El Liberal - Economía

Sánchez no aprueba la asignatura del déficit

El año 2019 ha sido un año perdido en la lucha contra el déficit

  • El Gobierno planea acabar con el déficit de la Seguridad Social transfiriéndolo al Estado

Ayer martes se publicó el dato oficial del déficit español en el pasado año 2019. Ha sido el 2,67% sobre el PIB. Es un 2,67% sobre 1,245 billones de PIB, es decir, 33.000 millones de euros. Es un dato muy malo.

Teniendo en cuenta la catástrofe que está pasando en estos momentos sobre la vida y la economía de los españoles, parece una frivolidad entretenerse en examinar lo que ocurrió el año pasado. Pero no es así.

Examinar el déficit del 2019 implica evaluar el trabajo del Gobierno y de su presidente en la gestión de las cuentas públicas y la lucha contra el déficit. Es el primer año completo en el que le son atribuibles por entero a este presidente los resultados alcanzados. Y es el mismo presidente que está ahora mismo tomando las medidas económicas contra la pandemia. Por eso importa conocer sus habilidades al respecto.

2% de déficit 

Dicho esto, es una pena constatar que el año 2019 ha sido un año perdido en la lucha contra el déficit. El presidente no aprueba esta asignatura. Veamos.

  • El déficit previsto por el Gobierno para el año 2019 era del 2%. El déficit real ha sido el 2,67%. La desviación ha sido de un 0,67%, porcentaje que sobre el PIB supone un importe de 8.340 millones de euros. Es una cifra muy relevante. La gestión de las cuentas públicas ha sido muy poco cuidadosa. Entre los mayores gastos y los menores ingresos el déficit ha sido de 8.340 millones por encima de lo previsto.
  • El dato del déficit es todavía peor si se ve en perspectiva temporal. En efecto, el período de la crisis financiera 2008-2013 arrojó unos déficits tremendos. En el 2013, último año de la crisis, fue un 7%. A partir de ahí, comenzó un período de reducción constante año a año: fue de un 5,9% en 2014, un 5,2% en 2015, un 4,3% en 2016, un 3% en 2017 y un 2,5% en el 2018. Íbamos muy bien. Habíamos salido del Protocolo de Déficit Excesivo, que implica el control de nuestras cuentas por Bruselas. Pues bien, desafortunadamente, en 2019 se rompe esta tendencia a la baja y en lugar de pasar del 2,5% del 2018 al 2% previsto y prometido para el 2019, pasamos al 2,67%. Una pena.
  • No hay motivos en la economía española que justifiquen el excesivo déficit del 2019 pues el crecimiento del PIB no ha sido malo. Ha sido un 2%, mejor que en Francia o Italia. El motivo es la gestión de nuestros políticos.
  • El dato del 2,67% no transmite seriedad en la lucha contra el déficit. Y eso lo aprecian los inversores que nos prestan cada miércoles entre 4.000 y 5.000 millones de euros para sostener nuestra deuda pública (ahora habrá que aumentar este importe). Si no ven un comportamiento verdaderamente serio exigirán mayores tipos de interés. Esto es especialmente grave en estos momentos de lucha contra la pandemia.

Banco Central Europeo

Para que los tipos de interés no suban, el Banco Central Europeo ha puesto en marcha unos programas extraordinarios de compra de deuda de los países. Esto es vital para nosotros. Es mucho más importante que los coronabonos. Lo hemos contado en artículos anteriores. Pero el BCE no es el único comprador de deuda. Hay muchos inversores que concurren en este mercado. Si España no hace bien los deberes, el BCE se verá forzado a aumentar su programa de compras y corremos el riesgo de estropear el escenario actual de bajos tipos de interés.

Esto es crítico en la presente situación. El déficit del 2020 puede situarse en el entorno del 10%. Habrá que aumentar el saldo de la Deuda Pública en unos 100.000 millones de euros. Ojalá no sea más. Sólo lo resistiremos si los tipos de interés siguen bajos.

Para enfrentar esta situación, el presidente del Gobierno tiene que cambiar por completo su actual manera de hacer las cosas, a saber:

  • Echar la culpa a la UE y pedir coronabonos, fondo de rescate o Plan Marshall es contraproducente. Transmitir estas sensaciones a la opinión pública genera frustración y anti-europeísmo. Es echar balones fuera y no sirve para nada.
  • Es mucho más importante transmitir seriedad en la gestión de las cuentas públicas y no perjudicar los programas del BCE en el mantenimiento de los bajos tipos de interés.
  • Hay que superar la cicatería en la gestión de los ERTEs. Se ha generado un clima de desconfianza inquisitorial, como si las empresas sólo tratasen de defraudar y aprovecharse de la situación. Se las amenaza con las penas del infierno. Muchos empresarios se sienten en la cuerda floja y contemplan el cierre. Los inspectores de trabajo han recibido unas instruccionesrestrictivas. Así no vamos bien. Es imprescindible revertir esto, propiciar un clima totalmente diferente. Reunirse con los empresarios, conocer sus problemas. No son los enemigos. Son los que tienen que tirar del carro.
  • Hay que implementar a tope la política de avales. Los primeros 20.000 millones deben estar ya agotados. Hay que activar los 80.000 restantes. Y poner más si hace falta. Es vital asegurar que la liquidez fluye por el tejido productivo. Los Bancos deben ser proactivos en la concesión de créditos y no escudarse siempre en el riesgo del 20% no avalado. En este asunto el Gobierno debe generar un clima de cooperación y confianza con los Bancos, que tampoco son el
  • Aplaudimos las medidas tomadas en el Consejo de Ministros de ayer martes para proteger a los más vulnerables (alquileres, moratoria hipotecaria y de suministros básicos), así como autónomos y empleadas del hogar. Pero no dejemos tirada a la clase media.
  • El Presidente tiene que convocar a la oposición y hacerla partícipe de las decisiones. El ha sido elegido por 167 votos a favor frente a 165 en contra. Es una mayoría relativa e insuficiente. Salir de esta catástrofe exige una mayoría más amplia. Una vez superada la pandemia desde la perspectiva sanitaria, vendrán tiempos muy duros desde la perspectiva de la economía y de las cuentas públicas. Habrá que aprobar unos Presupuestos de emergencia nacional. Y tomar medidas muy fuertes. Y para eso es imprescindible una mayoría más amplia. Eso es lo que más apreciarían nuestros prestamistas y Bruselas. Ojalá lo entienda así el presidente.

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