistas, entonces estas pensiones ganarían un 1,6 por ciento en el año.

Es más, en tanto en cuanto la inflación se mantenga contenida, las pensiones del próximo año no perderán mucho poder de compra incluso con el repunte de sólo el 0,25 por ciento que ha aprobado el Gobierno en la última reforma de las pensiones.

¿Por qué se moderan los precios?

El IPC se disparó a finales del año pasado debido a las alzas del IVA aplicadas en septiembre de 2012. En cuestión de un mes y a pesar de la crisis, los precios saltaron de tasas anuales que rondaban el 2 por ciento hasta tocar el 3,5 por ciento en octubre y el 2,9 en noviembre. De modo que al compararse ahora con esas subidas de 2012, la inflación a tasas anuales se ha desplomado por puro efecto estadístico. De hecho, en sólo 30 días, de septiembre a octubre, los precios han escalado un 0,4 por ciento. Lo cual indica que ese 0,1 por ciento de caída anual es más bien transitoria.

O dicho de otro modo, la acción del Estado es la que ha provocado que suban más los precios y por lo tanto que ahora bajen. No obstante, sí que se están apreciando cambios sustanciales en el comportamiento de la inflación. De ordinario, ésta ha dependido de los costes de la energía. Pero en la actualidad también están influyendo otros factores. En el último dato de IPC, el escaso vigor de la demanda se ha reflejado en una rebaja del precio de los alimentos y las bebidas no alcohólicas, hecho que no obedece a elementos meramente coyunturales.

Sin embargo, esa desinflación dista todavía mucho de la caída persistente de los precios o deflación, un fenómeno que tiene efectos perversos para la economía y que sí está ocurriendo por ejemplo en el mercado inmobiliario.

Cuando se espera que los precios sigan bajando, como sucede con las viviendas, nadie compra. Y a raíz de ello se produce una espiral de descensos de los precios que erosiona los resultados de las empresas. Al final, como éstas no consiguen ajustarse, terminan despidiendo y el círculo vicioso se enquista.

La deflación también resulta muy perniciosa porque incrementa el peso relativo de la deuda respecto de las rentas y, por lo tanto, dificulta aún más la recuperación de la demanda.

Ya pasó en 2009 que el IPC se adentró puntualmente en terrenos negativos, pero por aquel entonces el PIB retrocedía a pasos agigantados. La buena noticia es que estas inflaciones bajas coincidan con un crecimiento, por exiguo que sea, de la economía. Sin política monetaria y con una política fiscal restringida, la única alternativa son las reformas que contengan los precios y nos hagan competitivos. En definitiva, un proceso de desinflación competitiva que afiance un crecimiento sostenible.

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