No están siendo días dulces para Francisco Martínez. Tras unas jornadas de severo drama interior, en el foco del estallido de la 'operación Kitchen', cuando vio El País del pasado domingo se llevó una desagradable sorpresa. Ni había concedido una entrevista al diario, ni mucho menos había autorizado que se le adjudicase ninguna de las frases que se entrecomillaban.
“Voy a contarle al juez todo lo que sé”. Así titulaba a toda mecha el diario, en un reportaje hondamente jaleado en las redes sociales como ejemplo de periodismo con mayúsculas. La realidad era otra: la 'exclusiva' no era más que una de tantas conversaciones privadas que tuvo el ex número dos de Jorge Fernández Díaz con diferentes periodistas la pasada semana. Pero su utilización, según le cuentan a este buscón, se saltó las normas básicas del oficio. Y la prueba de ello es que en las dos páginas de teórica entrevista apenas aparecían unos cuantos entrecomillados desperdigados y no había ninguna foto del protagonista posando para 'El País'.
¿Dijo tal cosa, o similar, Martínez a los periodistas del rotativo madrileño cuando mantuvo con ellos una conversación informal, ‘off the record’, y sin que en ningún momento se le advirtiera de que se iban a utilizar sus palabras un domingo en primera página? Puede que sí, puede que no, pero lo cierto es que lo que muchos interpretaron como una venganza de Martínez contra el Partido Popular en realidad fue una trampa de un periódico.
Cuando Francisco Martínez, Paco para los amigos, accedió a sentarse con los periodistas de El País no lo hizo con la intención de lanzar a nadie un mensaje amenazante. Simplemente le pareció conveniente trasladar a un periódico “serio” su disposición a colaborar con la Justicia. Lo que no esperaba Paco es la manipulación de sus palabras y el aprovechamiento de su maltrecho estado de ánimo. Lo que a Paco no le cabía ni le cabe en la cabeza es que un periódico como El País sea capaz de traicionar hasta ese punto su propio código ético.
El domingo fue un mal día para Francisco Martínez. Uno más de los muchos que por no haberse negado a colaborar en una infame operación de ocultación de hechos presuntamente delictivos, todavía le quedan por vivir, que probablemente serán mucho peores. Pero también fue un mal día para el periodismo.